Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

La suerte de haber nacido en su tiempo

Fabrice Hadjadj (Nanterre, 1971) se define como católico y poco más. Dice que lee a Marx sin ser marxista como Marx leía a Aristóteles sin ser especialmente peripatético. Este escritor francés lleva años vendiendo libros de teología y se ha convertido así en uno de los más leídos del ámbito conservador. Plantea sus tesis con la sencillez del catolicismo y la gracia del afrancesamiento y eso, claro, no puede por más que gustarme. Es radicalmente humorístico en su significado más literal, y es en la raíz de la gracia, por tanto, donde plantea sus disquisiciones más elevadas sobre la Gracia. Hadjadj comparte perspicacia y ventas con Houllebecq y, en mis manos, en la última Feria del Libro, cayeron a la par las últimas obras de ambos.

Su obra se convierte en un compendio de rarezas en las que late de fondo una idea estupenda: la de compartir una sobremesa como reducto esencial para salvaguardar Occidente

De entre todas sus ideas provocativas, confesaré que Hadjadj me atrapó por ‘La suerte de haber nacido en nuestro tiempo’. Si sus 99 lecciones para ser un payasome resultaron hilarantes pero escasas –yo encuentro, por lo menos, novecientas noventa y nueve–, su pequeño tratado del optimismo logró cautivarme. Confesaba hace poco tiempo en una entrevista que «no hay mejor sitio para mí que esta época, esta sociedad, esta Europa o esta España de hoy. No hay mejor tiempo para mí que este». Y yo no pude por más que quedar sorprendido. Imaginé que no tendría coche diésel, que apenas pensaría en ser padre y que jamás habría reflexionado sobre la libertad religiosa. Entenderán que mi sorpresa fue mayor cuando precisamente supe que pretende vivir como si nada hubiera pasado, que es poseedor de nueve vástagos y que uno de sus mayores empeños radica en defender el catolicismo en sus justos términos, pero con la vehemencia del apóstol convencido.

Así, su obra se convierte en un compendio de rarezas en las que late de fondo una idea estupenda: la de compartir una sobremesa como reducto esencial para salvaguardar Occidente. En una sobremesa precisamente pude hacerme amigo de un joven portugués con el comencé a intimar a través de Hadjadj. Yo le presté La suerte de haber nacido en nuestro tiempo y apenas un par de horas después me lo devolvió con una grata sonrisa. Porque a Hadjadj uno lo lee así, del tirón y con una sonrisa que Pla llamaría sardónica, de oreja a oreja. Enrique García-Máiquez quizás haya dado la mejor definición de la obra de Hadjadj y yo no puedo por más que replicarla: «Hadjadj hace teología con excelente literatura y hace literatura con excelente teología».

En fin, si Cristo nos invitó a poner la otra mejilla, pocas épocas mejores para ser abofeteados

Decía que me atrapó a través de La suerte de haber nacido en nuestro tiempo –apenas sesenta páginas deliciosas– porque uno jamás hubiera celebrado cada desgracia de este mundo sin entender que suponen el mayor de los alicientes para llegar al cielo, que de eso se trata para Hadjadj y un servidor. Plantea el escritor francés que cada cruz que nos instalan nos acerca al Paraíso. Y en este punto nadie podrá negar que, aunque sea por comparación, uno resulta más santo cuando está rodeado de demonios. Aun así, argumentará Hadjadj, no es cuestión de hacer morada en el purgatorio. Pero, en fin, si Cristo nos invitó a poner la otra mejilla, pocas épocas mejores para ser abofeteados.

Mientras Dreher, Cantera, Chaput y alguno más profesan la importancia de la batalla cultural, Hadjadj viene a decirnos que el cristianismo no ha de enfangarse en esos terrenos

Porque ahí radica la novedad de Hadjadj. Mientras Dreher, Cantera, Chaput y alguno más profesan la importancia de la batalla cultural, Hadjadj viene a decirnos que el cristianismo no ha de enfangarse en esos terrenos. Principalmente, porque el cristianismo no es una cultura, en tanto que «la noción cultural es una noción pagana». Sabiendo así que el católico no ha de contaminarse contra las culturas sino influenciarlas a todas ellas, ésta se convierte, definitivamente, en la mejor época para estar vivo.

Hadjadj abre al lector un mundo en el que aún vale la pena creer: aquel donde el hombre sigue vivo. Suerte la nuestra, la de haber nacido en tiempos de Hadjadj

Así, frente a soberbias, vanidades y vanaglorias tan actuales como numerosas, Hadjadj reivindica el abrazo a la cruz, la divinidad del patetismo, el triunfo del Gólgota. 99 lecciones que nos enseñan a quedar como payasos ante un mundo sin gracia. De la misma forma, Hadjadj, en tanto que padre numeroso, explora a través de san José –«Nadie es más radicalmente padre que san José», nos dice– la alegría de su paternidad: la esperanza de que, por haber un mañana físico, una carne de su carne, siempre terminará por existir la esperanza. Termina Hadjadj por enfocar su obra en las postrimerías: desde Tenga usted éxito en su muerte, El paraíso en la puerta, Resurrección, Massacre des innocents, hasta Puesto que todo está en vías de destrucción, Hadjadj abre al lector un mundo en el que aún vale la pena creer: aquel donde el hombre sigue vivo. Suerte la nuestra, la de haber nacido en tiempos de Hadjadj. 

Estudiante de Relaciones Internacionales, Filosofía, Política y Economía. Colaborador habitual de La Gaceta, Revista Centinela, Libro sobre Libro y La Iberia. Woody Allen, Fernando Alonso y Julio Camba.

Más ideas