Sobre nuestra RepĂșblica y Guerra Civil, como se sabe, se ha escrito mucho (muchĂsimo) y no tiene visos de que el interĂ©s acadĂ©mico, polĂtico y, sobre todo, el interĂ©s de los lectores vaya a decaer; menos aĂșn en estos tiempos en que una parte de las Ă©lites polĂticas del paĂs pretende legislar el debate historiogrĂĄfico y deslindar los campos de batalla polĂticos utilizando imaginarias alineaciones relacionadas con 1936. Todo ello pese a que, en cierto modo, andamos en un bucle en el que la historiografĂa autoproclamada ortodoxa publica una y otra vez el mismo libro, insistiendo machaconamente en la misma tesis, despreciando con frecuencia todas las nuevas lĂneas de investigaciĂłn o reinterpretaciones que traen los nuevos tiempos con el epĂteto tan oscuro de «revisionismo», que nos suena a negadores del Holocausto o a enemigos internos de la revoluciĂłn.
Por explicarnos mejor: los autoproclamados ortodoxos son todos aquellos historiadores que analizan nuestra crisis de los años treinta y la dictadura desde un prisma que podrĂamos llamar «progresista» y que no admite apenas cuestionamientos a la labor polĂtica de la izquierda, ya sea en la paz o en la guerra (pero sĂ en el exilio, por motivos que son obvios); por su parte, los «revisionistas» son (para los ortodoxos)⊠todos los demĂĄs: desde polemistas militantes que hace tiempo publican solamente panfletos (ya sea en su acepciĂłn clĂĄsica o en la peyorativa), como PĂo Moa, hasta muy a menudo acadĂ©micos profesionales y prestigiosos que se separan (a veces sĂłlo unos milĂmetros) de los presupuestos de los «ortodoxos», como Manuel Ălvarez TardĂo, Fernando del Rey Reguillo, Gabrielle Ranzato, Roberto Villa o Julius Ruiz, entre otros. Algunos historiadores, con suma habilidad o fortuna, han conseguido evadirse de ser clasificados en un grupo o en otro, especializĂĄndose en temas o investigaciones donde hay cierto consenso o en temas que permiten un amplio debate o investigaciĂłn sin que ninguno de los tĂłtems de los «ortodoxos» sean puestos en duda. Dicho sea de paso, la mayorĂa de la literatura acadĂ©mica relevante de la Ășltima dĂ©cada y media pertenece a estos dos Ășltimos grupos, al menos en todos los asuntos relevantes exceptuando la represiĂłn franquista. La era dorada de la historiografĂa «ortodoxa» fueron los ochenta y noventa, cuando sĂ aportaron nuevos paradigmas e investigaciones valiosas; pero extrañamente, pese al impulso de las leyes de Memoria y su hegemonĂa en medios, su producciĂłn en los Ășltimos años ha sido modesta.
Una parte de las Ă©lites polĂticas del paĂs pretende legislar el debate historiogrĂĄfico y deslindar los campos de batalla polĂticos utilizando imaginarias alineaciones relacionadas con 1936
No es el caso de Ăngel Viñas, pope supremo de la historiografĂa ortodoxa, autor extraordinariamente prolĂfico (lo que genera no pocas bromas entre los muy cafeteros), hĂĄbil investigador de archivo, poseedor de una prosa excelente, heredera de Tuñón de Lara, y comisario polĂtico cruel e infatigable (es autor, entre otros, del bochornoso informe gubernamental que quiere prohibir que se homenajee al inventor Juan de la Cierva con un aeropuerto en su Murcia natal). Aunque Viñas es citado a menudo como experto en la II RepĂșblica âĂ©poca de la que no ha publicado absolutamente nada o casi nada, exceptuando algĂșn anĂĄlisis de relaciones exteriores, y donde es mĂĄs bien un analista de brocha gorda, muy inferior a muchos de sus compañeros «ortodoxos»â su verdadero campo de expertise es la financiaciĂłn de ambos bandos durante la guerra, las relaciones internacionales de los contendientes y las cuitas internas del ejĂ©rcito. En estos campos ha publicado obras muy valiosas pese a su carĂĄcter virulentamente militante (suele dedicar un porcentaje elevado de sus libros a ironĂas baratas o insultos a otros colegas); sin embargo, en los Ășltimos tiempos y con el incremento de la intensidad de su militancia, Viñas tiende a elucubrar en exceso y a proponer hipĂłtesis con muy poca base o difĂcilmente demostrables que se ajustan a su particular visiĂłn de la guerra civil y, sobre todo, a su particular visiĂłn de las dicotomĂas polĂticas, pasadas o presentes, de España.
Ya lo hizo con El Primer asesinato de Franco: la muerte del general Balmes y el inicio de la sublevaciĂłn (Barcelona, CrĂtica, 2018), donde concluye que Franco ordenĂł el asesinato del General Balmes (muerto en un extraño accidente antes del golpe militar) por ser este contrario a la sublevaciĂłn y para poder trasladarse luego a Las Palmas. Viñas llega a esa conclusiĂłn en base a evidencias circunstanciales y a una revisiĂłn algo fantasiosa de la autopsia; todo mĂĄs propio de un documental conspiranoico de Canal Historia que de la obra de un acadĂ©mico. No negamos la posibilidad del asesinato de Balmes, pero el libro de Viñas difĂcilmente resiste un anĂĄlisis acadĂ©mico serio. Viñas se entusiasma con las evidencias que apuntan a una profesionalidad extrema del general Balmes y que le habrĂa alejado de cualquier conspiraciĂłn militar, en los recovecos y ausencias de una autopsia breve e incompleta (perfectamente explicable en el momento y contexto que tuvo lugar), que para Ă©l es prueba irrefutable de juego sucio, y en testimonios a los que da la vuelta o pone en duda. Del mismo modo que desecha la notoria adhesiĂłn a la monarquĂa de Balmes, la adhesiĂłn al alzamiento y al franquismo de sus familiares, otros tantos testimonios que acreditan que Balmes estaba metido de lleno en la conspiraciĂłn y, sobre todo, la innecesaridad de la muerte de Balmes: Franco no precisaba de una excusa para trasladarse a Las Palmas el 18 de julio. PodĂa haber seguido un plan diferente. Toda la guarniciĂłn de Las Palmas estaba comprometida en el golpe militar y no les habrĂa sido difĂcil arrestar a Balmes, como hicieron con tantos otros, si de verdad este no estaba comprometido con la sublevaciĂłn. Pero Viñas parece que precisa de dotar mayor oscuridad a la ya de por sĂ lĂłbrega figura de Franco e imputarle crĂmenes mafiosos e innecesarios.
Viñas nos ha sorprendido con un libro muy interesante, y este sĂ con material novedoso que puede arrojar mĂĄs luces que sombras sobre los orĂgenes de la sublevaciĂłn militar
Viñas sigue por esta lĂnea con la que probablemente sea su peor obra hasta ahora y la mĂĄs polĂtica de todas: ÂżQuiĂ©n quiso la guerra civil? (Barcelona, CrĂtica, 2019). En ella Viñas fantasea con una especie de conspiraciĂłn eterna de la derecha española âen especial de su sector mĂĄs monĂĄrquico y oligĂĄrquico â que, junto con los militares africanistas, mantiene a lo largo del tiempo y con la inestimable ayuda de los partidos parlamentarios de derecha y centro un plan para acabar con la RepĂșblica e instaurar una dictadura. La tesis es disparatada e incluso se aleja de las obras de muchos otros «ortodoxos». Es cierto que los monĂĄrquicos conspiraron durante toda la RepĂșblica, financiaron y diseñaron el chusco golpe de Sanjurjo en 1932 y consiguieron un modesto pacto con Mussolini en 1934. Pero todo ello es independiente de y casi irrelevante para la conspiraciĂłn que fructifica en julio de 1936. La mayorĂa de los polĂticos, aristĂłcratas e industriales complicados en las maniobras de 1932 y 1934 no estaban enterados o no participaban de la conspiraciĂłn de 1936 (o en las distintas conspiraciones que terminaron confluyendo), y muchos de los apoyos fundamentales de la conspiraciĂłn militar de 1936 (con apenas participaciĂłn âcivilâ) no habĂan estado complicados en ninguna intentona anterior, o incluso tenĂan una trayectoria republicana. Apenas Sanjurjo y algunos africanistas muy alejados de Mola eran el nexo con las conspiraciones anteriores. Claro que, para Viñas, reconocer que la subversiĂłn en la derecha habĂa abandonado la marginalidad monĂĄrquica implica reconocer que algo esencial habĂa cambiado en 1936; algo se habĂa roto, un terremoto polĂtico habĂa asolado al hemisferio derecho de la sociedad y al propio ejĂ©rcito. Pero reconocerlo implicarĂa hacerse preguntas sobre la forma de gobernar o de acceder y consolidar su poder por parte del Frente Popular, y este es casi sagrado para Viñas.
Este año, sin embargo, Viñas nos ha sorprendido con un libro muy interesante, y este sĂ con material novedoso que puede arrojar mĂĄs luces que sombras sobre los orĂgenes de la sublevaciĂłn militar: El gran error de la RepĂșblica (Barcelona, CrĂtica, 2021). En Ă©l, aunque de nuevo insiste en una unidad conspirativa que nunca existiĂł de monĂĄrquicos, falangistas, grandes fortunas y africanistas (por suerte, se olvida de la Iglesia CatĂłlica, que frecuentemente es incluida por los polemistas izquierdistas como otra conspiradora), analiza e investiga el funcionamiento de los servicios de informaciĂłn militares y diplomĂĄticos de los gobiernos republicanos y su incapacidad para detectar (o denunciar) la conspiraciĂłn militar de 1936. Sin embargo, de nuevo, amparĂĄndose en la desapariciĂłn de archivos y de hojas de servicios, Viñas vuelve a ofrecernos hipĂłtesis sin mucha base sobre complicidades y ocultamientos. Como en algunos polemistas, las huellas de la guerra frĂa son notables en Viñas, y por ello tiende a buscar una gran conspiraciĂłn oligĂĄrquica ramificada por todos los poderes del Estado, en vez de una prosaica conspiraciĂłn casi puramente militar (minoritaria en los altos estamentos) que a duras penas, y sobre la hora, consigue consolidarse sumando las aventuras de algunas organizaciones paramilitares de la derecha monĂĄrquica o el falangismo, y cuyo amplio apoyo social inicial, es posible que mayoritario, se debiĂł en exclusiva a los errores y excesos del Frente Popular, y no a una perenne voluntad golpista del hemisferio derecho de la sociedad.
A este respecto son especialmente recomendables algunas de las Ășltimas obras sobre la conspiraciĂłn militar de 1936 y su ejecuciĂłn, como Julio de 1936. ConspiraciĂłn y alzamiento contra la Segunda RepĂșblica (Barcelona. CrĂtica, 2011), de Francisco AlĂa Miranda; ConspiraciĂłn para la RebeliĂłn militar del 18 de julio de 1936 (del 16 de febrero al 17 de julio) (Madrid. SĂlex, 2013), de JosĂ© GarcĂa RodrĂguez; la excelente Las conspiraciones del 36. Militares y civiles contra el Frente Popular (Madrid. Espasa, 2019), de Roberto Muñoz Bolaños y 1936. La ConspiraciĂłn (Madrid. SĂntesis Editorial, 2008), de Enrique Sacanell. Una lectura atenta de estas obras, aunque alguna insista en los tĂłtems de los autoproclamados «ortodoxos», nos señala que nunca hubo una conspiraciĂłn unitaria cĂvico-militar de gran alcance, sino un desorden de conspiraciones: desde las operetas monĂĄrquicas y las ensoñaciones falangistas hasta el descontento de militares republicanos o de militares âprofesionalesâ que habĂan ganado mucho poder durante la etapa de Gil Robles (y Fanjul) en el ministerio de Guerra y que, aprovechando los descontentos y temores de gran parte de la sociedad española, y con casi plena independencia del poder econĂłmico, del eclesiĂĄstico y de las organizaciones de masas de la derecha, terminaron confluyendo bajo la no excesivamente firme ni brillante batuta del General Mola. El alcance y el apoyo social de esta conspiraciĂłn y su Ă©xito relativo son materia de otras discusiones, y exigen preguntas y debates sobre los antecedentes a estos hechos que algunos nos quieren hurtar, por pura militancia polĂtica.