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Relato de una obsesión

Mucho se ha dicho ya sobre Escándalo, relato de una obsesión, la nueva serie que Telecinco emitió el pasado miércoles por primera vez. Y Dios quiera que por última. Mucho se ha dicho y yo no voy a recrearme en lo que todos ya sabemos: la serie trata de romantizar la pedofilia a través de un guion delirante. Esta es la verdad. Sin embargo, sí quiero rescatar ahora algunas reacciones a la serie, que evidencian, casi con mayor claridad que el primer capítulo, el blanqueamiento de la decadencia que desde hace ya bastante tiempo viene defendiendo Telecinco en prime time. Lo más acertado sobre Escándalo lo ha escrito, sorprendentemente, James Rhodes. Él ha venido a decir que no está en contra de una serie sobre la pedofilia —yo tampoco lo estoy— siempre que el enfoque, claro, sea radicalmente crítico: ¿por qué lo promocionáis como una especie de thriller erótico lascivo?, escribía el pianista en redes sociales. Y creo que dio con la clave.

El relato de esta obsesión, que no es más que la de Telecinco por arañar audiencia en el filo del morbo y lo delictivo —¿recuerdan aquello de Rocío Carrasco?—, ha ido empeorando con cada declaración de los defensores de la serie. Decía que Rhodes da en el clavo porque el asunto que ha de preocuparnos no es la temática de la serie —sencillamente desagradable—, sino el barniz de enamoramiento con que han pretendido revestirla. Y este enfoque es precisamente el que los creadores están procurando defender a capa y espada. Afortunadamente, no siempre es cierto que los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz. Aurora Guerra, creadora de la serie, se cuestionaba el otro día, bastante sorprendida, sobre el porqué de tanta polémica: «He hecho otras historias en las que se ha abusado de niñas, o en las que se ha violado, y no se ha generado tanta polémica». A Aurora habría que explicarle, claro, que en esas otras series no trataba de blanquear el delito.

Claro que la mejor explicación se la han dado los espectadores, una vez más. Si bien es cierto que en Twitter el tráiler acumula ya más de tres millones de visualizaciones, el día de su estreno, apenas un 10,9% de la audiencia sintonizó Telecinco. Y mientras en el canal de Mediaset se proyectaban escenas de sexo entre una cuarentona y un quinceañero, la gran mayoría de espectadores veían Atrapa un millón. Ni la morbosa promoción en redes sociales ni la agigantada polémica han servido para salvar la audiencia de Escándalo, relato de una obsesión. La serie, un bodrio marca España, presenta la vida truculenta y desgraciada de una mujer con graves problemas mentales, es evidente. Tras perder al hijo que esperaba y con el anuncio de su divorcio, decide adentrarse en el mar, en una especie de suicidio trágico. Es entonces cuando un adolescente musculoso acude a salvarla, y apenas dos minutos después del comienzo del capítulo ya mantienen ellos, escandalosamente, un primer encuentro sexual. Y por lo que sea —Roma no paga traidores— la serie no ha cuajado entre el público.

En defensa de este relato de una obsesión —la de Telecinco por el morbo y la audiencia, recuerdo—, han intervenido también guionistas y actores. Es curioso, precisamente, cómo se intenta abrir el debate hacia el lado opuesto; cómo se escandalizan ahora quienes debieran estar abochornados. Santiago Díaz, guionista de la serie, se preguntaba frente a la prensa hace apenas unos días: «¿No se puede emitir contenido en el que se muestra un delito? Fuera series de asesinatos, de robos, de secuestros…». Y con este interrogante, que se disimula inocente, introdujo a la palestra el debate de la pederastia. ¿No se puede hablar de pederastia en el espacio público? ¿Cuál es la libertad de creación en España? ¿Hasta qué límite se puede tratar la pederastia en la ficción? Y poniéndose en el papel de la víctima, protomártires de la libertad artística, poco a poco avanzan en sus interrogantes hasta llegar, ya verán que dentro de no tanto, a un «¿cómo tiene cabida la pederastia en nuestra sociedad?».

La actriz del thriller, Alexandra Jiménez, ha concluido el esperpento con, quizás, la más bochornosa declaración: «creo que es importante ahondar en temas incómodos y en todo tipo de historias para mostrar verdaderamente la naturaleza humana en todo su esplendor». En palabras de la protagonista, Escándalo, anatomía de una obsesión indaga en el «esplendor» del ser humano. Ay. Ellos dirán lo que quieran, claro. Y tratarán de defender la serie contra todos. Moverán Overton con radicalidad. Y nosotros deberemos decir con claridad que Telecinco financia la apología de la pederastia. Así que basta ya.

Estudiante de Relaciones Internacionales, Filosofía, Política y Economía. Colaborador habitual de La Gaceta, Revista Centinela, Libro sobre Libro y La Iberia. Woody Allen, Fernando Alonso y Julio Camba.

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