Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Tamames y el revulsivo de la vejez

Su vejez puede haber ayudado a franquear a Vox el acceso a esos jubilados que todavía se le resisten 

La vejez de Ramón Tamames es uno de los mayores aciertos (seguramente imprevisto) de la moción de censura de VOX. Y no me refiero sólo al hecho de que la experiencia y la veteranía sean un grado, como han terminado por admitir algunos opinadores inicialmente recelosos. Me refiero al valor político intrínseco de que Tamames sea un anciano -en muy buena forma mental, ciertamente- y que defendiera lo que defendió, que lo hiciera con el tono como lo hizo, y que fuera de la mano de VOX. 

Conviene reflexionar con detenimiento sobre el carácter insólito de su presencia en el Congreso. De unas décadas para acá hemos construido un mundo público, un escaparate social si quieren, donde sólo tienen cabida aquellos que tienen lozanía y vigor, o la aparentan. También exigimos belleza, aunque ahora ciertas formas de frikismo estético empiecen a ser promocionadas. Y podemos tolerar la arruga siempre que la personalidad de su portador encaje en el modelo. O sea, que aceptamos a los viejóvenes, pero no a los viejos viejos, cuya reciedumbre es, en sí misma, toda una moción de censura al mundo en que vivimos.

Es la nuestra una sociedad de alegría obligatoria, donde se sobrevaloran la impulsividad y la espontaneidad. Y, sobre todo, el estar dispuesto a jugar a casi cualquier cosa. La ductilidad de la juventud es la perfecta metáfora de un modelo que, desde la revolución juvenil de los 50 y 60, se ha instalado cada vez más en la provisionalidad y la fugacidad. En un aparente culto al aquí y ahora, que no es tal, o que carece de los sentidos más densos que pueden asociarse a esa idea, porque ha forjado un ahora que carece de sustancia, pues es puro movimiento compulsivo. En este escenario no hay lugar para el reposo, o la meditación, de modo que los viejos resultan excluidos de forma natural. 

Los análisis a veces ignoran que la realidad funciona por capas, que no todo vale para todos, y que hay sectores de la población a los que resulta más difícil llegar. En el caso de VOX, los jubilados y pensionistas son un nicho que se le resiste, pese a que a primera vista deberían ser un target electoral receptivo a su mensaje. La encuesta del CIS previa a las elecciones del año 2019 indicaba que sólo un 2% de mayores de 65 años estaba dispuesto a votar a VOX, lo que les situaba como la franja de edad más claramente desfavorable para el partido que lidera Santiago Abascal. Esto es sorprendente, porque hablamos de un partido que reivindica una cierta idea de la solidez frente a un mundo líquido, y que aboga por esos dioses fuertes de los que habla R. R. Reno. Parece que las personas de más edad deberían ser especialmente sensibles a este intento de frenar un poco el ritmo enloquecido del mundo.

Hay varias razones para este distanciamiento. La más obvia es que los más mayores se informan casi únicamente a través de la televisión, o la radio, que no son los medios más favorables para el partido de Santiago Abascal. VOX se siente más cómodo en la comunicación de las redes sociales, que le permite dirigir y seleccionar sus discursos, responder a las acusaciones y controlar mejor su mensaje. Pero los más mayores apenas usan internet y todavía menos las redes sociales. Esto es un hándicap para VOX.

La segunda razón es que los ancianos son, por lo general, los más miedosos, los más sensibles a las campañas de descrédito que a menudo se lanzan contra el partido de Abascal, presentándolo como una amenaza y un peligro para la humanidad entera. VOX apenas tiene forma de contrarrestar esto, incluso aunque, en no pocas ocasiones, y especialmente en los debates, el líder del partido ofrezca una imagen bastante sensata y tranquilizadora. De modo que podríamos decir que la labor de los medios logra desvincular a las personas de más edad de aquellos discursos que, sobre el papel, están especialmente dotados para entender.

Sin embargo, ¿y si es un venerable anciano el que toma la palabra y ataca a Sánchez con argumentos similares a los que usa VOX? Un hombre del que, a buen seguro, nada sabrán los más jóvenes, pero que, probablemente, sea visto como una figura de prestigio por los más mayores, que sí habrán oído hablar de él. 

Tamames es el caballo de Troya con el que VOX ha intentado, y posiblemente conseguido, abrirse paso hacia ese sector que le tiene miedo. Los enemigos de VOX han visto en la vejez del profesor una prueba de claudicación, una señal de que se trataba de una moción grotesca y a la desesperada. Un signo de derrota anunciada, en fin. Sin embargo, que VOX ceda el protagonismo a ‘un viejo’ es una forma de hablar con hechos y lanza un mensaje de respeto a la experiencia en tiempos de insensato juvenilismo.

Es también un modo de decirle a los mayores: no se resignen a ser apartados como muebles viejos, su veteranía tiene valor, y su prudencia es necesaria; no están fuera de juego y tienen mucho que aportar. Y si quieren temerle a algo, no tengan miedo a las ideas que Tamames representa, que en realidad son muy próximas a las suyas, sino a aquellos a los que él ha criticado con buenos argumentos y que no han sido capaces de responderle más que con condescendencia. Con la misma condescendencia que ustedes reciben a diario. Este es el mensaje que la moción de Tamames ha lanzado a los pensionistas. Probablemente sin que sus promotores y su protagonista fueran conscientes de ello.

Añadamos que, en una sociedad donde cada vez es más difícil que los más jóvenes se encuentren con figuras de referencia de edad avanzada (salvo que las tengan en su familia), la lucidez del profesor en el Congreso tiene por fuerza que haber sorprendido a muchos. Tamames ha sido un poco como ese astronauta humano caído en el planeta de los simios que, de entrada, tiene que demostrar que tiene capacidad para el lenguaje, pero que luego resulta estar muy por encima de la mayoría de los primates que le miran con falsa superioridad. Como apuntaba Hughes con acierto, Tamames es un ser venido del pasado -de la creación del régimen del 78- para advertir a sus nietos: «La democracia no es esto, no es esto». Incluso podemos sospechar que se ha prestado al desgaste de la moción de censura, y al acoso de los medios, no tanto por su narcisismo como porque ha visto la estatua de la libertad enterrada en la playa, por seguir con la metáfora de la película de Franklin J. Schaffner y Charlton Heston.  

Para colmo, Tamames, que ha demostrado ser todavía un hombre ágil de mente, ha sabido desnudar con certeros y sintéticos manotazos el artificio, la retórica y la banalidad del actual parlamentarismo. Lo ha hecho con mensajes breves y afilados, fácilmente replicables a través de las redes, lo que ayudará a su difusión y la multiplicará. En realidad, por decirlo con el lenguaje de internet, el viejo profesor les arreó a los portavoces gubernamentales unos zascas más que notables, pero con una elegancia, precisión e ironía hoy inhabituales.

El mejor, sin duda, su denuncia del tiempo perdido en discursos vacíos. Como ha explicado con acierto Enrique García-Máiquez, nadie mejor que un anciano para apreciar el valor del tiempo. Y he ahí otro rasgo contracultural esencial de la vejez frente a la constante farándula de nuestros días. La vejez invita al reposo, a la ponderación, a hacer balance, porque quien ve agotarse la arena del reloj del tiempo no está para ocurrencias. Al contrario, necesita aferrarse a la vida a través de sentimientos verdaderos. Y necesita un mundo sólido ahí afuera en el que gastar sus últimos días. Algo distinto de un oleaje permanente que les zarandee y les descoloque, por mucho que, como en los cruceros, la oferta incluya bebida y comida gratis (y viajes del Imserso, que ahora, además, van a subir de precio). El reposo de la vejez es, hoy revolucionario. Y el sentido del humor de los mayores, con su destilado de experiencia vital y su retranca, nos vendría muy bien como contrapunto a la pachanga habitual.  

De modo que la vejez de Tamames que fue vista por muchos como la prueba de la inutilidad de la moción, puede convertirse en la llave maestra que termine por darle todo el sentido

Más ideas