«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU

Totalitarismo blando: el riesgo occidental segĂșn Francisco Contreras

Como anotaba Richard Millet, nuestras sociedades estĂĄn devastadas por una enfermedad que se llama progresismo, que se presenta como la forma buena (polĂ­ticamente correcta) de concebir las relaciones entre las personas y con las instituciones; esa forma para la que Millet acuña el nombre de «totalitarismo angĂ©lico». Es un sistema totalitario porque quien no se adecĂșe a la correcciĂłn polĂ­tica (que tiene poco que ver con la rectitud), queda excluido de los mecanismos del poder, de los escenarios mediĂĄticos y hasta de las relaciones interpersonales. En un nuevo libro[1] que resulta cultural y polĂ­ticamente tan necesario como un manual de supervivencia en una jungla salvaje, Francisco Contreras examina las formas de este nuevo escenario, del que analiza los detalles y prefigura la evoluciĂłn, describiĂ©ndolo como un «totalitarismo blando» cuya aterciopelada superficie esconde una intencionalidad feroz de transformaciĂłn de la sociedad. El trabajo filosĂłfico-polĂ­tico de Contreras concentra en este volumen un desarrollo coherente y brillante, que a su vez se convertirĂĄ en punto de partida para ulteriores anĂĄlisis, segĂșn el flujo interminable de la historia y del espĂ­ritu.

A travĂ©s de una serie de ensayos y artĂ­culos escritos entre 2018 y 2022, delinea un anĂĄlisis del mundo contemporĂĄneo que demuestra que el totalitarismo no desapareciĂł con el colapso de la UniĂłn SoviĂ©tica, sino que se ha modificado, cobrando en Occidente la forma de un totalitarismo de tipo inĂ©dito, que se define «blando» porque, a diferencia de los que tuvimos la desgracia de conocer en el pasado, no se ejerce con el criterio de la fuerza mĂĄs o menos bruta de la represiĂłn y el encarcelamiento, sino con los artificios de la persuasiĂłn, mĂĄs o menos oculta, que se propone la manipulaciĂłn de las mentes evitando la reclusiĂłn de los cuerpos, al menos en las formas mĂĄs groseras del encarcelamiento (aunque en los Ășltimos años hemos visto y sufrido, por momentos, la emergencia tambiĂ©n de lo segundo). Porque el mecanismo totalitario de lo polĂ­ticamente correcto es blando en los modales, pero violento en su teorĂ­a, cuya esencia sojuzgadora y dictatorial permanece invariada desde hace siglos, por lo menos desde el jacobinismo de 1789. En efecto, los dos tipos de totalitarismo, uno pĂ©treo y otro mĂłrbido, tienen en comĂșn una violencia ideolĂłgica y una idĂ©ntica obsesiĂłn de control polĂ­tico sobre las dinĂĄmicas sociales y sobre las libertades personales.

Contreras ilustra el panorama del totalitarismo occidental valiĂ©ndose de numerosos ejemplos temĂĄticos y referencias textuales a aquellos autores, de las mĂĄs diversas disciplinas, que analizan y describen los aspectos mĂĄs relevantes de esta nueva (y por muchos aspectos aĂșn no del todo definida) sociedad totalitaria que se estĂĄ perfilando. He aquĂ­ un breve catĂĄlogo del que podemos llamar el tĂșnel de los horrores polĂ­ticamente correctos.

En un lugar de relieve se sitĂșa la ideologĂ­a del wokeism, esa «cancelaciĂłn woke» que actĂșa tanto como intimidaciĂłn hacia quienes de un modo u otro apelen a la tradiciĂłn, como en remociĂłn de los sĂ­mbolos y conceptos que pueden conservar o reforzar el nexo con la tradiciĂłn misma, los cuales son reemplazados por Ă­dolos formales, incluso lingĂŒĂ­sticos, que vehiculizan los preceptos de esta nueva versiĂłn de la iconoclastia revolucionaria sesentayochista.

Luego, las teorĂ­as denominadas gender, que difunden e imponen la relatividad de la distinciĂłn biolĂłgica entre varĂłn y mujer, sustituyendo, hasta lingĂŒĂ­sticamente, la diferencia entre femenino y masculino por una neutralidad de gĂ©nero que, con el pretexto de liberalizar las tendencias sexuales, les impide a ambos gĂ©neros seguir siendo ellos mismos. Por otra parte, ligado al genderismo, el feminismo radical toma aliento de la diferencia de gĂ©nero para insinuar una diferencia polĂ­tica: los buenos, los progresistas; los malos, los conservadores.

Y mientras que el terreno cultural y el de género son åmbitos inveterados de la propaganda progresista, una frontera de ésta relativamente nueva consiste en la teoría de la crisis ecológica, un ambientalismo ideologizado que produce lo que Contreras define como «histeria climåtica», mediante la cual queda suprimido cualquier debate racional sobre un tema que es objetivamente importante, pero que se ve instrumentalizado para fines ajenos a lo que sería un auténtico anålisis del problema ambiental.

Sobre todos estos territorios aletea el marxismo cultural, con su tesis de la superioridad moral de la izquierda, convertida en mecanismo de poder con la idea gramsciana de la conquista de centros de producciĂłn y de difusiĂłn del conocimiento. La vieja letanĂ­a de la creaciĂłn del hombre nuevo, con la que el marxismo ha enviciado la atmĂłsfera polĂ­tica y cultural por mĂĄs de un siglo, se retoma hoy bajo un disfraz salvĂ­fico: «las diversas formas de “progresismo” tambiĂ©n son expresiĂłn de un deseo secreto de salvaciĂłn: nos convocan a luchar por un “mundo mejor” que siempre es aplazado un poco mĂĄs adelante» (p. 249).

De ahí viene el uso de la inmigración extraeuropea como arma a largo plazo para una sustitución étnica, pero sobre todo cultural, de los pueblos europeos; un intento difícil de realizar completamente, pero que de todos modos desorienta y produce efectos desestabilizantes en la sociedad. Y con la ambición salvífica se conecta también el afån de imponer derechos artificiales e instaurar la que en realidad es una «subversión del derecho»: cuando los derechos humanos dejan de ser para el hombre y se vuelven contra el hombre, cesan de ser humanos para convertirse en arbitrios.

Un anålogo criterio es esgrimido contra la propiedad privada y la intangibilidad personal, que son vistas como un abuso y consideradas como etapas de una transición antropológica, en la cual el proyecto de transhumanismo viene a constituir el elemento caracterizador, que postula «la superación de la especie humana, que serå sucedida por el superhombre genéticamente mejorado». Pero así el hombre ya no es un fin en sí mismo, sino un medio para otra cosa, en un desplome sin fin en el que, como escribe Contreras, «el sentido de la existencia humana habría estribado en prepararle el camino a la inteligencia mineral» (p. 215).

A estos diversos aspectos de una misma tendencia totalitaria, podemos sumar un fenĂłmeno reciente e inesperado como es la gestiĂłn polĂ­tico-sanitaria de la pandemia que ha sido adoptada por gran parte de los gobiernos occidentales, donde es directamente la libertad personal ―la libertad de elecciĂłn de los tratamientos mĂ©dicos, que era un punto inamovible en la conciencia civil y en la vida prĂĄctica de los paĂ­ses occidentales― lo que se viĂł afectado por medidas que han mostrado cuĂĄn fĂĄcil pueda ser instaurar un mecanismo de caracterĂ­sticas indudablemente dictatoriales, que aun habiendo surgido de decisiones extrapolĂ­ticas e incluso supranacionales, fue adoptado  por la polĂ­tica y absorbido por los varios Estados nacionales (salvo minoritarias excepciones) de manera increĂ­blemente acrĂ­tica. Se trata de un sĂ­ntoma enormemente grave del progresivo deslizamiento hacia formas de un totalitarismo difuminado y disfrazado de razĂłn de Estado. Esta praxis superficial y expeditiva para resolver problemas complejos es indicio de una degeneraciĂłn occidental para afrontar la cual no disponemos todavĂ­a de todos los instrumentos teĂłricos y prĂĄcticos.

Y a quienes denuncian estas agresiones ideolĂłgicas contra la civilizaciĂłn occidental, los militantes del totalitarismo blando replican arrojĂĄndoles en la cara el epĂ­teto infamante: fascistas. Porque como nos recuerda Contreras, «la costumbre de llamar “fascista” al discrepante ha sido uno de los legados mĂĄs persistentes del 68» (p. 98).

A estas ramificaciones totalitarias, Contreras opone argumentaciones específicas caso por caso, pero englobadas en un horizonte teórico unitario. Para concretizar las instancias anti-totalitarias, de defensa de las libertades personales y sociales en el surco de la tradición judeo-cristiana, de garantía de los derechos naturales individuales y colectivos, no hay alternativa, considera el autor, sino dentro del marco occidental entendido como sistema socio-económico capitalista, y no hay otro åmbito político-cultural en el que el hombre occidental pueda afirmar su propia identidad sino el occidental: al afirmar que «hay que salvar a Occidente de su autodestrucción», reconoce y sostiene al mismo tiempo que «no hay esperanza fuera de Occidente» (p. 14).

Por lo tanto, para contrarrestar el avance de este totalitarismo disfrazado de liberalismo, hay que ahondar en las raíces profundas del espíritu occidental mismo, en vez de recurrir a auxilios exóticos como, por ejemplo, la doctrina rusa del eurasianismo, sirena anti-occidental y nacional-bolchevique con la que los astutos herederos del KGB intentan seducir a esos conservadores que detestan a Occidente no sólo por su pérdida de los valores tradicionales (lo cual es efectivamente detestable), sino porque consideran ademås que dicha pérdida sea imputable al liberalismo y al pensamiento moderno. Pero el problema no es el liberalismo, sino su degeneración en el progresismo liberal (en el sentido norteamericano del término), y este libro enfoca nítidamente el nudo histórico de la cuestión: la nueva derecha occidental hoy debe incluir al conservadurismo y al liberalismo, depurados ambos de los extremismos, o sea de los radicalismos que desembocan en totalitarismo[2]. Así se abre el camino para la unión del conservadurismo con el liberalismo antiprogresista; una unión que, como observa Contreras, se propone «como modelo para el centro-derecha europeo» y occidental en general[3].

El nuevo libro de Francisco Contreras representa una admonición a la conciencia occidental, un llamamiento a observar la actual realidad histórica sin las anteojeras de lo políticamente correcto, y por eso traza a la vez un camino para afrontar también en lo concreto el problema político crucial que incumbe tanto a nivel nacional en muchos países como en el åmbito del Parlamento Europeo: cómo unir el grupo de Conservadores y Reformistas Europeos con el del Partido Popular Europeo construyendo una alianza estratégica entre los conservadores y los liberales anti-progresistas que ahora puede y debe basarse, no ya en intereses pragmåticos contingentes, sino en valores y principios ideales permanentes. 

Trad. del italiano de Claudia Razza


[1] Francisco José Contreras, Contra el totalitarismo blando, LibrosLibres, Madrid 2022, 262 pp.

[2] Cfr. F. J. Contreras, Una defensa del liberalismo conservador, UniĂłn Editorial, Madrid 2018.

[3] F. J. Contreras, Liberalismo, catolicismo y ley natural, Ediciones Encuentro, Madrid 2013, pp. 131 sgg.

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