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Largo Caballero, el ‘Lenin español’ con monumento en Nuevos Ministerios

Junto a los Nuevos Ministerios de Madrid se encuentran dos estatuas de dos dirigentes históricos del socialismo español a los que la izquierda en general, desde la más extrema a la socialdemocracia –esa que reivindica Podemos-, rinde una admiración desmedida. Estas dos moles de bronce están dedicada a Largo Caballero e Indalecio Prieto. Hoy vamos a hacer un repaso del primero de ello, apodado el “Lenin español” por la deriva revolucionaria en la que fue entrando a medida que iba acercándose al poder.

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Su vida estuvo ligada a la política desde muy joven y ya desde 1918 ocupaba un puesto en el Congreso de los Diputados en representación del PSOE, por entonces un partido que se definía como marxista-leninista y que pese a su defensa de la socialdemocracia tenía más de socialismo revolucionario que de defensor de la democracia.

Durante el Gobierno del general Primo de Rivera formó parte del Consejo de Estado entre 1924 y 1929 y llegó a estar durante unos meses de 1927 en la Asamblea Nacional Consultiva, pero su verdadero ascenso dentro del PSOE y en la política nacional se produjo una vez proclamada la segunda República. Aprovechando su cargo de secretario general de UGT, cargo que ocupó entre 1918 y 1938, medró dentro del partido siendo nombrado presidente en 1932 en sustitución del moderado Julián Besteiro.

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Durante la Segunda República fue diputado desde 1931 hasta el final de la Guerra Civil en 1939, ministro de Guerra, ministro de Trabajo y, finalmente, entre 1936 y 1937, presidente del Gobierno.

Entre tanto, fue uno de los más activos organizadores del golpe de Estado camuflado como huelga revolucionaria en octubre de 1934. Se le acusó, y permaneció detenido, de un delito de rebelión en grado de dirigente máximo. Pero nadie podía llamarse a engaño, lo llevaba anunciando desde un año antes durante la campaña electoral: “En las elecciones de abril (1931), los socialistas renunciaron a vengarse de sus enemigos y respetaron vidas y haciendas; que no esperen esa generosidad en nuestro próximo triunfo. La generosidad no es arma buena. La consolidación de un régimen exige hechos que repugnan, pero que luego justifica la Historia”. “Vamos a la Revolución social. ¿Como? (una voz del público: como en Rusia) No nos asusta eso…Habrá que expropiar a la burguesía por la violencia”. “Tenemos que recorrer un periodo de transición hasta el socialismo integral, y ese período es la dictadura del proletariado, hacia la cual vamos. Había que preparar la ofensiva socialista”.

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Ya antes, en ese 1931 al que se refería en la anterior cita, ante una posible disolución de las cortes que perjudicaba a los intereses del PSOE, el diario de sesiones del Congreso de los Diputados recoge unas inquietantes palabras suyas: “No puedo aceptar la posibilidad, que sería un reto al partido, y que nos obligaría a ir a una guerra civil”.

Sus declaraciones tanto en actos políticos, como publicadas en diversos medios no dejan lugar a la duda de su desprecio por la democracia, una circunstancia que la izquierda de hoy, a la que se le llena la boca de esa palabra, no tienen en cuenta a la hora de rendirle tributo. “Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos”, afirmaba en enero de 1936 en un mitin en Alicante.

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Para quienes lo presentan como un defensor de la democracia y quienes pretenden vincular este sistema político con la izquierda, habría que recordar sus palabras en un acto del partido en Linares dos días después: “La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la revolución”.

 

Y pocos meses antes del alzamiento del 18 de julio se dedicaba a asegurar que la guerra civil era inevitable, así, el 24 de mayo el periódico El Socialista recogía unas declaraciones suyas: “Cuando el Frente Popular se derrumbe -anunció-, como se derrumbará sin duda, el triunfo del proletariado será indiscutible. Entonces estableceremos la dictadura del proletariado, lo que… quiere decir la represión de las clases capitalistas y burguesas”. Ya no hablaba de llegar al poder por medio de la guerra, estaba avisando de los cientos de miles de asesinatos que se cometieron en la zona republicana durante la Guerra Civil.

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Y dos citas más, una para aquellos que defienden que la Guerra Civil fue un choque entre militares autoritarios y demócratas representados por el Frente Popular al que pertenecía el PSOE: “No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad”, palabras pronunciadas durante una conferencia de Largo Caballero en Ginebra durante el verano de 1934.

 

La segunda una amenaza a sus rivales políticos, a quienes les avisa de que no respetarán el resultado de las urnas tras las elecciones si estas no les dan la victoria: “El jefe de Acción Popular decía en un discurso a los católicos que los socialistas admitimos la democracia cuando nos conviene, pero cuando no nos conviene tomamos por el camino más corto. Pues bien, yo tengo que decir con franqueza que es verdad. Si la legalidad no nos sirve, si impide nuestro avance, daremos de lado la democracia burguesa e iremos a la conquista del Poder”, en este caso lo decía durante el mitin electoral que dio en el cine Europa en enero de 1933.

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