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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El islamismo radical se implanta en el metro de El Cairo

Clérigos sunitas adoctrinarán a los usuarios del metro de la capital de Egipto durante sus trayectos a sus centros de trabajo

Los usuarios del metro de El Cairo a los que les surja alguna duda sobre el islam de camino al trabajo o de vuelta a casa pueden consultar a expertos en el quiosco que Al Azhar -la institución educativa suní de referencia en Oriente Medio- ha establecido en una de las principales estaciones de la ciudad.

El pequeño cubículo, cuya instalación ha contado tanto con defensores como detractores, se encuentra en un pasillo de la laberíntica parada de Al Shuhadá, donde se cruzan las dos principales líneas que atraviesan el subsuelo de la capital egipcia.

Es un proyecto piloto de la universidad y centro de estudios Al Azhar, explicó su coordinador de prensa, Mohamed Said Wardani.

El objetivo, según Wardani, es facilitar el acceso a una fetua -directriz no vinculante que se basa en la «sharía» o ley islámica- para que los fieles no tengan que ir hasta las oficinas de Al Azhar, «que pueden estar más lejos de sus lugares de trabajo».

La elección del metro responde, según el portavoz, a que es uno de los medios de transporte más importantes de la ciudad, en el que se trasladan cada día unos tres millones de cairotas.

En el quiosco, el fiel se sienta cara a cara con el experto para plantear sus preguntas y dudas sobre el islam.

Un cartel advierte de que solo se pueden abordar cuestiones relacionadas con la vida personal y los dogmas de fe musulmanes.

De esta forma, parece que Al Azhar quiere evitar consultas incómodas sobre asuntos políticos o sociales que podrían poner a sus clérigos en un situación difícil, ya que la institución tradicionalmente ha servido a los intereses del Gobierno.

Los fieles preguntan sobre todo por cuestiones relacionadas con el divorcio, el matrimonio, la herencia y las finanzas, detalló Wardani.

A pesar de que el metro no parece el lugar más adecuado para plantear dudas espirituales, en medio del vaivén y de las prisas, algunos viajeros sí hacen uso de este nuevo servicio, como una joven pareja que permaneció en el quiosco más de un cuarto de hora o un hombre que realizó una consulta exprés de pocos minutos.

El muftí del quiosco, preguntado sobre el matrimonio entre una cristiana y un musulmán, explicó que el islam no se opone a dicha unión -en la que la novia puede mantener su fe- si cuenta con la aprobación de las familias de ambos.

«Los hijos serán musulmanes, no es posible que sean mitad y mitad, en absoluto», aseveró el clérigo, que antes de recibir cualquier consulta apunta en un gran registro manual el nombre y el número del carné del que la realiza.

Al igual que una esposa musulmana, la cristiana «recibe lo que le corresponde, esto es, comida, alojamiento y lo necesario para cubrir sus necesidades» y tiene que cumplir con sus «deberes», entre los que está «obedecer a su marido si es para bien», aclaró.

El esposo «no puede forzar a su mujer a convertirse al islam, pero sí tiene que darle a conocer su religión», agregó.

Si ella decide libremente abrazar esa fe, «tiene que cumplir con sus normas y preceptos, como llevar el velo», advirtió el religioso, que debido al calor se despojó del gorro rojo y blanco que suelen vestir los empleados de Al Azhar.

Durante esta consulta, de unos diez minutos, el muftí habló de forma sencilla, sin citar versos del Corán ni conceptos religiosos elaborados, y echando mano más de la tradición y las costumbres que del «fiqh» (ciencia islámica del derecho).

Precisamente, esta iniciativa busca llegar a los ciudadanos y «protegerlos de las ideas desviadas», explicó Wardani, en referencia tanto a las ideologías extremistas como a las moralmente reprobadas por el conservadurismo social o institucional.

De hecho, el presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi, encargó en 2015 a la prestigiosa universidad que lidere la reforma del discurso religioso para frenar las ideas radicales que alimentan el terrorismo.

Los detractores han denunciado que, lejos de contrarrestar la propagación del extremismo, Al Azhar contribuye al pensamiento radical con sus enseñanzas conservadoras y que su postura promueve las tensiones sectarias y la discriminación de las minorías religiosas en Egipto, como recogió en un reciente informe la ONG Iniciativa Personal para los Derechos Personales.

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