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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La gran victoria del ISIS: Occidente, una bomba aún por explotar

Nadie ha hecho más en menos tiempo contra la organización terrorista que Vladimir Putin y la aviación rusa. Hoy el ISIS es historia en Siria, pero el escenario en Oriente Medio continúa siendo propicio para la difusión del islamismo.


«Hemos conseguido expulsar al ISIS de Siria». Las palabras de Vladimir Putin terminan con un conflicto que durante los últimos cinco años ha marcado el paso en Oriente Medio, especialmente en Siria e Irak. El presidente ruso desplegó a su poderosa aviación el 30 de septiembre de 2015 con el objetivo de socorrer los esfuerzos bélicos del Gobierno de su aliado, el sirio Bashar Al-Assad, que desde el comienzo de las Primaveras Árabes había tenido que soportar una guerra civil en dos frentes: los terroristas y los mal llamados rebeldes moderados, las milicias patrocinadas por las potencias occidentales para desestabilizar la zona.
Estados Unidos, con Barack Obama a la cabeza, anunció la liberación de «los pueblos de Oriente» y celebró los procesos revolucionarios que crearon el caldo de cultivo ideal para la aparición de grupos islamistas salvajes herederos del histórico Al-Qaeda, la organización terrorista capitaneada por Osama Bin Laden y Ayman Al-Zawahiri que vivía en aquellos momentos sus horas más bajas. La ONU autorizó una coalición internacional en la zona que resultó un completo fracaso. No obstante, durante el año en el que intervino en Siria, el Estado Islámico llegó a controlar el 70 por ciento del territorio del país.
La llegada de Donald Trump al poder hacía presagiar un cambio de rumbo en la zona. El republicano prometió durante la campaña electoral que Estados Unidos «dejaría de derrocar gobiernos por todo el mundo», pero pronto se descubrió que sus intenciones eran otras. Trump bombardeó instalaciones de la aviación siria, tras alertar convenientemente a Putin del acto, como respuesta al supuesto ataque con gas químico llevado a cabo por Al Assad.
Hoy el ISIS es historia en la zona gracias a los esfuerzos de Rusia. Nadie ha hecho más en menos tiempo contra el autoproclamado califato que Putin y los militares rusos. La campaña mediática contra el jefe del Kremlin ha sido intensa y basta con echar un vistazo a las liberaciones de Aleppo y Mosul para entender de qué parte estaban los grandes medios de comunicación en el conflicto. Las tropas norteamericanas permitieron la huída de los yihadistas de la ciudad iraquí rumbo a Siria, mientras que la victoria de Aleppo fue tratada como una «caída» y no como la recuperación de uno de los bastiones clave del Estado Islámico.
La derrota de la organización terrorista es una buena noticia. Siria camina hacia un proceso de paz donde el papel de Al Assad en la transición es innegable y la estabilidad está más cerca en el país que un día fue ejemplo de prosperidad en la región. Los negociadores de Suiza no pueden fracasar, pues tienen en sus manos una bomba cuya cuenta atrás empezó hace ya muchos años y nadie querrá que le explote en las manos.
Sin embargo, el ISIS ha vencido. Los herederos de Al-Qaeda, aunque esta última sigue presente en varios países, han convertido el terror en una factoría con millones de seguidores. Sus trabajos audiovisuales y sus ejercicios de propaganda han llegado a todo el mundo y han despertado la bestia que permanecía dormida en el interior de miles de islamistas. Las ejecuciones públicas, recibidas al principio con estupor en Occidente, ya no escandalizan demasiado y la sharia (ley islámica) podría tener futuro en Europa.

‘Quedan escasos focos de resistencia’

«El ministro de Defensa (Serguéi Shoigú) me informó hace dos horas de que las operaciones en las orillas este y oeste del Éufrates han concluido con la completa derrota de los terroristas», aseguró Putin, que admitió que pueden quedar «algunos focos de resistencia pero, a grandes rasgos, los combates en esta fase y en ese territorio han concluido».
En el mismo sentido, el jefe del Estado Mayor del Ejército ruso, Valeri Guerásimov, aseguró que «todos los grupos armados del EI en el territorio de Siria han sido aniquilados y todo el territorio ha sido liberado».
El militar explicó que las tropas al mando del general sirio Suhail Hasan, que contaban con el apoyo de batallones de voluntarios, destruyeron las últimas posiciones del Estado islámico en la provincia siria de Deir al Zur. El general destacó que todas esas operaciones fueron diseñadas y organizadas por instructores militares rusos que se encontraban en el seno de las diferentes divisiones militares gubernamentales.
«Las acciones coordinadas de las milicias kurdas y las fuerzas gubernamentales con el apoyo de la aviación rusa garantizaron la completa aniquilación del Estado Islámico en las provincias orientales de Siria», subrayó.

Un fenómeno mundial


El rostro del terror y el heredero de Bin Laden como gran figura mediática de las multinacionales islamistas. Abu Bakr Al-Baghdadi es uno de los hombres más misteriosos del mundo. Nadie sabe con certeza si está vivo o muerto, pero se conocen datos suficientes de su vida como para entender la influencia occidental, especialmente norteamericana, en su odio al mundo no islámico. Detenido en la ciudad de Faluya en 2014, el líder del ISIS fue enviado a la cárcel de Camp Bucca, donde se empapó del wahabismo y tomó la convicción de atacar al infiel.
Al calor de las revueltas en Túnez o Egipto en 2011, los islamistas comenzaron a tomar posiciones en la zona. Donde la revolución triunfó, los grupos terroristas se taparon bajo el manto democrático para tratar de alcanzar el poder e imponer la sharia. En Sira e Irak, Al Maliki y Al Assad contuvieron las protestas, pero pronto sus países se convertirían en escenario de largos conflictos.
En 2014, cientos de milicianos del ISIS, armados con humvees y tanques, tomaron varias ciudades iraquíes sin apenas resistencia. Allí encontraron la complicidad de las fuerzas armadas desmanteladas por Estados Unidos y varios grupos de la resistencia. Altos oficiales del partido laico Baaz se unieron a la organización terrorista que proclamó el califato y la llegada de la sharia al país.
Fuerzas suníes procedentes de varios países de la zona desembarcaron en Irak, donde la corrupción del Ejército era evidente: «Los militares se fueron corriendo, no había aviones, no había nada que los parara. Para ser sincero, los únicos que hicieron algo para detenerlos fueron los militares iraníes y las milicias chiíes”, admitió el exministro de Defensa iraquí Ali Allawi en un reportaje de Al Jazeera.
Los numerosos campos de petróleo permitieron a la organización terrorista crecer rápidamente. La compra de crudo en el mercado negro turco se convirtió en uno de los modos de financiación más eficaces. El amigo de Estados Unidos e integrante de la OTAN, Tariq Erdogan, se convirtió en uno de los aliados del grupo terrorista. El primer ministro turco entiende la proliferación de movimientos islamistas radicales como una forma eficaz de detener tanto la influencia chií en la zona como a los kurdos. De hecho, permitió el paso de yihadistas por su frontera, atacó a las milicias YPH kurdas y abrió la puerta al flujo de camiones que cruzaban la frontera cargados de petróleo procedente de las extracciones en Siria. Años después, la aviación rusa terminó con el corredor a golpe de bombardeo.

Producción audiovisual

El Estado Islámico entendió desde sus comienzos el mundo actual. Un parecer que choca con su visión medieval del mundo y que le valió adelantar por la derecha a Al Qaeda en fama mundial. Los terroristas comprendieron que, hoy en día, era más importante mostrar sus acciones al mundo que el propio valor de las mismas para su victoria final.
Desde que Al Baghdadi proclamó el califato, la organización comenzó a difundir sus crímenes a todo el mundo. Un estadounidense sentado en el sofá de su casa pudo ver en ‘prime-time’ la ejecución del reportero James Foley. Los detalles, cuidados como si de una superproducción de Hollywood se tratase, se repetían en cada ejecución: el verdugo vestido de negro, el mono naranja de las víctimas y las amenazas a los ciudadanos de todo el mundo.
Los crímenes impunes del ISIS enardecieron a los islamistas y les animaron a acudir a las mezquitas radicales donde los imanes, convenientemente financiados por potencias de la zona, asentaban sus pensamientos y, utilizando las suras más violentas del Corán, justificaban su sacrificio por la construcción de un Estado Islámico mundial.

El terror, en Europa

Desde Bruselas, el conflicto en Oriente Medio era visto con cierta pereza. Las instituciones comunitarias se limitaban a seguir las instrucciones de la OTAN y los principales dirigentes no eran conscientes del peligro al que se enfrentaba Occidente. Las calles de las grandes capitales eran escenario de un cambio de tendencia y barrios antier tranquilos y abiertos se convertían en guetos donde la Policía no tenía permitido el paso.
Europa despertó la noche del 13 de noviembre de 2015. Una célula terrorista organizada en Bruselas y que había utilizado el espacio Schengen para llegar a la frontera turca atacó París en un atentado múltiple en el que murieren 137 personas y otras 415 resultaron heridas. La semilla del ISIS comenzaba a germinar en el Viejo Continente y sólo unos pocos líderes estaban dispuestos a admitirlo.
Meses antes habíamos asistido al comienzo de una crisis migratoria sin precedente. Angela Merkel tensó la cuerda con Turquía y Erdogan decidió abrir el paso a cientos de inmigrantes que esperaban dar el salto a Europa. Los puertos y ciudades griegas se colapsaron y la Unión Europea decidió crear una suerte de corredor por los Balcanes para que los recién llegados pudieran alcanzar las naciones más prósperas del continente.
El espacio de libre circulación permitió que miles de inmigrantes cruzaran frontera tras frontera sin el más mínimo control. Aunque los dirigentes hablaron de crisis de refugiados, procedentes en teoría de Siria e Irak, la realidad no era tal. Bajo el flujo de verdaderos afectados por el conflicto se escondía una corriente migratoria financiada por algunos de los hombres más poderosos del planeta. Los terroristas entendieron entonces la situación y los líderes de las células activas en Europa aprovecharon el momento para enviar a sus muyahidines más decididos a comprobar cómo se hacían las cosas en Oriente Medio.

Los ataques a manos de «refugiados» y la presencia de terroristas con total impunidad obligaron a Merkel a tomar medidas, pero ya era demasiado tarde. Reino Unido, Francia, Bélgica y España se destaparon como auténticos semilleros islamistas que la connivencia de las autoridades había alentado durante la última época. El barrio bruselense de Molenbeek comenzó a sonar en todos los telediarios y sólo entonces los ciudadanos comprendieron la gravedad de la amenaza.
Europa ha sufrido decenas de ataques islamistas desde entonces. Con más o menos acierto, los terroristas han atacado las principales ciudades y no parece que estén dispuestos a detenerse, pues cuentan con muchos medios a su alcance y sus armas (simples vehículos o cuchillos de cocina) son incontrolables. Lo que sí es posible controlar son los discursos de odio que muchos imanes radicales propugnan por todo el continente.
Durante la campaña, Emmanuel Macron culpó a los franceses de la radicalización de los «jóvenes» del país. Cuando alcanzó el Elíseo, el candidato globalista entendió el tamaño de la amenaza y en apenas unos meses tramitó la nueva Ley de Seguridad, que incluye la posibilidad de clausurar centros destinados a propugnar las versiones más violentas del islam.

Las ‘no-go zones’

La moderna Europa cuenta con zonas prohibidas a las mujeres en sus grandes núcleos urbanos. Restricciones en la vestimenta, discriminación de la mujer y lugares sólo para hombres. Puede parecer que hablemos de alguna ciudad perdida al oeste de Mosul, pero es la realidad que se vive en muchos barrios periféricos de París, donde grupos de musulmanes radicales han tomado las calles y «recomiendan» a los vecinos que ciertas prácticas no son «nada aconsejables».
En las cafeterías y las calles de estos barrios hay un aspecto común que se repite: las mujeres desaparecen. Dos activistas de la llamada Brigada de las Madres denunciaron los hechos y mostraron la reacción de los musulmanes gracias a una grabación con cámara oculta.

Cuando Madia y Aziza accedieron al establecimiento, los hombres se sorprendieron. Las mujeres tienen prohibido «de facto» entrar en estos negocios y su presencia incomoda a muchos musulmanes que admiten sin ambages que «no deberían estar aquí».
«Esto no es París. Aquí tenemos una mentalidad diferente y seguimos las enseñanzas del islam», reconoció otro hombre, ajeno a la cámara que le está grabando. Cuando una de las activistas le preguntó si no estaría mejor viviendo en Arabia Saudí, el musulmán respondió: «Francia es un paraíso para nosotros».
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