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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Del Aquarius a Urdangarin

Fotografía facilitada por Médicos Sin Fronteras, del desembarco de inmigrantes hoy en Valencia. Los tres barcos con los 630 migrantes -incluidos más de cien menores- rescatados por el buque humanitario Aquarius llegaron hoy a Valencia (este de España) desde el Mediterráneo central, tras ocho días de una travesía dificultada por un temporal marítimo y en condiciones precarias.
Fotografía facilitada por Médicos Sin Fronteras, del desembarco de inmigrantes hoy en Valencia. Los tres barcos con los 630 migrantes -incluidos más de cien menores- rescatados por el buque humanitario Aquarius llegaron hoy a Valencia (este de España) desde el Mediterráneo central, tras ocho días de una travesía dificultada por un temporal marítimo y en condiciones precarias.

La España de Sánchez sigue empeñada en una política de puertas abiertas y omite así uno de los deberes principales de todo gobernante, que es propiciar y, en su caso, mantener, la paz social.

Primera noticia a la que mirar este lunes de junio, la entrada en prisión del exduque Iñaki Urdangarin. Ingresaba a primera hora del día, y poco antes de que expirara el plazo para su llegada voluntaria a la cárcel, en la prisión abulense de Brieva.
De esta imagen, más allá de los juicios puramente legales, queda, sin duda, una reflexión sobre la corrupción: ¿qué lleva a un hombre que aparentemente lo tiene todo -doble medallista olímpico con la selección de Balonmano; casado con la mujer de la que se enamoró que era, además, infanta de España; padre de una familia numerosa y sana…- a cometer los más burdos delitos económicos? ¿Qué pasa por la cabeza de alguien para, no ya despreciar el título honorífico que se le ha concedido por estar casado con Cristina de Borbón, sino a mofarse de él? ¿Por qué arriesgar una vida seguramente plácida y sencilla? Y la respuesta, con probabilidad, tiene que ver con la ambición y la codicia, también con la ignorancia y, a buen seguro, con una preocupante ausencia de valores y referentes morales. Del caso Urdangarin, de su entrada en prisión, sólo hay una cuestión que lamentar: el daño que se hace a la Corona (como institución, que no como familia). Por lo demás, cinco años de cárcel por delante que serán, en realidad, muchos menos pero que ojalá le sirvan para reflexionar.
Segunda cuestión del día, esta vez llegada desde Colombia: la victoria electoral de Iván Duque. Una buena noticia para los muchos colombianos que se sintieron traicionados por sus representantes cuando, tras un fallido referéndum que pretendía blanquear a las FARC, vieron atónitos como los políticos materializaban por real decreto lo que el pueblo había rechazado. Duque ha asegurado en su primer discurso que es necesario «superar la fractura existente entre amigos y enemigos de la paz, porque ese es un anhelo nacional», pero ha dejado claro que se hará sólo tras modificar el acuerdo de condiciones con la guerrilla de las FARC. Buena noticia.
Y llegamos así a la noticia del fin de semana, de la semana y, seguramente, del mes: el Aquarius.
Ya lo hemos hecho en anteriores gacetillas pero insistimos por si fuera necesario: nos felicitamos de que España haya cumplido con el deber de socorro, de auxilio inmediato, a los niños, mujeres (muchas embarazadas) y hombres que afrontaban unas condiciones inhumanas hacinados en un barco. Ahora bien y dicho esto, nos oponemos frontalmente a la forma y al fondo de lo que va después de ese necesario socorro:
«La postura ante la inmigración revela una división más profunda: la que en este momento separa a quienes comparten el proyecto globalista de quienes defienden la soberanía de los Estados. El enfrentamiento, que se perfila cada vez con mayor nitidez, no sólo afecta a la emigración, sino que implica al conjunto de todos los asuntos que están sobre la mesa en Europa: la natalidad, la familia, la ideología de género, la libertad, la privacidad, la defensa, las relaciones exteriores», señala Fernando Paz en nuestro tema de apertura, imprescindible para entender qué está pasando en la España del Aquarius.
Mientras desde Italia Matteo Salvini recuerda que hay ya otras dos naves frente a las costas de Libia (el Lifeline y el Seefuchs) dispuestas a recoger al nuevo ‘cargamento’ de las mafias para traerlo a Europa, las ONG siguen vendiendo un relato falso sobre lo que ocurre en el Mediterráneo. La verdad no importa nada. Tampoco que mientras los políticos y curas amantes del espectáculo se hacen la foto en Valencia, decenas, centenares de inmigrantes llegan a otros puertos españoles sin que nadie acuda a hacerse la foto. Porque, no nos engañemos, no les importan lo más mínimo. Ni esos ni los del Aquarius. La diferencia es que los segundos venden y los primeros no. Y, más allá: que la España de Sánchez sigue empeñada en una política de puertas abiertas y omite así uno de los deberes principales de todo gobernante, que es propiciar y, en su caso, mantener, la paz social. Ignorar la finitud de los recursos de un país; obviar intencionadamente los problemas que la llegada masiva de inmigrantes puede acarrear; desatender la obligación de conocer quién y con qué intenciones cruza las fronteras de una nación no es solidaridad, señor Sánchez, es irresponsabilidad como mínimo y, seguramente, una grave traición moral.
No es lo más ortodoxo para incluir en una gacetilla editorial, pero quizá a muchos de nuestros lectores les sirva de referencia recordar lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica a propósito de la inmigración. Aquí se lo dejamos: «Las naciones más prósperas tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su país de origen. Las autoridades deben velar para que se respete el derecho natural que coloca al huésped bajo la protección de quienes lo reciben. Las autoridades civiles, atendiendo al bien común de aquellos que tienen a su cargo, pueden subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas, especialmente en lo que concierne a los deberes de los emigrantes respecto al país de adopción. El inmigrante está obligado a respetar con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer sus leyes y contribuir a sus cargas».

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