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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El castillo de naipes de Puigdemont

La Unión Europea vuelve a fallar a España en uno de los momentos más comprometidos de su historia. ¿Cómo explicar que ningún partido en el Congreso de los Diputados censure la posición de Bruselas?

En su genial interpretación de Adolf Hitler en ‘El Hundimiento’, Bruno Ganz trata de cambiar el curso de la Segunda Guerra Mundial con una nueva ofensiva en el frente ruso. Mientras sus lugartenientes guardan silencio, el Führer comienza a organizar los teóricos batallones que aún permanecen compactos al este de Berlín. O al menos eso cree él. Sus generales le han ocultado el curso de la contienda y Hitler se limita a mover un compendio de divisiones inexistentes ante la mirada tensa de todos los presentes en el búnker.

Algo similar le ocurre a Carles Puigdemont, que continúa maniobrando desde la capital alemana para no perder su cuota de protagonismo en el despropósito independentista catalán. No demasiado entusiasmado con la investidura de su esbirro Quim Torra, el fugado ha puesto en marcha las estructuras paralelas y ha creado un ‘Consejo de la República’, una suerte de Ejecutivo que operará desde el exterior para avanzar en el proceso constituyente.

Durante el debate de investidura, Torra prometió abrir un nuevo período en el proceso constituyente a partir de tres puntos fundamentales: un “Consejo de la República” en el “espacio libre de Europa”, el Gobierno y el Parlamento en Cataluña. Este lunes, el nuevo presidente aseguró que su único objetivo es restituir a Puigdemont como ‘presidente legítimo’.

Puigdemont activa el Gobierno paralelo de Cataluña en el exterior

¿Adivinan ustedes cuál fue la respuesta de Mariano Rajoy? Diálogo y más diálogo. Mientras en Cataluña los separatistas preparan una nueva ofensiva para fracturar España, el Gobierno se esconde en Moncloa y decide levantar la aplicación de un artículo 155 que en realidad nunca fue tal. En menos de una semana, Torra ha retirado la careta al proceso independentista y ha mostrado sin ambages la intención última de los independentistas.

La maquinaria secesionista vuelve a echar humo. TV3 y las diferentes terminales mediáticas centran sus esfuerzos en blanquear la figura de Torra mientras alientan el acoso y la persecución contra aquellos que han decidido hacer cumplir la ley. Como el juez Pablo Llarena, obligado a viajar con hasta cuatro escoltas en una imagen que retrotrae a épocas oscuras y recientes de la historia de nuestro país.

Llarena, sobre el acoso separatista: 'Tengo que ir con cuatro escoltas'

El filósofo John Locke aseguraba que no hay un sólo error que no haya tenido sus seguidores. Lo hemos visto en Cataluña, donde son miles los que se niegan a aceptar los errores de los golpistas; y en el Gobierno, incapaz de realizar autocrítica alguna incluso cuando los resultados electorales comienzan a darle la espalda por primera vez.

La lógica marianista va más allá del británico Locke. Rajoy prefiere aplicarse los principios del irlandés James Joyce: «Los genios no cometen errores. Sus errores son siempre voluntarios y originan algún descubrimiento». No le falta razón al bueno de Rajoy, Cataluña ha servido a los españoles para entender que el PP no defiende ya la integridad territorial y que la Unión Europea es una institución incapaz de socorrer a uno de sus socios históricos en uno de los momentos más comprometidos de su historia.

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