«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Un éxito, a pesar de los políticos

Será una imagen difícil de borrar. España despertó este fin de semana tras meses de letargo y lo hizo con multitudinarias protestas en Madrid y Barcelona. Un mar de banderas de España y Cataluña inundó las calles para reclamar al Gobierno de Mariano Rajoy que haga cumplir la ley y encarcele a los golpistas. Una reacción ciudadana -ejemplar y espontánea- que la clase política se encargó de desactivar.

Indignación popular por la reacción político-judicial ante los golpistas


El discurso de Josep Borrell -calificado como histórico por la prensa afín- da una idea de cómo va a acabar todo. Ni el Gobierno ni la oposición tendrán la valentía de aplicar el 155 y las súplicas de diálogo por parte del bando nacionalista pronto serán escuchadas por unos partidos que se dicen constitucionalistas pero cuya presencia ayer en Barcelona estaba marcada única y exclusivamente por la agenda mediática.
La imagen del socialista en el escenario y sus palabras chocan con casi todas sus decisiones durante su extensa carrera política. A los altavoces del poder se les olvidó recordar, por ejemplo, cuando fichó como consejero por Abengoa gracias a sus buenos contactos entre los que toman las decisiones en la Unión Europea. En Bruselas seguro que están contentos con las palabras de su delfín pues, aunque la defensa de la unidad de España no ha sido una prioridad para los organismos comunitarios, han logrado que «un asunto interno español» se convierta a ojos de la prensa internacional en un alegato europeísta contra las fronteras.
Incluso los medios trataron de esconder los gritos de «Puigdemont a prisión». Algo realmente complicado, pues fueron mayoría. La presencia de Pablo Casado en Colón evidencia la deriva actual del Partido Popular. Hace tan sólo una semana, en los foros internos de Génova se pedía boicotear la concentración de DENAES en Cibeles el día antes del referéndum ilegal. El sábado, ante el imparable clamor ciudadano, decidieron subirse a un carro que no ve con buenos ojos la presencia de políticos en él. En la planta alta de Génova 13, convertida en desván de los principios ideológicos que vertebran a la derecha española, la unidad de España se hace hueco entre la reforma del aborto o la negociación con ETA.

Puigdemont declarará el martes la independencia de Cataluña


No hay más que escuchar a Enric Millo, el delegado del Gobierno en Cataluña, que pidió disculpas por la actuación policial durante el 1-0: «Si todos cedemos un poco, la situación se calmará y las negociaciones llegarán a buen puerto». Parafraseando al desaparecido Luis Aragonés: ceder, ceder y volver a ceder.

El triunfo del pueblo

Las calles se llenaron de familias, de jóvenes y ancianos, y sobre todo de esperanza. Esperanza en que el Gobierno decida cumplir con lo establecido en la Constitución. Esperanza de ver a los líderes golpistas en la cárcel. Esperanza al ver que, tras años de monopolio independentista, el pueblo volvió a llenar las plazas para decir alto y claro que Cataluña es parte indispensable de España.

El pueblo español, otra vez salvando a sus gobernantes


Entre tanta oscuridad política, siempre aparece un halo de luz. Los discursos de Colón demostraron que sí existen políticos y figuras públicas con la idea clara y sensata de que el futuro del país se pronuncia con seis letras: E S P A Ñ A.

En defensa de España, un paso adelante. El discurso de José Javier Esparza en la manifestación

 

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