Los medios de masas se empeñan en hacernos creer que la globalización es un proceso imparable.
Publicaba James Bloodworth un artículo en The Times en el que narraba las condiciones laborales que deben soportar los trabajadores de Amazon en el Reino Unido, el gigante tecnológico que copa los mercados de medio mundo. En realidad, el reportero del tabloide británico realizaba un relato sórdido de la globalización, esa en la que no pensamos cuando estamos a punto de dar el paso para convertirnos en cosmopolitas ciudadanos del siglo XXI.
Fernando Paz analiza el proceso globalizador en el que nos vemos inmersos y desmonta algunos de los dogmas actuales: «La globalización no es un destino, sino una elección humana, como cualquier otra. Dicho de otro modo: no es inevitable», sentencia.
La inmensa mayoría de los gobiernos presumen de una salida en términos macroeconómicos, pero la realidad de la mayor parte de los europeos no ha cambiado en exceso. Los salarios no crecen y fenómenos como la deslocalización, las economías de escala y la inmigración toman especial transcendencia.
Las grandes empresas trasladan sus sedes a regiones del planeta en las que la producción o los servicios tienen un menor coste. Las deslocalizaciones representan una amenaza permanente en el mundo de la globalización, ya que los nacionales no pueden rivalizar con quienes no tienen que soportar los costes de mantener un Estado de Bienestar.
Las precarias condiciones de Amazon, destapadas por un periodista infiltrado
Otro de los efectos (evidentes) de la globalización es la desprotección social. La crisis migratoria que vive Europa esconde las intereses de millonarios «filántropos» cuyo objetivo último es la obtención de mano de obra económica en suelo europeo. Los grandes empresarios ya no esconden sus intenciones, pues cuentan con el beneplácito de la cúpula de la Unión Europea, que propuso rebajar, o incluso suprimir, el salario mínimo interprofesional.
No es verdad que los naturales de los países europeos no quieran hacer los trabajos de los que se ocupan los inmigrantes; lo que no quieren es hacerlos por sueldos de miseria.
Libertad, ¿dónde?
Santiago Abascal analiza en La Gaceta el veto a Alicia Rubio en una conferencia en Santander y las críticas contra el cristiano perseguido Raad Salam por una conferencia sobre el islam en Melilla: «Por desgracia, durante estos últimos años, la libertad de expresión y de conciencia, en España, están cada vez más amenazadas», sentencia.
https://gaceta.es/opinion/nuestra-libertad-amenazada-20180219-0711/
«Primero fueron las leyes LGTB de las diferentes comunidades autónomas que, con el pretexto de evitar la discriminación por identidad u orientación sexual, instauran una verdad oficial en materia de género y castigan a todo aquel que trate de discutir sus postulados. Unas leyes LGTB que fueron impulsadas por la izquierda pero a las que se sumaron gustosos los acomplejados políticos del PP y Ciudadanos, que han aceptado todas las premisas ideológicas de la peor izquierda, tratando de conseguir, inútilmente, la bendición del establishment progre cuando no directamente el perdón del rojerío patrio», sentencia Abascal.