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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cataluña: ¿Rusia es culpable?

La “pista rusa” se ha convertido en algo así como la versión progre y mundialista del “contubernio judeomasónico”.


Sorprendente coincidencia: el Gobierno de España y el Grupo Prisa (casi está uno tentado de escribir “valga la redundancia”) han descubierto que detrás del tomate catalán está Rusia. ¡Ah, el malvado Putin! Pero, ¿es verosímil? Veamos:
Quienes han entregado la hegemonía política al nacionalismo en Cataluña desde hace 40 años han sido el PSOE, primero, y el PP después. El PSOE, sometiendo el socialismo “charnego” al PSC. El PP, sacrificando la cabeza de sus líderes españolistas en la mesa de Pujol. Pero ahora resulta que la culpa es de Rusia.
Quienes han entregado la educación al separatismo en Cataluña, desde hace 40 años, han sido el PSOE, primero, y el PP después. Muy señaladamente, unos y otros, haciendo inútil la inspección del Ministerio de Educación y tragándose la Ley de Inmersión Lingüística de 1983 y la Ley de Educación de Cataluña de 2009. Pero ahora resulta que la culpa es de Rusia.
Quienes han entregado la comunicación social al separatismo en Cataluña, desde hace 40 años, han sido el PSOE, primero, y el PP después, tolerando ambos un endeudamiento exponencial del aparato informativo catalanista, haciendo la vista gorda ante el evidente sectarismo de los medios públicos catalanes, permitiendo continuas infracciones de códigos éticos (y legales) en la manipulación de la infancia o en el insulto a las instituciones del Estado, renunciando expresamente a usar en sentido inverso los medios públicos del Estado en Cataluña… Pero ahora resulta que la culpa es de Rusia.
Quienes han subvencionado sin tregua a las fábricas del sentimiento separatista en Cataluña han sido el PSOE, primero, y el PP después, aportando directamente fondos a Omnium Cultural (por ejemplo), permitiendo que el gobierno autonómico catalán sufragara sin descanso a los predicadores del odio y, muy importante, vetando abiertamente cualquier iniciativa que estimulara la identidad nacional española. Pero ahora resulta que la culpa es de Rusia.
Quien ha frustrado cualquier opción de poder para los partidos españoles en Cataluña y el País Vasco ha sido, de forma muy significada, la opinión “progre”, empezando por El País, pero ahora resulta que la culpa es de Rusia. Quienes han permitido que se pisoteen los derechos de los catalanes que quieren educar o rotular en español han sido, sucesivamente, el PSOE y el PP, tolerando repetidamente que se vulnerara la ley, pero ahora resulta que la culpa es de Rusia. Quien ha reído las gracietas separatistas de la oligarquía económica catalana ha sido la oligarquía económica española, y quien ha transigido durante cuatro decenios con la “excepción catalana” ha sido el Estado en su conjunto (del Rey abajo), y quien abrió la lata de la reforma estatutaria fue Zapatero, y quien cerró los ojos ante el expolio masivo de los Pujol fue la Hacienda española, y quien rehusó aplicar la ley en un primer referéndum ilegal fue Rajoy, y quien… ¿hace falta seguir? No, porque ahora resulta que la culpa es de Rusia.
Y bien: ¿Rusia es culpable? Rusia, naturalmente, juega sus cartas en este como en otros asuntos: nada extraño en un país que nos ve como enemigos por la muy explicable razón de que hay carros de combate españoles en sus fronteras. Pero no, ya no nos van a engañar: no es Rusia la que ha montado el tomate catalán. Eso sí, la “pista rusa” les ha venido muy bien a los traidores de todos los colores para no tener que dar explicaciones ahora por sus innumerables errores, por su falta de patriotismo, por su gigantesca irresponsabilidad.
¿Ha escuchado alguien a los gabilondos, los sorayos o cualesquiera otras tribus del poder, pedir perdón por habernos metido en este lío? No, no: le echan la culpa a Rusia como antes se la echaban al franquismo. Es interesante: los que denuncian la “pista rusa” son los mismos que tratan de neutralizar la reacción patriótica española reduciéndola a esporádica emanación de la “ultraderecha”. La “pista rusa” es algo así como la versión progre y mundialista del viejo contubernio judeomasónico: sirve para todo. Un hilarante ejemplo de “causalidad diabólica”, que diría Poliakov. Pero llega un poco tarde: ya todos sabemos que el diablo, nuestros diablos, hablan español y llevan cuarenta años gobernándonos. No estaría mal desterrarlos a Rusia.

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