«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Por lo menos pedid perdón, estúpidos

 

Hace veinte, treinta años, algunos dijimos y escribimos que esto iba a pasar: que el Estado de las Autonomías iba a terminar estallando. No por el diseño autonómico en sí mismo (que es una forma de descentralización como cualquier otra), sino porque no había ninguna fuerza centrípeta nacional que compensara la fuerza centrífuga de las regiones. Elevar a los partidos separatistas catalán y vasco a la condición de protagonistas hegemónicos de sus respectivos territorios era abrir el campo a la construcción de nuevas naciones. Convertir los demás gobiernos autonómicos en predio de los partidos para desplegar su poder clientelar era una forma de feudalizar el Estado. Abstenerse de intervenir en los abusos y desviaciones de los poderes locales, ya fuera en la financiación o en la educación, era una vía segura para romper la unidad nacional. Y bien, ya hemos llegado.

Hace veinte, treinta años, sí, algunos decíamos y escribíamos eso, y entonces el coro de la opinión biempensante nos colgó los sambenitos y corozas de la nueva inquisición y nos cubrió de oprobio. “¡España no se va a romper!”, nos decían entre carcajadas displicentes. “¡Lo único que quieren es más dinero!”, reían otros poniendo cara de ser muy, pero que muy listos. “¿Y qué quieres? ¿Mandar a los tanques?”, preguntaban los vigilantes de la pureza democrática con estupidez no siempre fingida. “¡Tú es que eres un fascista!”, acusaban otros mientras, tal vez, cobraban de algún gobierno autonómico. Pero no: España se podía romper, en efecto, porque esa gente no quería sólo más dinero, sino más poder, y no era preciso “mandar a los tanques” para evitarlo, sino que bastaba con que el Estado, la nación de todos, interviniera. Pero nunca intervino.

Por interés, por malicia o por estupidez, el conjunto del establishment en España –político, mediático, económico, también judicial- ha dejado que esto pase. Y ahora descubre, horrorizado, que el país se le deshace entre las manos. Quiero escuchar actos de contrición. Quiero que todos los que me espetaron aquello de “España no se va a romper” salgan ahora y digan “me equivoqué”. Quiero que todos los que me llamaban “fascista” por defender la unidad nacional presenten sus excusas. Quiero que todos esos que decían “sólo quieren más dinero” asomen hoy la cabecita y escriban en su frente una frase del tipo “sí, fui tonto”. Por lo menos pedid perdón, estúpidos.

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