Las primeras de hoy, vistas con las perspectivas de la historia pasada y, con toda seguridad, de los siglos venidores, podrían servir como un ‘collage’ para uso de futuros estudiantes de Historia, con el título de ‘El Triunfo de la Progresía’.
Es absoluto, total, porque en el mundo de las ideas no vence quien impone sus conclusiones, sino quien obliga al enemigo a aceptar inconscientemente sus premisas. Una vez conseguido eso, lo demás es un paseo militar.
Abre El País con que ‘La oposición no participará en las elecciones de Maduro’, pero de este triste asunto que se arrastra desde hace ya demasiado tiempo no tengo mucho más que decir, sino que del apoyo que el bolivariano recibe de Zapatero e Iglesias deberíamos deducir el futuro que esa izquierda desea para nosotros.
No, hoy me interesa más lo que es menos, pero más significativo: ‘ARCO sufre por primera vez la censura política de una obra’.
‘Censura’ es una palabra con una carga negativa brutal, ideal para nuestras hipocresías progresistas. En primer lugar, no es fácil discernir cuándo se está ‘censurando’ y cuándo se toma, sin más, una decisión discrecional. Porque no ha sido el Gobierno o el Ministerio del Interior el que ha pedido la retirada de la obra ‘Presos políticos’, sino el propio organismo que organiza la feria de arte y que, necesariamente, está rechazando obras continuamente.
Pero admitamos lo obvio, a saber, que la obra se retira por su carácter políticamente polémico, provocador. Aun así, sigue siendo una decisión perfectamente defendible: ARCO no es un museo, es una feria sectorial, como las de ganado, por lo que su fin es de promoción y venta. Cada mes asistimos al despido de alguien o a la retirada de algún producto por alguna empresa porque dicho producto o dicha persona molesta a algún colectivo y pueden perjudicar su imagen y, con ella, su éxito comercial. Y nadie mueve un músculo.
Pero iré ahora a lo que me interesa, a lo que hablaba al principio, ese «por primera vez» aparecido en el titular de El País. El mundo del arte se precia de innovador, rompedor, alternativo, audaz, exactamente como mi gremio presume de enfrentarse al poder caiga quien caiga en defensa de la verdad. Tan cierta es una fama como la otra, es decir, nada en absoluto.
Los artistas son tan previsibles como un eclipse, rompen reglas que yacen rotas hace siglos y se oponen a convenciones que a casi nacie convencen, pero se cuidan muy mucho de respetar al milímetro las normas de hierro de la progresía. No hay artista moderno tan audaz que se atreva a cuestionar esas leyes tácitas.
De ahí que ese «por primera vez» me parezca más que cuestionable. Ignoro cuántas obras han perdido toda opción de figurar en ARCO porque podrían ofender a feministas, grupos LGTBI, lobbies pro-inmigración, asociaciones contra el racismo, animalistas o, en fin, cualquiera de los grupos de víctimas certificadas y avaladas por el pensamiento único. Es probable que ninguna, porque la audacia artística es un mito y nadie que se atreva a contradecir realmente a la modernidad tiene la menor posibilidad de llegar a nada.
Hablando de arte, la foto de primera de El País constituye una hermosa composición titulada ‘Rescate bajo lo escombros de Guta’. En ella tres varones levantan en brazos, presumiblemente extraída de los escombros, a un niño ensangrentado.
Manipular sobre una guerra es lo más fácil del mundo, y en la abrumadora mayoría de los casos no exige mentir ni falsear. La guerra es atroz, en la guerra se bombardean ciudades y mueren civiles inocentes. Basta, sencillamente, con mostrar las víctimas de un bando e ignorar absolutamente los del otro. ¿Ven que sencillo?
Cualquiera que asistiera a una exposición fotográfica de las primeras de El País que han cubierto guerras en los últimos años podría advertir, perplejo, que para Prisa hay siempre un bando cuyos bombardeos no matan y otro cuyos niños no mueren. Incluso que hay guerras que ni siquiera existen, como la del Yemen. Pero El País es un diario honrado, y los diarios honrados, estamos seguros, no censuran. Seleccionan.
ABC saca a portada una carta oficial y un babero, en una composición absolutamente horrible, y un titular que es una prueba más de su descenso a la absoluta banalidad: ‘Castellón insta a «valencianizar» los apellidos de los recién nacidos’. Que paren las máquinas.
Lo que se incentiva, se multiplica, tan sencillo como eso. Y para el político de aldea hay incentivos poderosos para subrayar ‘hechos diferenciales’ reales o ficticios. La historia no existe cuando puede reescribirse a placer o cuando el poder hace leyes sobre cómo debe haber sido.
El Mundo abre con algo de eso, pero más en serio: ‘El PP urge a Méndez de Vigo a defender la educación en español’. Este titular es un tesoro del absurdo al que hemos llegado: que sea polémico e incluso políticamente indefendible que niños de un Estado puedan educarse en el idioma oficial.
Debajo, el no por esperable menos carcajeante titular: ‘La censura en ARCO reabre el debate sobre los límites del arte’. El arte no tiene otros límites que los de la materia y la pericia del artista. Pero exponer en ARCO no es exactamente uno de los Derechos Humanos, y a mí mente enfermiza se le ocurren una docena larga de composiciones que ni ejecutadas por un genio colgarían jamás en las salas de Ifema. No seamos tan hipócritas.
Volviendo al párrafo inicial, la derechita en La Razón: ‘Brecha salarial de Podemos: 829 euros más por ser hombre’. Magnífico, has caído de lleno en la trampa. Ay, la infinita torpeza.
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