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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La Constitución

Ayer pudo quien quiso asistir a la versión laica de una misa mayor en honor a la Constitución.

La naturaleza aborrece el vacío, de modo que al paso de la descristianización en España -y en el resto de Occidente- crece en paralelo la sacralización del poder, y ayer pudo quien quiso asistir a la versión laica de una misa mayor en honor a la Constitución, que cumple 40 años, un poco más de lo que lleva el socialismo gobernando Andalucía. A veces hay quien se queda entre una sacralidad y la otra, y así cuenta el capellán del Twitter hispano (cargo no oficial), el Padre Declan (@PDeclan), de un feligrés o feligresa preguntando si los horarios de Misa del día de la Constitución son de festivo.

Las primeras de mis cabeceras van acordes a la solemnidad. El País abre con un plano largo del discurso del Rey en el Congreso en una foto que parece un cuadro, o que querría ser el modelo para un cuadro. Titulan, además, por una frase de dicho discurso, entrecomillada: «La Constitución, un mandato permanente de concordia».

Uno está por decir que ‘concordia’ no es exactamente la palabra que se nos viene a la cabeza cuando repasamos la actualidad; de hecho, lo que recoge la prensa desde hace tiempo es un alarmante deterioro de la más elemental, quizá porque se trata de una saludable y deseable situación que rara vez es permanente y que no puede alumbrar texto jurídico alguno. Porque la Constitución es exactamente eso: un texto jurídico, una superley. Nada menos, pero nada más. Por referirnos a la que a menudo se tiene por más venerable, la estadounidense, su asombrosa longevidad se debe en buena medida a un Tribunal Supremo que, como nuestro Constitucional, hace decir al texto lo que nadie más puede leer en él.

El Mundo opta por la Familia Real en pleno, eméritos y herederos incluidos, saludando al pueblo fiel. Titula también con palabras de Su Majestad: ‘Don Felipe: «La Constitución es el alma viva de la Democracia». ¿Ven lo que les digo? ‘Alma viva’, ahí queda eso; y esa Democracia en mayúsculas cual nombre de una diosa del moderno panteón.

Tercer titular, tercera cita del monarca, esta vez en ABC: «No hay que desvirtuar los valores de la Constitución sino reivindicarlos». Ahora bien, confieso que no oí el discurso, pero puedo imaginar que diría algo más interesante que esta perogrullada; incluso las dos frases que recogen las cabeceras que hemos tratado arriba tienen algo más de chicha, y era esperable que el diario monárquico les superase. En la imagen, Felipe VI sonríe en primer plano a los aplausos de la Reina y sus hijas.

Le gana en fervor monárquico La Razón, aunque en la imagen tira por el Emérito, un Juan Carlos que atraviesa sonriente el hemiciclo entre aplausos. De titular, ignora el discurso del monarca reinante, quizá sabiamente, para enloquecer con un ‘Viva la monarquía’ que nos parece un respatibilísimo deseo, pero escasamente informativo.

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