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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La maldita libertad de expresión

Empezaré, como suelo, por nuestro ‘diario de reverencia’, pero no por su primer titular, sino por el tercero de su primera plana, que ilumina todos los demás: ‘Las elecciones con más noticias basura miden la fuerza de Trump’.

Sí, mis queridos colegas de Prisa, ya sé que esto de la libertad de expresión es una molestia de lo más irritante. Antes era algo magnífico, cuando solo gente con muchísimo dinero podía permitirse el lujo de expresarse libremente urbi et orbi, y dar su versión de la realidad, como debe ser. Entonces se nos podía llenar la boca hablando de la sacrosanta libertad de palabra y poner los ojos en blanco extasiados ante tan excelso logro democrático, con la tranquilizadora confianza de que solo un exiguo puñadito tenía la capacidad real de hacer oír su voz.

Maldita Internet. Ahora cualquier pelagatos puede contar su versión de las cosas, incluso grabar lo que ha sucedido con un móvil al alcance del último ganapán que luego lo cuelga en la red para que lo vea cualquiera. ¡Ah, gloriosos días cuando la élite podía decidir qué era verdad y qué no, qué existía y qué se perdía en el agujero de la indiferencia! Sí, es muy duro que ya no tengamos que aceptar genuflexos lo que Prisa decretara que sucede, porque todo el mundo sabe que lo que queda fuera de sus sagradas páginas es ‘basura’.

Abre El País contándonos la trágica caída de quien pudo ser presidente del PP y, por tanto, del Gobierno: ‘Cospedal sale de la cúpula del PP salpicada por el ‘caso Villarejo’. La venganza es un plato que se sirve frío, y no creemos que vaya a ser la última víctima.
De segundo, ‘Halladas 17 personas muertas en dos tragedias en el Estrecho’. Sigue siendo un misterio para la opinión progresista esto que es conocimiento común para el último gañán: lo que se incentiva, se multiplica.

Abajo, a la izquierda, ‘El Gobierno plantea cerrar los espacios donde se exalte a Franco’. Lo que decíamos arriba: la libertad de expresión es una gaita. Va a haber que cerrar no pocas casas, por cierto, sin contar con que la medida haría al extinto franquismo deliciosamente contracultural y clandestino.

‘Casado aparta a Cospedal de la cúpula del PP, pero sigue en su escaño’, abre El Mundo. No es nada personal, querida, son solo negocios. Este Villarejo, por cierto, que no ostenta cargo público alguno, menos aún electo, se está convirtiendo en el árbitro de nuestra política, lo que dice muchísimo de nuestra política. También prueba que el sistema es, en buena medida, una farsa, porque si tantas cosas se deciden y negocian de espaldas al pueblo, es poco creíble que sea el pueblo el que gobierna, aunque lo haga de forma mediata a través de sus representantes.

‘Sánchez asume que gobernará con los Presupuestos de Rajoy’. Gobernaría con los de Genghis Khan si fuera el único modo de seguir aferrado con uñas y dientes al poder; su talento acaba precisamente ahí.

‘Ábalos compara el uso de la Abogacía con el de un gabinete de prensa’. Es muy de agradecer que expongan con tanta claridad su concepto del gobierno; bien podría haber preguntado retóricamente: «A ver, ¿quién paga el sueldo del abogado del Estado?». Todo, desde las empresas públicas a instituciones como el CIS no son para ellos sino palancas al servicio de su permanencia en el poder.

La cara inexpresiva de Cospedal, como de muñeca de cera, en la portada de ABC es enormemente significativa: ‘Cospedal dejará la política por las cintas de Villarejo’. Para ser más preciso con las relaciones causales, Cospedal dejará la política por voluntad de quien ha hecho que las cintas aparezcan en momento tan oportuno, o, lo que es lo mismo, por haberse cruzado en el camino de quien no debe.

La Razón lo deja de segundo plato, eclipsado por la gran noticia con la que abre, titular y foto: están de visita. Siempre me ha llamado la atención en medios que se suponen al servicio de sus lectores, que confían en que ellos les informarán de lo más importante entre lo que sucedió el día anterior, que dedican a sí mismos, que es algo que no interesa absolutamente a nadie no directamente implicado. Es como si un día el director de un telediario dedicara los diez primeros minutos de programa a glosar que hoy es su aniversario de bodas. Por lo demás, el titular es buscadamente equívoco en su simplicidad: ‘Los Reyes, con LA RAZÓN’.

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