'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
La estabilidad como chantaje
Por Alejo Vidal-Quadras
21 de mayo de 2015

En su reciente entrevista para el diario El Mundo, Albert Rivera expone algunas de las condiciones que Ciudadanos tiene pensado exigir a los partidos con los que pacte para formar mayorías de gobierno en Ayuntamientos y Comunidades. Destacan entre ellas las directamente relacionadas con la mejora de la calidad democrática de nuestro deteriorado sistema institucional y las destinadas a combatir la corrupción. La imposición por ley de un funcionamiento interno democrático a todas las formaciones políticas y la supresión del aforamiento de los diputados autonómicos son ejemplos elocuentes en este sentido y demuestran una auténtica voluntad reformadora de la organización naranja. Sin embargo, a la hora de concretar en cada caso este loable principio general -yo cierro un acuerdo con usted si usted me acepta estas medidas regeneradoras- puede surgir un obstáculo que dificulte la aplicación de un planteamiento aparentemente sencillo.

Imaginemos una situación en la que el Partido Popular es el más votado, pero la aritmética de escaños permite la articulación de una mayoría de izquierdas que incluya a Podemos, siendo Ciudadanos la llave que posibilite o cierre el paso a semejante opción. Si el Partido Popular se niega a asumir los puntos programáticos de Rivera sobre reforma del sistema y Ciudadanos, en consecuencia, se abstiene abriendo la puerta a un consistorio o a un gobierno autonómico extremista que ponga en grave riesgo la recuperación económica destruyendo la confianza de los inversores y haciendo la vida difícil a los empresarios, es evidente que los votantes de la candidatura de Ciudadanos se sentirán profundamente decepcionados porque no sólo no habrán conseguido sus objetivos de saneamiento de las instituciones, sino que, encima, verán que su sufragio al final ha dado como resultado un alcalde o un presidente autonómico absolutamente opuesto a sus convicciones y a sus legítimos intereses. El Partido Popular, que es consciente de esta dinámica, puede perfectamente presionar a Ciudadanos con la amenaza de atribuirle la responsabilidad de haber propiciado tal desastre y conseguir así su apoyo a un precio muy barato.

Esta estrategia por parte del PP tendría, además, la ventaja para la fuerza hoy mayoritaria de devolverle en las elecciones generales sufragios desplazados el 24 de mayo hacia Ciudadanos. En una típica maniobra de ajedrez, El PP podría sacrificar de momento algunas torres, alfiles y caballos, para acabar ganando la partida en la ocasión decisiva de final de año. Frente a este escenario, el estado mayor de Ciudadanos ha de tener preparada una respuesta que sea consistente y que los votantes entiendan. Para ello, ha de explicar con claridad que el argumento del PP, es decir, Ciudadanos ha arrastrado a la ciudad o a la Autonomía al caos al hurtarme su apoyo, es un argumento reversible, o sea, el PP ha provocado una catástrofe al encastillarse en su resistencia a los cambios que limpien el sistema. Todo ello requiere una excelente comunicación con la sociedad y una anticipación de los acontecimientos que prepare a la opinión pública para comprender quién es el auténtico culpable si las cosas se tuercen. Como siempre, la política acaba siendo no sólo una técnica, sino un arte.

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