«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Hasta hacen hablar a los mudos

13 de septiembre de 2013

Los políticos españoles todavía no han llegado a convertir el agua en vino, a hacer andar a paralíticos o dividir en dos el Mar Rojo, pero van haciendo progresos. Ayer vimos una hazaña no menos prodigiosa: hacer hablar a los mudos. La taumaturgo de guardia del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, desató la lengua de la “mayoría silenciosa” que no salió a la calle en la Diada, al decir que “el Gobierno también es de los que se quedaron en casa”. Si lo que la vice quiere dar a entender es que los ausentes estaban por la unidad de España está llevado su interesada interpretación demasiado lejos. Puede que estuvieran practicando mountain-bike, llevando al niño al pediatra, dándose el lote con la novia o viendo un documental del National Geographic sobre la parada nupcial del leopardo de las nieves. Pero para un milagrero profesional no hay silencio que se le resista. Son unos linces no ya calculando lo visible (el número de manifestantes por baldosa en una concentración), sino, más difícil todavía, leyendo lo invisible y adivinando por qué no han salido a la calle a corear Freedom for Catalunya los que se han quedado en casa.

Lo maravilloso del caso es que el taumaturgo de guardia del PSOE, Rubalcaba, también hace hablar a la mayoría silente (y ausente), pero llegando a la conclusión opuesta a la de Soraya. Dice que el Ejecutivo hace mal en creer que “quienes no fueron a la cadena no querían cambiar las cosas”. O sea, que él si cree que estaban a favor del órdago secesionista. Y que, por lo tanto, el Gobierno de Rajoy hace mal en minimizar la cadena por la independencia. Otro genio sacando interpretaciones de una mayoría muda… para lo que le conviene.

De alguna manera PP y PSOE han entrado al trapo nacionalista al interpretar el pulso como si fuera un plebiscito. Los socialistas por el procedimiento de sumar al medio millón escaso de los manifestantes (millón y medio según la Generalitat) los otros seis millones de habitantes de Cataluña que se quedaron en casa y que según ellos están por la labor; el PP por restar, dando por supuesto que los ausentes estaban por la unidad de España. A ninguno de los dos partidos se le ha ocurrido pensar que además del a favor o del en contra existe una tercera posibilidad: la abstención. Pero no una abstención militante y rabiosa, sino la que más les puede fastidiar: abstención por indiferencia. O por aburrimiento. O porque hay cosas más interesantes o importantes que encadenarse o desencadenarse, dándose por aludidos en una batalla tan artificial como la que han montado unas elites perdidas en la estratosfera, a años luz de las preocupaciones y cuitas del ciudadano medio. El problema es que no lo ven y no hay taumaturgo en el mundo capaz de curarles esa ceguera.

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