'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Razón y emoción en política
Por Alejo Vidal-Quadras
29 de diciembre de 2016

El concejal de la CUP en el Ayuntamiento de Vic, Joan Coma, ha sido detenido por orden del juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno y su arresto ha sido realizado por los Mossos, la policía autonómica catalana. El motivo de la drástica medida ha sido la incomparecencia de Coma ante una citación a declarar por un posible delito de sedición. En un pleno municipal a finales del año pasado, el representante independentista de extrema izquierda instó al consistorio a desobedecer las sentencias del Tribunal Constitucional y a actuar al margen del orden legal vigente. El Código Penal contempla este comportamiento como delito de sedición, agravado si es cometido, como es el caso, por una autoridad. La sanción que podría recibir el concejal si fuese declarado culpable es de inhabilitación total y reclusión hasta un máximo de diez años. No se trata, por tanto, de una cuestión menor y todo apunta a que Joan Coma, al negarse a acudir a la cita de la Audiencia Nacional, ha pretendido precisamente forzar su detención para generar victimismo en los sectores sociales que apoyan la separación de Cataluña y España, provocar movilizaciones callejeras, tumultos y una más que probable espiral de violencia. Nada nuevo bajo el sol, se trata de aplicar los métodos clásicos de los levantamientos revolucionarios “pacíficos” que tanto han abundado en diversas latitudes a lo largo del último siglo. En la dinámica provocación-reacción se va tensando la situación hasta desembocar en un conflicto incontrolable entre las instituciones y los grupos de oposición que abra paso a una nueva estructura de poder. Este suceso es uno entre los muchos que los partidos que impulsan el proceso soberanista catalán organizan recurrentemente para poner a prueba la resistencia del Gobierno de la Nación e ir creando un clima de subversión imparable en aquella Comunidad Autónoma. La ineficacia de la estrategia seguida hasta ahora por el Ejecutivo que preside Mariano Rajoy es manifiesta y su insistencia en aplicar la mezcla inútil de oferta de diálogo, zanahoria financiera y estaca judicial resulta irritante y patética.

La explicación del fracaso del Estado al enfrentarse a la ofensiva separatista en Cataluña es tan evidente que sorprende que políticos supuestamente experimentados como los que llevan dirigiendo el PP y el PSOE durante las últimas cuatro décadas no la hayan entendido ya y no actúen en consecuencia. El instrumento que manejan en Junts pel Sí, la CUP y su extensa red de medios y de organizaciones afines o sometidas no es, por supuesto, la apelación al análisis racional ni al examen desapasionado de hechos y datos porque esta batalla la perderían, sino a emociones, instintos y sentimientos que son impermeables a la realidad. En su comunicado tras su detención, Joan Coma utiliza términos como “abrazo”, “corazón” y “amor eterno”, que es obvio que no buscan para nada convencer a partir del uso del raciocinio. El marco mental que opera en el votante medio, como demostró, entre otros expertos en comunicación, George Lakoff, en su conocida obra No pienses en un elefante, está construido básicamente de impresiones, fobias y filias, con frecuencia inconscientes, inmunes a la información objetiva y a la lógica. Si no fuese así, el Brexit no habría triunfado ni el fundamentalismo islámico tendría miles de adeptos dispuestos a matar ni una aventura absurda y dañina como la destrucción de la unidad nacional española sería apoyada por tanta gente en contra de sus propios intereses. Por tanto, ninguna de las herramientas que hasta ahora ha empleado el Gobierno para atajar el problema catalán ha funcionado ni va a funcionar.

A la hora de combatir instintos primordiales de origen prehistórico como la solidaridad tribal, el miedo al extraño o la necesidad de autoafimación, frente a cuya fuerza primigenia no hay evidencia ni silogismo que valgan, la pálida pasividad y el discurso fríamente funcionarial del equipo monclovita equivalen a una aspirina para curar una neumonía aguda. Cuando una multitud de catalanes excitados por treinta años de mentiras propagadas por TV3, aulas escolares adoctrinadoras y una prensa subvencionada, dirigidas directamente al sistema límbico de sus cerebros, recibe en las pantallas de su televisor las sosas imágenes de Rajoy y su Vicepresidenta llamando al sentido común y exhibiendo debilidad en cada uno de sus gestos, lejos de reflexionar sobre lo que tan tediosamente les transmiten, se reafirman en sus deseos ardientes de romper la baraja.

En esta batalla de la razón contra la emoción, los que muestran la calidez y la capacidad de arrastre de un palo de escoba, tienen la derrota asegurada. Lo trágico es que a estas alturas del drama, el único incentivo que puede ser efectivo es el temor al castigo, pero esto requeriría por parte de los que deberían recurrir sin contemplaciones a la fuerza de la ley la demostración de un coraje del que por desgracia carecen.

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