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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El deber de decidir. Por Kiko Méndez-Monasterio

Los tibios -que son el café con sal de los dioses-, van a optar por buscar celestinas que medien diálogos imposibles.


Pues ahora sí que hay que decidir, y no hay tiempo para traer más urnas de teletienda. Hay que acordar con bastante urgencia si les dejamos a nuestros hijos un reino, una nación, o si heredan sólo el cutre lupanar de carretera y odios que algunos le están preparando. Y esta va ser una consulta del todo vinculante, justo lo contrario que el golpe posmoderno que la Moncloa se desayunó en el uno-cero. La campaña espontánea de españolidad, desinhibida como en un triunfo de Nadal, nos ha mostrado las mismas diferencias que encontraba Galdós entre el motín de la chusma en Aranjuez y la dignidad despertada el Dos de Mayo.
Los tibios -que son el café con sal de los dioses-, van a optar por buscar celestinas que medien diálogos imposibles, pero no parece una opción mayoritaria en estos días en los que hemos visto arriar la bandera blanca de Battiato. Por su parte, el separatismo y los comunistas 2.0, votarán con nostalgia de lo no vivido, como siempre, y harán una huelga que es toda añoranza de la Semana Trágica. Lejos de unos y de otros, la mayoría parece que va a elegir a mano alzada y coreando “En pie, si eres español”, un eslogan que desde luego no alcanzará grandes reconocimientos poéticos, pero que al menos evita las cursilerías sesentayochistas del 15-M, y que además carece de ese zumbido de vinilo viejo que acompaña a las canciones de Lluis Llach.
La campaña para este plebiscito improvisado no ha seguido del todo el guión televisivo preparado en casa Roures. Se contaba con que el espectador llorara con la chalada de los dedos mágicos, o con la sillita de la reina que le hicieron a la amiga de Otegui. Luego, para secarnos las lágrimas que había provocado el reality televisivo, llegarían los jacobinos de la coleta y el flequillo. Y no. En vez de lloriquear, los españoles se han lanzado a aplaudir a sus policías y a sus guardias, y hasta la gente de orden se apunta ahora a un escrache si es para abuchear a un político que quiere trocear la patria. Habían previsto los profesores de políticas un “No a la guerra”, y se han encontrado con el “Basta ya”. Qué sorpresa se han debido llevar los grandes estrategas de Somosaguas.
Veremos en los próximos días cómo se desarrolla este peculiar escrutinio. Despreciados por el gobierno, pero bendecidos por el discurso del rey, este fin de semana los españoles van a exigir que se les devuelva intacta la soberanía, y que sus secuestradores visiten con urgencia la prisión, donde seguirán comiendo y durmiendo a cargo del Estado, pero en un régimen más austero. Porque ya que los sembradores de vientos se han empeñado, ahora sí que vamos a ejercer el derecho a decidir. En realidad se ha convertido en un deber. Y aunque lo haga cantando, no le va a resultar agradable al segador recoger esta cosecha.

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