«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Vicente Baquero (Nueva York, 1947) fue miembro de la Dirección del Grupo Banco Popular Español hasta el año 2000. Licenciado en Derecho por la Universidad CEU San Pablo de Madrid, se especializó en Economía y en 1985 se convirtió en el director del Departamento Internacional de Banif (Banco Hispano Americano). Tras crear y lanzar Caja Española Financiera, en 1989 se incorpora al Grupo Banco Popular Español, donde desempeña labores de dirección como consejero delegado de Sogeval (Gestora de los fondos de Inversión del Grupo), coordinador internacional para los departamentos de Mercado de Capitales o miembro de los comités de Inversiones de los Fondos y de “Europensiones”, entre otros. Además de escribir cinco novelas y multitud de artículos en prensa, Baquero colabora con el Grupo Intereconomía en Radio Intereconomía y La Gaceta.
Vicente Baquero (Nueva York, 1947) fue miembro de la Dirección del Grupo Banco Popular Español hasta el año 2000. Licenciado en Derecho por la Universidad CEU San Pablo de Madrid, se especializó en Economía y en 1985 se convirtió en el director del Departamento Internacional de Banif (Banco Hispano Americano). Tras crear y lanzar Caja Española Financiera, en 1989 se incorpora al Grupo Banco Popular Español, donde desempeña labores de dirección como consejero delegado de Sogeval (Gestora de los fondos de Inversión del Grupo), coordinador internacional para los departamentos de Mercado de Capitales o miembro de los comités de Inversiones de los Fondos y de “Europensiones”, entre otros. Además de escribir cinco novelas y multitud de artículos en prensa, Baquero colabora con el Grupo Intereconomía en Radio Intereconomía y La Gaceta.

La identidad ideológica

31 de mayo de 2017

Sostenía  el filósofo presocrático Heráclito que “todo fluye, que nadie podría bañarse dos veces en el mismo río…” y con ello enunció una verdad indiscutible que con el paso de los siglos no ha hecho más que confirmarse, una premonición genial, que viene a coincidir con las más recientes teorías físicas de este siglo.

Las ideas políticas motoras de movimientos sociales, y las diversas ideologías de base socialista lo son,  al igual que los organismos, normalmente también evolucionan: nacen en función de unas circunstancias y unos principios, se desarrollan y van modificándose al ritmo que marquen los acontecimientos y la realidad social, llegando a su culminación al ver realizados las aspiraciones reales que le dieron razón de ser y justificación en un primer momento. El devenir racional de las mismas es afirmarse como parte constitutiva del conjunto social donde fueron gestadas, al menos durante un período significativo, homologándose al ser aceptadas, para  acabar fusionándose con el sentir colectivo del resto del espectro institucional.

Cuando esa evolución doctrinal se produce igualmente en las demás ideologías competidoras por dirigir el orden social y económico, se llega a una situación en la que tendencias en principio contradictorias, desde posiciones extremas, acaban por encontrase en un terreno de aceptaciones comunes, que desdibujan determinados aspectos sustanciales que justificaban la existencia de partidos de distinto signo, quedando únicamente una disputa por el poder en función de la personalidad, intenciones e intereses de las distintas candidaturas.

No digo que este resultado evolutivo sea algo deseable o preferible, sino que simplemente en la práctica, en una sociedad estructurada, en la que prevalezca un orden social adecuadamente aceptable, es lo que tiende a ocurrir. El soñar con maximalismos ideológicos tiende a desaparecer, se busca la convivencia pacífica  de la mayoría de ciudadanos; aunque obviamente siempre quedarán minorías radicales que aspiren a alcanzar sus utopías respectivas.

El problema del PSOE en España es que habiendo alcanzado sus objetivos razonables en el pasado, con la ayuda y colaboración de las instituciones,  y habiendo sido no solo aceptados y consagrados muchas de sus postulados por las tradicionales  fuerzas de la derecha conservadora,  incluso en muchos casos superados por la misma, en cuanto a fiscalidad, intervencionismo, protección laboral y beneficios sociales, resulta que su discurso más importante para disputarle el poder dentro de unos límites razonables, sin provocar una revolución ha desaparecido a los ojos de la militancia.

Toda militancia tiene un componente religioso, que obedece más a sentimientos que a razones, por lo cual no es de extrañar que en el corazón de esa militancia haya surgido una sensación de frustración, irracional por otra parte, ya que sus objetivos han sido alcanzados, y aspira a resucitar emocionalmente aquellos sueños utópicos del pasado comunista y libertario, románticamente se desplazan a los extremos. A esos extremos difícilmente van a poder recuperarlos. Ahora bien vamos a ser concretos: Sanchez representaba la radicalidad dentro de las alternativas de las primarias, y ganó de “forma abrumadora” gracias al voto de la militancia… ¿Cuántos? Sesenta y pico mil votos… ¿De verdad espera que con esos votos se puede mejorar en unas generales? Si el partido socialista moderado quiere gobernar deberá encontrar un nuevo discurso, pues el de sus bases idealistas es radical y eso le lleva al desastre como partido de gobierno.

El resurgir de la radicalidad tiene un componente más emotivo, más juvenil y lúdico que equilibrado, sinceramente, no se dan esas circunstancias del pasado que  podrían justificar una revolución, al menos teóricamente, pero no por ello esa amenaza deja de ser un riesgo. Si el modelo de socialismo homologable desaparece como fuerza política de peso, laminado por una extrema izquierda marxista – anarquista- separatista, podemos dar por terminado este período de nuestra reciente historia.

Es comprensible que el clásico discurso socialista haya perdido fuerza, al haber desaparecido las circunstancias apremiantes de injusticias que le dieron alas, por ello más que nunca, sería imprescindible una nueva justificación, quizá ahora le convendría paradójicamente aprovechando la excesiva presión estatal, empezar  a defender ideas que tienen también un amplio respaldo en un gran sector de la población, para llevar la contraria precisamente al dogma marxista: liberalizar la sociedad, enarbolar la bandera de la reducción de impuestos, la unidad nacional, ya que la derecha parece haber abandonado sus ideales a favor del de los viejos socialistas… Como la estabilidad política depende en este sistema de una alternancia de poderes,  es imprescindible  que estos no sean absolutamente excluyentes.  El PSOE, aprovechando sus estructuras, organización e implantación a escala nacional, necesita recuperar un discurso para justificar la existencia de un segundo partido  moderado, sin necesidad de tener que recurrir a los extremismos.

 

La identidad política de los partidos hoy se ha visto tan alterada y revuelta,  algunas  veces lógicamente por la pura necesidad nacional e internacional, otras  por maniobras oportunistas que han tergiversado las líneas divisorias de los mismos, que  en su quehacer diario son prácticamente irreconocibles, con la excepción de los extremistas. En una época en que el travestismo político  está a la orden del día si quieres reunir votos hay que sondear todos los caladeros, ya que la derecha ha abandonado los suyos tradicionales. No sería algo tan aberrante como parece a primera vista, si se enfoca desde un punta de vista de marketing político: ¡atraer a una clase media desilusionada con sus líderes que no les abandona simplemente por temor a los extremismos! Un discurso político que con unos ligeros toques liberales  se alzara como defensor de valores que antes encarnaban el ideario de la derecha frente a los extremismos…  No sería tan escandaloso como parece a primera vista el reconocer que determinadas metas han sido alcanzadas, y ahora  jugar a liberalizar y no intentar aventajar a los extremos en su discurso, pues contra las emociones no valen razones siempre vencerá el extremista. En realidad sería un giro a la derecha del PSOE para poder sobrevivir. ¿Maquiavelismo? Pues claro, la pregunta es: ¿creen que funcionaría o la izquierda española es incapaz de tales sutilezas? La nueva derecha “transexual” desde luego se ha cambiado de bando hace tiempo…

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