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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Nazino, el canibalismo inducido por Stalin

La tragedia de Nazino, la isla de los caníbales, es una muestra más de la aberración moral a la que llegó el comunismo en la Unión Soviética. Allí, en mayo de 1933 fueron abandonados a su suerte 322 mujeres y 5.783 hombres calificados por el régimen soviético como “elementos obsoletos, desclasados y socialmente dañinos”. Aunque eran en realidad ciudadanos rusos de las ciudades de Moscú y Leningrado que habían sido detenidos por la policía soviética por no llevar encima sus pasaportes interiores.

Los pasaportes interiores fueron documentos creados en 1932 por el Gobierno de Stalin para controlar el traslado de los ciudadanos de la URSS entre diferentes localidades del país. En tan solo cinco meses se rechazó la solicitud de pasaporte interno de 90.000 personas y fueron detenidas por la policía.

 

En aquellos momentos, el régimen soviético en la URSS mantenía una población presa de entre 2 y 3 millones de personas y el jefe de la terrible policía secreta, la OGPU, Genrikh Yagoda y el de la GULAG, Matvei Berman, idearon un plan de deportaciones masivas para “liberar espacio en las prisiones urbanas”. El objetivo era encontrar “acomodo” a dos millones de presos.

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Dentro de este plan se decidió el envío de miles de personas a la isla de Nazino, a ochenta kilómetros de Tomsk. El traslado se hizo en tren desde las prisiones de origen hasta la ciudad de Tomsk. En algunos casos fueron cinco días de viaje, sin parar y sin dejar a los reclusos abandonar los vagones de ganado en los que eran trasportados. Cuando se abrieron las puertas, en el primer tren en el que se apilaban más de 1.500 personas, había algo más de 100 muertos.

Una vez reunidas las víctimas, fueron embarcadas en tres barcazas de transporte de troncos y enviados a la isla, donde el 18 de mayo desembarcaron 322 mujeres, 4.556 hombres y 27 cadáveres. Al día siguiente hubo que enterrar a 295 personas y otras 70 tres días después. Además, las barcazas desembarcaron a otros 1.200 presos el 27 de mayo.

Todo este contingente de represaliados solamente contaba con 250 gramos de trigo diario para comer, pero no se les suministró ni agua ni aparatos de cocinar. Sobrevivieron inicialmente mezclando la harina con agua del río, en una zona pantanosa, lo que provocó una epidemia de disentería.

Los vigilantes de la isla –dos comandantes y 50 guardias- racionaron la comida y tuvieron que disparar en numerosas ocasiones contra los reclusos que intentaban, llevados por la inanición, apoderarse de más raciones de las que tenían asignadas.

En los primeros días de julio aparecieron por el río otras barcazas. Los guardias y los reclusos que todavía quedaban vivos creyeron que venían víveres, pero al llegar las embarcaciones a las proximidades, lo que desembarcó fue otro contingente de más de 4.000 nuevos presos.

Cuando los víveres se acabaron, los guardias se retiraron a la zona de la isla en la que se habían construido su pequeño fuerte, mientras que los reclusos empezaron a practicar el canibalismo como única forma de no morir de hambre.

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La situación que se vivía en la isla llegó a oídos de la población rusa gracias a los tripulantes de las barcazas, que contaron lo que habían visto. Un periodista, Vassilii Arsenievich, realizó un informe que llegó a manos de Stalin, quien se limitó a cambiar el cuerpo de guardia y dejó a los presos en la misma situación de desamparo en la que se encontraban.

Unos meses después, de los miles de personas que fueron arrojadas a la isla de Nazino, quedaban con vida menos de 2.000, de las que solamente estaban en condiciones de valerse por sí mismos unos 200.

Un año después de ese calvario, se decretó su envío a otras prisiones, y la mayoría de ellos, ante su pésimo estado de salud fueron liberados. Eso sí, se les prohibió volver a sus casas y se les confinó en lugares apartados de las grandes ciudades donde se les dejó morir.

Toda la desgraciada historia de la isla de los caníbales fue sepultada y silenciada por el régimen hasta que en 1988, gracias a la política de transparencia de la Glasnost, el grupo de investigación Memorial 2.0 lo sacó a la luz. En 2006, se publicó una monografía sobre estos hechos.

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