'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Prudencia y respeto
Prudencia y respeto
El cuerpo de Su Santidad el Papa emérito, Benedicto XVI, yace en su catafalco en la Basílica de San Pedro (Stefano Spaziani / Europa Press)
Por LGI
3 de enero de 2023

Hoy, mientras el cuerpo que albergó el alma de un gigante de la fe yace para su contemplación piadosa a los pies del Altar de la Confesión en la Basílica de San Pedro, no podemos dejar de lamentar la aparición repentina de decenas de enanos mentales que se dicen activistas y que con una absoluta falta de la más elemental prudencia, rivalizan entre ellos para ver quién es el que juzga con mayor severidad la vida o dice la mayor majadería sobre la obra de Su Santidad el Papa emérito, Benedicto XVI.

Este es, por desgracia, el signo del tiempo que vivimos. Tiempo de eruditos a la wikipedia, una categoría muy inferior a la ya clásica de los eruditos a la violeta. Tiempo de charlatanes despóticos que con un par de búsquedas en la Red obtienen el resultado que deseaban y que les basta para escribir un trino —más bien graznido— ridículo. En otros siglos, aquellos ineptos perseguían aparentar. Hoy, tratan de hacer política, que también es una categoría muy inferior, sobre todo cuando se construye con mentiras desvergonzadas sobre la vida de un sacerdote como Benedicto XVI, que si fue más grande que cualquiera de nosotros, no digamos cómo de grande fue en relación a esos minions del activismo izquierdista.

El objeto de este editorial no es, por supuesto, mancharnos las manos refutando las mentiras que sobre el Papa (con mayúscula siempre, como las palabras Dios y Rey) emérito hemos tenido que leer y, por desgracia, escuchar. Baste nuestro desprecio y una honrada recomendación al lector de La Gaceta de la Iberosfera para que lea, repase y aun saboree los textos de nuestros articulistas que estos días han velado, no el cadáver, sino la obra descomunal de un siervo de Dios.

Lo que sí que es objeto de este editorial es rogar, incluso suplicar, a los partidos políticos de la izquierda para que, en determinadas ocasiones, y la muerte de un gigante de la fe es una de ellas, contengan a sus secuaces en medios y redes. Sobre todo, cuando lo que se atreven a decir y escribir no son más que falsos testimonios y mentiras, pecados contra el octavo mandamiento.

Por supuesto, no podemos pedir a la izquierda que se una al elogio de un Papa sabio que hizo de su obra un bálsamo para las heridas que sufre la fe de cualquier persona en contacto permanente con este mundo difícil y áspero, pero sí que debemos exigir a la izquierda prudencia ante lo que ignora y respeto a los muertos y a la verdad. Silencio, en suma. No puede ser tan difícil.

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