En medio de la espesa niebla que es ahora su cerebro senil, Joe Biden sigue desplegando su peculiar concepto del poder, una curiosa mezcla de Srta Rotternmeyer y Tony Soprano. En estas páginas hemos recordado cuando, al iniciar un fiscal ucraniano una investigación por corrupción contra la empresa Burisma, en cuyo consejo Joe había colocado a su hijo Hunter pese a carecer de cualificación o experiencia, no solo amenazó al presidente ucraniano con negarle las ayudas prometidas si no se deshacía del molesto fiscal, sino que incluso presumió en un acto público de sus maniobras mafiosas.
Todo el montaje comercial que amenaza con salir a la luz y orquestado por Hunter, su hijo tarambana, es un espectacular caso de corrupción que amenaza directamente la seguridad nacional y, sin embargo, el presidente ha conseguido que la policía federal, el todopoderoso FBI, se abstenga de investigar un caso tan grave.
Y ahora le ha vuelto a salir el mafioso de manera matonescas en una visita a Fort Myers Beach, una de las localidad de Florida azotadas por el huracán Ian. “Mantenga la confianza”, dijo Biden a micrófono abierto acercándose al alcalde de Fort Myers Beach, Ray Murphy, después de hablar con los periodistas. “Y, por cierto, usted se crio al mismo modo que yo. Nadie le jode a Biden».
El alcalde, probablemente de la misma escuela, respondió: «Sí, tiene usted jodida razón». «Uno no discute con sus hermanos fuera de casa», siguió el presidente, ignorante, al parecer, de que sus palabras se estaban transmitiendo a todo el país.
Es difícil, a estas alturas, saber de qué se da cuenta y de qué no Joe Biden, en un estado de deterioro que no va a ir a mejor y que nos ha proporcionado una interminable serie de vídeos y declaraciones en las que despliega un preocupante distanciamiento con la realidad que le rodea.
