Primero, el descargo de responsabilidad: que por favor nadie me confunda con politólogo, esto es una reflexión fruto del sentido común, nada más. No es una solución de detalle, me gustaría más bien hacer reflexionar a mi interlocutor ofreciéndole un punto de vista nuevo.
Ahora, la reflexión: ¿qué pasaría si los partidos tuviesen que ceñirse a una sola circunscripción electoral? Partidos regionales, a su región, y partidos nacionales a la nación.
Creo que la respuesta no está clara. Pero a la vista de las noticias de actualidad política en nuestro país, parece una pregunta interesante. Vemos como el PSOE se ha dejado secuestrar por un ególatra, que, por medio del partido, secuestra al resto del país; y esto a pesar del rechazo de algunos a la vaselina… Vemos como un aspirante a totalitario sigue justificando mediante las “bases” su falta de coherencia; esto provoca que sus marcas, y confluencias, y mareos regionales se enfrenten al Politburó. Vemos como las baronías regionalistas del PP condicionan continuamente las decisiones del partido nacional. O como los equipos locales de Vox necesitan ser corregidos, cuando no entienden que éste es un partido con una única vocación, nacional. Pues bien, ¿por qué no liberarles, a unos y a otros, de la pesada carga que supone tener coherencia? Tres razones en contra, y tres a favor de obligar a los partidos políticos a ceñirse a una única circunscripción electoral.
En contra, ¿no estaríamos metiéndonos en un contradiós de partidos regionalistas, cada uno con sus intereses? Contestaría, ¿no es esto lo que pasa ahora mismo? Desde mi punto de vista, sí que lo es. Digamos entonces que es posible que se añadiese complejidad, que surgiesen nuevos intereses, un problema incremental. Bien, pues creo que es poco probable que supusiese mucha diferencia con respecto al contexto actual. Ahí donde no hayamos visto nacer ya una corriente regionalista, ésta terminaría por llegar. No sobrestimemos la capacidad de nuestros políticos, solo son un reflejo de la cultura (culture is upstream from politics). Por ejemplo, ya está aquí el leonesismo, y ya hemos visto cómo Teruel Existe ha hecho su novedosa y estelar aparición, con el voto 176 de apoyo al gobierno en su investidura y en la última prórroga del estado de alarma.
También en contra, estaríamos dejando sin representación nacional a las “sensibilidades” regionales. Bueno, para esto tendrían que convencerme de los beneficios de que las “sensibilidades” tengan este tipo de representación. Primero, tomemos distancia con respecto a nuestra situación actual en España, que lógicamente nos influye al enfrentarnos a esta cuestión. ¿No deberíamos de dirigir las decisiones del conjunto mediante sensibilidades del conjunto? Las regiones son parte constituyente del conjunto, ya están representadas por el mismo. Este problema tiene un reverso, el primer argumento a favor.
A favor, creo que hay tres argumentos muy claros. El primero, el que el lector podría haberse esperado. Es un sinsentido que partidos cuya razón de ser se enmarca en la región, tomen decisiones sobre el conjunto. Con el cambio que este artículo propone, se estaría dando un reparto más lógico de las funciones de cada uno. Debería de acompañarse con un ejercicio de revisión de funciones, para diseñar un sistema con lógica interna: recapacitemos sobre qué funciones tiene sentido que se ejerza a nivel regional, y cuáles a nivel nacional. Hecho un reparto lógico, los actores políticos de un nivel y de otro deberían funcionar de forma independiente. Y es que, si existe un reparto de competencias, como es nuestro caso, ¿no debería de ser una consecuencia lógica el que los actores de un ámbito no se inmiscuyesen en los demás?; pregunta distinta sería si el reparto actual tiene sentido.
Los partidos de ámbito regional ejerciendo funciones sólo en el ámbito regional; qué raro suena. Es a lo que estamos acostumbrados, a que sea el nacionalismo y el regionalismo (vasco, catalán, gallego, cántabro, navarro, canario, o turolense) la herramienta de los partidos para secuestrarnos a todos. Los líderes regionales a su vez serían independientes de las políticas del partido nacional, y sí, en muchos casos usarían esta independencia para hacer maldades en contra del conjunto de la nación… Exactamente las mismas maldades que hacen ahora mismo, pero para las que no podrían hacer uso de las marcas nacionales como excusa blanqueadora. Volvemos aquí al problema complementario a nuestra discusión, el reparto de competencias actual.
En cuanto a ejemplos en línea con este punto, en la cabeza de todos tenemos el sangrante y reciente pacto de derogación de la reforma laboral del PP con… Bildu. Pero no hacen falta estos ejemplos, son ya décadas de partidos nacionales entregados a partidos regionales, para hacer efectivo su poder de gobierno.
En segundo lugar, veo positivo el reducir la cuota de poder de los partidos; divide y vencerás. Es un argumento sencillo, y siempre bajo la premisa de que los partidos, compuestos por personas, están influidos por los intereses particulares de sus miembros. Cuanto menos poder tenga la misma organización, menos capacidad de hacer el mal. No hablo de reducir lo público, propongo que atomicemos un poco el panorama, que no sea la misma organización la que concentre todo el poder. Mientras el partido nacional pueda tomar decisiones en política local, estamos concentrando poder de forma innecesaria en las mismas manos. De nuevo hay ejemplos claros sobre este punto: ¿cuánto voto han podido mantener los partidos nacionales gracias a que sus redes eran tan profundas? Casos como ERE y Gürtel nos demuestra que los partidos como estructuras políticas omnipresentes a todos los niveles territoriales, hacen uso de esa cualidad para autoperpetuarse.
Un paréntesis: ojalá algún día ir más allá de la propuesta de este artículo, y limitar otras cuotas de poder de los partidos. Ojalá profundizar en este sentido, limitando, por ejemplo, su capacidad de gasto presupuestario una vez están en el poder, dirigido por agendas ideológicas (los famosos chiringuitos), o su capacidad de influir en los distintos poderes, (judicial, legislativo, mediático). Porque todas estas cualidades del sistema actual tienen la misma consecuencia para los partidos, autoperpetuarse en el poder.
En tercer lugar, y como consecuencia de que haya organizaciones independientes en circunscripciones distintas, el sistema podría hacer una mejor fiscalización de estas organizaciones que controlan nuestra democracia; se fiscalizarían entre sí. Serían ellos mismos los que, al no compartir intereses, tuviesen la posibilidad de actuar con más independencia. Por ejemplo, a la hora de hacer una crítica a la actuación del partido en el marco nacional, podría un partido regional que comparte la misma base de votantes, ser más libre al criticarlo. Por ser más concreto, digamos que una dirigente autonómica podría hacer una crítica abierta al presidente de su partido si éste decide pactar con el independentismo. Puede ser que antes de la situación planteada (pactos con el independentismo) compartiesen la misma base de votantes, pero después de la crítica el electorado de la marca regional aumentase en la propia región, mientras que el electorado de la marca nacional en la misma región disminuyese. Es cierto que podría haber colusión entre ellos, pero al menos no la daríamos por hecho de saque. Lo dicho, mejor fiscalización por tener mayor independencia.
Espera. Falta el tercer argumento en contra de limitar el poder de los partidos… tendrían que ser los mismos partidos los que aprobasen este cambio. Triste partitocracia la nuestra.
Ramón Cerdeiras Megías
23/05/2020