La comunidad rumana en España, que alguna vez fue la más numerosa de extranjeros en el país, está disminuyendo significativamente. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) adelantados por Abc, el número de ciudadanos rumanos pasó de un pico de 897.203 en 2012 a 627.478 en 2022, una caída del 30%. Este éxodo refleja una realidad en la que España ha dejado de ser el paraíso laboral que atrajo a cientos de miles hace dos décadas.
La percepción de que Rumanía ahora ofrece más oportunidades está calando entre muchos. Florin, un trabajador de la construcción que lleva dos décadas en Castelldefels contactado por Abc, es un ejemplo claro. Pronto regresará a Maramures, al norte de Rumanía, donde está construyendo una casa. «Aquí veo un caos creciente, mientras que en Rumanía hay nuevas posibilidades», explica. Como él, otros rumanos también están optando por volver, atraídos por un país que ha experimentado un crecimiento económico impresionante en los últimos años.
El cambio es significativo: en 2002, cuando se permitió temporalmente el acceso al espacio Schengen, muchos rumanos emigraron buscando un futuro mejor. Entonces, el PIB per cápita de España era de 18.100 euros, mientras que el de Rumanía apenas alcanzaba los 2.250 euros. Sin embargo, desde entonces, el PIB rumano ha crecido un 87,07%, casi el doble que el español (41,55%).
«Rumanía se está convirtiendo en un lugar con gran potencial», afirma Silvia Marcu, investigadora del CSIC especializada en movimientos migratorios. Según ella, muchos rumanos que superan los 35 o 40 años y han acumulado experiencia y ahorros en España regresan con planes de invertir en negocios o comprar una vivienda. Este fenómeno refleja un «regreso consciente», impulsado por las mejores condiciones en su país de origen, como una presión fiscal más baja y una tasa de desempleo del 5,4%, muy por debajo del 11,21% registrado en España.
La tendencia también se siente en los barrios y municipios donde la comunidad rumana había echado raíces, como La Elipa en Madrid o el Corredor del Henares, que abarca ciudades como Coslada, Alcalá de Henares y Torrejón de Ardoz. Sin embargo, pequeños empresarios como Viorel y Valentín, propietarios del restaurante de cocina rumana La Bunica, en Madrid, notan cómo la economía española ya no resulta tan atractiva. «Aquí es cada vez más difícil mantener un negocio, parece que trabajamos sólo para pagar impuestos», lamenta Valentín.
El fenómeno migratorio no es nuevo, pero ha evolucionado con los años. Durante los primeros años del milenio, la mayoría de los rumanos llegaron a España buscando estabilidad económica. La apertura temporal del espacio Schengen en 2002 y la entrada oficial de Rumanía en la Unión Europea en 2007 marcaron dos grandes oleadas migratorias. Sin embargo, desde 2012, cuando España dejó de ofrecer las mismas oportunidades económicas, comenzó un «divorcio» entre ambas comunidades.