«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Quieres ganar un Óscar? «¡Actores negros y LGBT!». Las nuevas reglas «soviéticas» de la Academy

Estatuas de los premios Oscar

¿Quieres ganar un Óscar? «¡Actores negros y LGBT!». Las nuevas reglas «soviéticas» de la Academy.

Pero con estos cánones, muchas grandes películas deberían devolver sus estatuillas.

Algunas de las películas que en estos años han ganado el Óscar a mejor película, en 2024 se verían obligadas a devolver la ambicionada estatuilla: Spotlight, El discurso del rey, No es país para viejos, Gladiator, Una mente maravillosa, American Beauty, Titanic, Braveheart, El paciente inglés, El silencio de los corderos, La lista de Schindler… Esto si nos remontamos solo a los años 90. Desde luego, no se salvarían Ben Hur, El cazador, El Padrino. Se verían obligadas a devolver el Óscar, no porque no lo merecen, sino porque en estas películas no hay protagonistas de color, a veces ni siquiera en papeles secundarios. Ni siquiera hay cuotas reservadas a la comunidad LGBT. Obviamente esto no sucederá, si bien la Academy of Motion Picture Arts and Sciences, que asigna los premios Óscar, ha elegido el año 2024 para que entren en vigor las nuevas reglas para candidatarse a mejor película. Directores y productores tienen el tiempo suficiente para adaptarse a estas nuevas normas.

Será una obligación seguir este canon ideológico si se quiere entrar a formar parte de la preselección para mejor película. Las películas, por tanto, deberán satisfacer dos de los cuatro nuevos estándares establecidos, ha afirmado la Academy, que trata de remediar tras las polémicas surgidas a raíz de la campaña #OscarsSoWhite y Black Lives Matter.

La película que quiera candidatarse a mejor película tiene que tener, por lo menos, un personaje principal o uno secundario significativo pertenecientes a «un grupo racial o étnico subrepresentado»; por lo menos el 30% de los papeles secundarios debe ser adjudicado a «grupos subrepresentados»; y, por último, la trama principal o el relato debe centrarse en un grupo subrepresentado. Por grupos subrepresentados se entienden las mujeres, los negros, las personas LGBT o con discapacidad. Las producciones también deberán compilar unos «módulos de estándar de inclusión». En la práctica, «diversity» significa «ningún varón blanco» (lo ha dicho la candidata al Óscar Charlotte Rampling). Peor si son heterosexuales y cristianos. Los Angeles Times observa que «algunas candidatas recientes a mejor película con actores casi exclusivamente blancos y varoniles —entre ellas, la película sobre la Primera Guerra Mundial, 1917, y la situada en la época de los gángster, El irlandés— podrían tener dificultades en satisfacer los nuevos estándares». Por no hablar de Joker. ¿Y qué sería de Dunkerque, La hora más oscura y En tierra hostil, grandes películas de guerra que no pasarían el examen impuesto por la Academy, que quiere transformarse en una suerte de Eurovision cinematográfica? Pocas han sido, hasta ahora, las críticas de los actores.

Kirstie Alley, ganadora de un Emmy y un Globo de oro, ha tuiteado que las reglas de Hollywood son «dictatoriales». Y ha añadido: «Es una vergüenza para los artistas de todo el mundo… ¿Se imagina alguien decirle a Picasso qué debe pintar en sus jodidos cuadros? Estáis locos». Tampoco superarían el examen películas con un claro mensaje progresista, como Las normas de la casa de la sidra, candidata a siete estatuillas, incluida la de mejor película, película proaborto pero sin un solo negro o gay en los papeles decisivos. ¿Y qué decir de Cleopatra, película de 1963, culpable de apropiación cultural con la blanca Liz Taylor en el papel de la reina egipcia? ¿Y de Rocky, ese símbolo de la tan execrable «masculinidad blanca heterosexual»?

¿Y de Memorias de África, con esas fantasías coloniales? ¿Significarían las nuevas normas que la primera película extranjera en ganar la estatuilla, Parásitos, estaría prohibida porque en Corea del Sur los coreanos no son una minoría?

Con estas nuevas reglas, la Academy marca la vuelta al espíritu del Agitprop soviético, el «realismo socialista» de las películas moscovitas, educativas y didácticas, en las que los kolkozianos y los jóvenes obreros cantaban y bailaban con el héroe comunista, siempre moreno, siempre feliz, siempre musculoso y siempre dócil a los diktats del Partido. Cuando se le pidió una opinión, el escritor soviético Ilja Ehrenburg respondió: «¿El realismo socialista? Nadie sabe decir qué es. Tal vez es lo que le gusta a la pandilla que defiende sus cargos y que aún sigue dominando». Tal vez también en Hollywood tienen miedo de ser arrollados por la «justicia social».

 

Publicado por Giulio Meotti en il Foglio.

Traducido por Verbum Caro para La Gaceta.

TEMAS |
+ en
.
Fondo newsletter