El director asistencial del Hospital de Igualada, Joan Miquel Carbonell, describe como «un monstruo» el brote de coronavirus que llevó el centro al colapso y de cuya gravedad se percataron el 9 de marzo, cinco días antes de decretarse el estado de alarma en toda España.
Carbonell relata que tras recibir la confirmación del primer positivo por coronavirus la mañana del 9 de marzo, los acontecimientos se sucedieron como un efecto dominó, en el que la cantidad de pacientes no dejaba de crecer y el número de trabajadores disponibles no paraba de bajar, debido al alto nivel de contagios entre los profesionales del centro, que provocó que hasta el 40 % de la plantilla estuviera aislada.
Carbonell, que asegura recordar bien aquellos momentos «porque es uno de los hitos más importantes que tendremos siempre grabado en nuestra memoria», rememora una fatídica hora de la mañana del 10 de marzo, en la que en solo 60 minutos entraron 13 ambulancias con pacientes con sintomatología grave de COVID-19, además de todos los que llegaban por su cuenta.
Ante esta situación, la dirección del centro se dio cuenta de la «crisis máxima» a la que hacían frente y aplicó el plan de contingencia, que tenían elaborado desde mediados de febrero y que contemplaba distintas fases y actuaciones, como la restricción de las visitas o la cancelación de las clases, en función del número de pacientes.
Sin embargo, el plan quedó obsoleto en tres días y el miércoles 11 de marzo ya se habían tomado todas las medidas previstas y, con una media de entre 40 y 50 ingresos diarios durante los primeros días, se habían superado todos los escenarios que se contemplaban.
De aquellos primeros días, Carbonell destaca la «absoluta incertidumbre» en la que se encontraron debido a la falta de información acerca del comportamiento del virus, y admite que hicieron «algunas cosas mal».
«Evidentemente que cometimos errores, porque no teníamos toda la información sobre este virus», señala el responsable, que añade: «Los que no se equivocaron en algún momento durante aquellos días es porque no decidieron suficiente. Así de claro».
Sin embargo, apunta que fueron «pequeños errores que nos hubieran hecho avanzar un poco», pero asegura que «globalmente, el sistema y el hospital estuvieron a la altura».
En este sentido, ha reconocido que podrían haber sido más rápidos tomando algunas decisiones y que en algunos casos la comunicación con los familiares de los pacientes «no fue todo lo fluida que debería haber sido en aquella situación».
Tras unas dos primeras semanas especialmente duras -«las peores», según Carbonell- que pusieron el hospital «al límite», el director asistencial recuerda que la semana del 23 de marzo, a pesar de seguir siendo muy complicada, empezó a ver «la luz al final de un túnel muy largo» gracias a la paulatina recuperación del personal del hospital que estaba aislado.
Aunque la situación continuó siendo grave hasta mediados de abril, la reincorporación de trabajadores permitió aumentar la capacidad del hospital, que mantenía zonas cerradas debido a la cantidad de bajas y tenía que derivar pacientes a otros centros.
El director asistencial destaca que si fueron capaces de superar este episodio fue gracias a la solidaridad del sistema sanitario catalán, que absorbió los pacientes que no podían ser atendidos en Igualada, así como al «compromiso y profesionalidad» de los trabajadores, que ampliaron sus horarios y doblaron turnos.
En su elogio a los trabajadores, Carbonell no quiere dejarse a nadie -desde médicos y enfermeras hasta personal de administración y mantenimiento- y dedica una mención especial al personal de limpieza, que «desde el primer momento fue muy conscientes de la importancia de su trabajo para aniquilar cualquier vestigio del virus».
Ahora, el responsable asegura que el centro está «fuerte y bien», y preparado para atender un «rebrote pequeño», pero apunta que los trabajadores están cansados físicamente y afectados anímicamente por la dureza y gravedad de las experiencias vividas.
Preguntado sobre las necesidades de los profesionales, Carbonell señala que si bien los aplausos han sido actos de solidaridad muy bonitos y emocionantes, los trabajadores merecen un reconocimiento «más tangible» y confía en que el departamento de Salud lo llevará a cabo.