El presidente de la asociación catalana de directores de residencias (ASCAD), Andrés Rueda, y otros representantes de centros han afirmado que tienen «mucho miedo» porque las visitas aumenten la posibilidad de que vuelva la pesadilla de la COVID, ante la que se han sentido «abandonados» por la administración.
«¿Qué si nos da un poco de miedo? Tenemos mucho miedo, mucho. Todos. Y quien diga que no está mintiendo», ha explicado el responsable de ASCAD, que representa 250 centros públicos y privados, quien añade que a día de hoy las residencias siguen «olvidadas por la administración».
La posibilidad desde el lunes de visitas en toda Cataluña a residencias deja a los responsables y trabajadores de los centros con un sabor agridulce. Por un lado, «temor» y «recelo» de que vuelva a entrar el virus y, por otro, alegría de ver a sus usuarios de nuevo sonreír por poder ver tras noventa días a sus seres queridos, cuentan.
«Piensa que incluso los que ahora ya tienen etiqueta verde es posible que hayan tenido algún caso, historias muy duras, ante las que se han visto solos», ha señalado Rueda.
Aunque dice que siempre antepondrán la «concordia», se muestra crítico con la administración, que considera «se ha lavado las manos» con las residencias.
«No nos han escuchado, nos han dejado solos, sin personal -por el gran número de bajas, sin material al principio, y ahora con recomendaciones que van rectificando continuamente», ha señalado.
El presidente de la asociación de directores de residencia lamenta además el sistema de «recomendaciones» de la administración catalana porque no les exime de responsabilidad si siguen sus instrucciones.
«Si algo va mal, nos dirán: era solo una recomendación», ha apuntado.
Sobre el sistema de visitas, Rueda opina que «si hay consenso científico sobre que a partir de los 15 minutos de contacto con alguien aumenta la posibilidad de contagio, ¿por qué el departamento de Salud nos dice que las visitas duren 30 minutos?», se pregunta.
También reconoce el miedo a visitas el director de la patronal de pequeñas y medianas residencias (UPIMIR), Vicente Botella, que asegura que muchos de sus asociados están «aterrados porque vuelva el virus», aunque es consciente de que muchos usuarios no pueden estar más tiempo sin ver a sus seres queridos porque ya les afecta mucho.
Coincide en que en esta crisis, «sobre todo en las primeras semanas», se sintieron «muy abandonados» y con la tarea de hacer frente a un virus desconocido con la mayoría del personal de baja, con COVID, y apenas sin materiales.
«Ahora parece que se vuelve a cierta normalidad. Pero ha sido horrible, absolutamente horrible», ha dicho.
En el caso de una de las asociadas, Esther Catalán, directora de la residencia Jubany de Barcelona, que ha sobrevivido hasta ahora sin ningún caso en su centro, reconoce a Efe que las visitas de familiares se viven con «recelo». «Claro que queremos que vengan familiares, pero eso es un riesgo de entrada del virus», ha señalado.
La directora ha explicado que los familiares cooperan adecuadamente con las normas para las visitas y que para entrar tienen que firmar un consentimiento dejando claro que no tienen síntomas de COVID ni han estado en contacto con contagiados, aunque echa en falta que todo quede en una declaración de la persona, sin obligación de aportar prueba PCR.
A finales de mayo, el departamento de Salud estableció que las residencias podrían abrirse a visitas de familiares a partir de la fase 2 y por visitas con cita previa y por un máximo de 30 minutos.
Salud ha dicho ser consciente del riesgo, pero ha valorado también el beneficio de las visitas de familiares para los usuarios después de casi tres meses aislados y el único contacto de las llamadas telefónicas y videconferencias.
Solo se han abierto a visitas las residencias con etiqueta verde, sin contagios activos ni personas en cuarentena, mientras que las de etiqueta naranja y roja tendrán que esperar.