La capital de los Estados Unidos las elecciones presidenciales están lejos (en lo geográfico y en lo sentimental) de suponer una disputa. Aquí, en Washington, el 95% de la población vota de manera pertinaz al Partido Demócrata, presente a quien presente.
En cambio, los washingtonianos viven de manera intensa, no sin una recalcitrante superioridad moral, intelectual y económica, lo que votan sus paisanos en cualquier parte del país, en especial allí donde se decantan por el Partido Republicano, no digamos ya si el candidato es Donald Trump.
Miran las preferencias políticas de sus compatriotas con una actitud de juicio, de escrutinio y, llegado el caso, de rabia. A veces, si los medios así lo promueven y la masa así lo demanda, con una ira palpable y costosa para sus vecinos.
A pesar del esfuerzo humano y económico que con lleva, la decisión de cubrir escaparates y puertas con paneles de madera no es nueva para numerosos comerciantes del centro de Washington y de otras ciudades demócratas de los Estados Unidos.
Ya en 2016, cuando Donald Trump se impuso a Hillary Clinton de manera inesperada para todos los votantes demócratas y muchos republicanos, se registraron altercados en las calles aledañas a la Casa Blanca. También se sucedieron en otros lugares del país, todos protagonizados por detractores del que unos meses después juraría como 45 presidente.
Cuatro años después, en 2020, la muerte de George Floyd desató una ola de racismo antiblanco a la que Washington, por supuesto, no fue ajena. Sus habitantes ocuparon las calles hombro con hombro con desconocidos, tras meses sin acudir a sus puestos de trabajo para permanecer aislados por miedo a un virus.
Desde entonces, las dos manzanas de la calle 16 más cercanas a la Casa Blanca se llaman Black Lives Matter Plaza, y en el suelo está escrito ese lema con letras gigantes. Justo al lado, por cierto, del lugar donde fue tomada la foto.
