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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La izquierda italiana, dividida ante las inminentes elecciones generales

Matteo Renzi, ex primer ministro italiano | EFE

La izquierda, de nuevo, envuelta en luchas fratricidas con dos poderosos adversarios que pueden convertirla en tercera fuerza política nacional

Italia se prepara para unas nuevas elecciones generales que tendrán lugar, en principio, en febrero o marzo de 2018, y la izquierda de este país las está afrontando en un clima de profunda división.
Una división que resulta bastante contraproducente, ya que la nueva ley electoral (conocida como Rosatellum bis), aprobada en octubre pasado premia a los partidos que se presentan en coalición y no a los que lo hacen individualmente.

El origen de la división

Como es sabido, los orígenes de la división actual se remontan al mes de febrero de este año, cuando el sector “crítico” del Partido Democratico (PD) de Matteo Renzi y Paolo Gentiloni amenazó con escindirse de su partido si Renzi, que acababa de perder el referéndum para la reforma constitucional, no retiraba su candidatura para ser el candidato del partido de cara a las siguientes elecciones generales. Renzi se negó y ello tuvo como consecuencia inmediata la amenazada escisión, que desembocó en la creación de un nuevo partido, Articolo I-Movimento Democratico e Progresista, donde se integraron todos los críticos del exPrimer Ministro y que fue liderado desde el principio por el también exPrimer Ministro Massimo D´Alema y por el exsecretario General del PD Pier Luigi Bersani, llevándose con ellos alrededor de 25 miembros de la Cámara de Diputados y otros quince del Senado. La ruptura entre ambos sectores (partidarios de Renzi y “críticos”) era en ese momento total.
Lo que nadie esperaba en ese momento es que la ley electoral finalmente aprobada fuera la citada Rosattellum bis y no la Italicum, que era la que había salido en el Parlamento durante el Gobierno Renzi (febrero de 2014-diciembre de 2016). Esta ley había sido recurrida al Tribunal Constitucional, que la validó en su mayor parte salvo en dos cuestiones que debían ser reformadas: las candidaturas múltiples (un mismo candidato podría presentarse en varios colegios diferentes) y el ballottaggio o segunda vuelta.
Así que, cuando todos esperaban que la Italicum fuera finalmente la ley por la que se regirían las elecciones de 2018, al constatar que todas las encuestas daban, mes tras mes, como primer partido en intención de voto al Movimiento populista Cinco Estrellas de Beppe Grillo, Renzi comenzó a pensar en negociar con quien había sido su aliado (Silvio Berlusconi) una nueva ley electoral, ya que el Italicum establecía un “premio di maggioranza” (“premio de mayoría”) a la lista más votada, otorgándose el 55% de los escaños en la Cámara de Diputados. Y, en principio, salvo que las encuestas fracasaran rotundamente, ese partido iba a ser el de Grillo, cuyo candidato en las elecciones generales será el Vicepresidente de la Cámara de Diputados, Luigi Di Maio.

El resurgir del centroderecha

Por otra parte, tanto las elecciones municipales de junio como las recientes elecciones de Sicilia han visto un resurgir del centroderecha en Italia. Berlusconi, que parecía prácticamente desaparecido del primer plano político, ha forjado una alianza con Giorgia Meloni (líder de Hermanos de Italia, partido sucesor de la Alianza Nacional de Gianfranco Fini) y con la Liga Norte de Matteo Salvini que ha dado muy buenos frutos: primero, una clara victoria frente al PD en los comicios regionales tras pasar ambos a la segunda vuelta; y, ahora, la recuperación de la isla de Sicilia, un bastión tradicional del centroderecha italiano.
El problema es, por tanto, para Matteo Renzi, si quiere volver a ser Primer Ministro. Sabe que la coalición de centroderecha da importantes muestras de solidez, y que lo previsible es que concurra de igual manera a las elecciones generales. Y también sabe que el Movimiento Cinco Estrellas no va a poder pactar ningún partido porque en los casi cinco años que llevamos de legislatura han demostrado su manifiesta incapacidad para llegar acuerdos con otras formaciones a las que despectivamente llaman “casta”.
En ese sentido, el principal problema del joven político toscano es que, a la izquierda suya, queda muy poco con lo que pactar. Están los antiguos comunistas coaligados con los verdes; el partido SEL de Nichi Vendola y Laura Boldrini; y, sobre todo, la formación escindida de su partido que ya le exige dos cuestiones, a día de hoy, irrenunciables para Renzi. La primera, que retire la reforma laboral aprobada en la Navidad de 2014 (el llamado “Jobs Act”), una de las leyes más importantes aprobadas por el exPrimer Ministro durante sus más de mil días de gobierno. Y la otra, es, sencillamente, inasumible por Renzi, porque piden que retire su candidatura para dar paso a otras figuras como el político lombardo Pisapia o incluso el actual Primer Ministro, Paolo Gentiloni.
Suceda lo que suceda, lo cierto es que, a día de hoy, Renzi necesita los votos de estas formaciones para poder forjar su propia coalición y estar por encima del 30% de intención de voto, con la que sí tendría posibilidades de recuperar la presidencia del Consejo de Ministros (en este momento, el PD, en solitario, se mueve en poco más del 24% de estimación de voto). Una vez más, la izquierda envuelta en luchas fratricidas con la dificultad añadida de tener dos poderosos adversarios que le pueden dejar en tercera fuerza política nacional tras haber gobernado, en coalición con otros partidos, la última legislatura completa.
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