«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Suecia, ¿paraíso de tolerancia o infierno multicultural?

Imagen de policías de Suecia

Los noruegos emplean con cierta asiduidad el sintagma ‘condiciones suecas’ para describir la inquietud social que se percibe en el territorio de su vecino oriental.


En unos pocos años, Suecia – ese país al que las más cínicas élites se afanan en presentar como epítome de las virtudes democráticas – se ha convertido en un averno de inseguridad, violencia callejera y fundamentalismo islámico. Así, merced al deletéreo multiculturalismo que ha orientado a sus políticos en los últimos tiempos, ya no hay ni rastro de aquel país avanzado, próspero y tolerante que fascinó al progresismo mundial.
Estas aseveraciones quedan ilustradas a la perfección en una epístola recientemente publicada por el diario norteamericano ‘Politico’. En ella – cuya autora es una sueca, Paulina Neuding – se abunda tanto en el violento clima que hogaño existe en grandes urbes del país como en las asfixiantes restricciones que, en nombre de la multiculturalidad y la tolerancia, se han impuesto a la libertad de expresión.
Así, Neuding, tras mentar la explosión de cinco bombas en las pasadas dos semanas, se refiere a la turbadora situación que padece la sociedad del país escandinavo: ‘Los suecos se han ido acostumbrando a titulares sobre crímenes violentos, intimidación de testigos y ejecuciones mafiosas. En un país famoso por su seguridad, los votantes mencionan ley y orden como la cuestión más importante de cara a los comicios que se celebrarán el próximo mes de septiembre’.
En este sentido, los crímenes con pistola – un fenómeno relacionado con grupos de inmigrantes que han terminado constituyendo sociedades paralelas – se han incrementado en 36 desde el año 1990 (de cuatro por año a cuarenta por año). Es por ello por lo que Suecia ha pasado de tener una relativamente baja de natalidad a superar la media europea de homicidios.

Una imagen dañada

Tal y como relata Neuding, este opresivo ambiente no pasa desapercibido a los países vecinos. Así, por ejemplo, los noruegos emplean con cierta asiduidad el sintagma ‘condiciones suecas’ para describir la inquietud social que se vive en el territorio de su vecino oriental. Mientras, el primer ministro danés, Fogh Rasmussen, expresó con envidiable claridad su parecer respecto a su vecino escandinavo: ‘Habitualmente uso a  Suecia como ejemplo disuasorio’.
Es precisamente por eso por lo que el Ejecutivo sueco ha emprendido una campaña encaminada a asear la imagen del país. Durante su visita a la Casa Blanca en el pasado mes de marzo, el primer ministro sueco, Stefan Lövfen, negó la existencia de ‘no go zones’ en el país, si bien reconoció problemas ligados a la elevada tasa de criminalidad.

¿’No go zones’ en Suecia?

Sin embargo, la dura realidad es que en Suecia sí existen zonas ‘no go’. Así lo reconoció hace meses, al menos, el jefe de la Policía de Estocolmo, Lars Alversjo: ‘Hay niveles de violencia como no se han visto nunca en el país y hay zonas de Estocolmo que están quedando fuera de la esfera del Estado’.
Unas declaraciones que coincidían en el tiempo con un comunicado en el que el Servicio de Seguridad sueco enunciaba una ominosa advertencia: ‘En el país se están infiltrando cientos de musulmanes que comparten la ideología del Estado Islámico y, en muchos lugares, los funcionarios públicos solicitan escolta policial o protección para desplazarse a sus oficinas’.
Los gobernantes suecos anhelaban convertir su patria en una Arcadia de tolerancia y pluralismo, pero acabaron reproduciendo en aquélla la asfixia del averno.

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