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Fallece el mito cultural y social

La leyenda del brasileño más universal

Pelé celebrando la Copa del Mundo de 1970

Como amante del fútbol, me entristece no haber tenido la suerte de ver jugar en directo a Pelé. Lo mismo puedo decir de Cruyff, Di Stéfano o Garrincha, el zambo de quien afirman que ha sido el mejor regateador de la historia. Sí a Messi y a Maradona, aunque no seré yo quien dedique estas líneas al pueril debate sobre quién ha sido mejor de los dos, que no el mejor de la historia. Lo que ocupa es hablar de Edson Arantes do Nascimento, simplemente Pelé. Nos ha dejado O Rei, una de las mayores leyendas que ha dado la historia del balompié, el único que ha ganado la Copa del Mundo en tres ocasiones. En blanco y negro y en color. Me temo que no volveremos a ver nada igual.

Como la mayoría de quienes nacimos a mediados de los 70, comencé a tener consciencia de la figura de Pelé en los estertores de la primavera de 1982. Pocos días antes de que aquella panda de mocosos empezara a disfrutar de sus largas vacaciones. En el colegio proyectaron Evasión o victoria, meses después de que la película se estrenara en España, y todos nos enamoramos de la chilena de O Rei. Un golazo mágico y eterno ante la mirada incrédula y rabiosa del oficial nazi Von Steiner, interpretado por el extraordinario Max von Sydow. Por supuesto que el gol fue de película —y ahí permanecerá para siempre, en el celuloide—, pues lo que ha trascendido del mejor futbolista del siglo XX, como le reconocieron en su día la FIFA y la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS), no fue aquella chilena en la cinta de John Huston. Faltaría más. Ni siquiera sus 1.283 goles, sus títulos o una carrera jalonada de éxitos, sino lo que ha sido la figura Pelé para el fútbol en particular, trascendiendo el deporte en general para convertirse en un fenómeno cultural y social.

El fútbol convertido en arte

«Antes de Pelé, el 10 era sólo un número», escribió Neymar Júnior en una de sus redes sociales, pocos minutos después de conocer la muerte de su ídolo. «Antes de Pelé, el fútbol era sólo un deporte. Él lo cambió todo. Transformó el fútbol en arte, en entretenimiento. Dio voz a los pobres, a los negros y sobre todo le dio visibilidad a Brasil. ¡El fútbol y Brasil elevaron su posición gracias al Rey! Se fue Pelé, pero su magia seguirá», añadió el delantero del París Saint-Germain, a quien se le podrán reprochar muchos errores en su vida, principalmente extradeportivos, pero no estas líneas.

«Los ingleses inventaron la técnica del fútbol y nosotros la estética», dijo hace unos años el cineasta brasileño Eryk Rocha en una entrevista a un medio argentino para promocionar su documental Campo de jogo. «Cuando los negros lo empiezan a jugar, primero clandestinamente y luego liberados, es evidente cómo se transforma el lenguaje corporal del fútbol. Deja de ser un procedimiento calculado para ser atravesado por la belleza de la corporalidad del baile: de la samba, la capoeira, la ginga (malicia), la improvisación. Eso es arte», añadió.

Y Pelé era el principal exponente del fútbol samba, del jogo bonito, de la magia con el balón en los pies. Aquel niño de Tres Coraçoes, nacido el 23 de octubre de 1940 y llamado Edson en honor a Thomas Alva Edison —de genio a genio—, creció en la pobreza. Su padre, Joao Ramos do Nascimento, más conocido como Dondinho, también fue futbolista, así que el joven Edson lo llevaba en la sangre. Cuentan que Joao marcó 883 goles en 775 partidos —en un solo encuentro hizo cinco tantos de cabeza—, aunque ese cifra jamás sería reconocida oficialmente. Jugó en varios clubes brasileños, pero sufrió una gravísima lesión y se retiró de forma prematura para acabar limpiando zapatos y letrinas, desagradables tareas en las que le ayudaba su hijo.

Una promesa que superó con creces

Por la cabeza de Pelé, que durante su infancia era conocido como Dico, sólo rondaba la idea de ser futbolista, pese a la férrea oposición de su madre tras haber sufrido las penurias de su marido, aunque luego, como el mundo ha podido comprobar con regocijo, acabaría dando su brazo a torcer. Dico tenía sólo nueve años cuando Uruguay ganó su segundo Mundial en 1950, tras derrotar a Brasil en la final disputada en el estadio de Maracaná ante 173.000 espectadores. El famoso maracanazo, sin lugar a dudas una de las mayores deshonras del fútbol brasileño junto con el 1-7 encajado ante Alemania en las semifinales del Mundial de Brasil 2014. Edson vio llorar a su padre desconsoladamente y le prometió que ganaría la Copa del Mundo para su país.

Sólo tuvieron que pasar ocho años para que Pelé, que aún no tenía la mayoría de edad y a quien, por cierto, habían rechazado no pocos clubes en su país, levantara la Copa Jules Rimet por primera vez en Suecia’58. Luego llegaron dos títulos más, en Chile’62 y México’70. Tres Mundiales en su palmarés, un hito que, mucho me temo, nadie volverá a repetir.

Pelé ha sido, es y probablemente acabará siendo el brasileño más universal de todos los tiempos, la figura más importante de un país que ha dado infinidad de destacados deportistas (Ronaldo Nazario, Romario, Garrincha, Ayrton Senna, Oscar Schmidt…) o ilustres artistas (Vinicius de Moraes, Caetano Veloso, Roberto Carlos, Gilberto Gil…). Pero entre todos ellos sobresale Edson Arantes do Nascimento.

Un artista del balón, bailarín, poeta y prestidigitador del fútbol, ese deporte que constituyó una nueva religión en Brasil, donde él fue el máximo pontífice. Pelé surgió de la nada, de una vida marcada de dificultades, para acabar abrazando la gloria. Marcó el camino a generaciones venideras, a otras muchas leyendas que, como él, también se criaron en la pobreza (Rivaldo, Ronaldinho, Romario, Adriano, Neymar…). Fue el iniciador de los sueños en un país que vive por y para el fútbol.

Asepsia política

Porque el compromiso de Pelé con el deporte rey fue mucho más allá de los terrenos de juego. A principios de octubre de 1994, dos meses y medio después de que la Canarinha ganara en Estados Unidos el cuarto de sus cinco Mundiales, Fernando Henrique Cardoso se imponía en las elecciones presidenciales de Brasil y una de sus primeras decisiones fue incluir en su gobierno al mismísimo Pelé, convirtiéndolo en el primer ministro de Deportes de la historia del país. O Rei estuvo cuatro años en el cargo y, bajo su mandato, promulgó una ley —conocida popularmente como ‘Ley Pelé’— que favorecía a los jugadores, liberándolos frente al régimen esclavista de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF). Aquello le costó no pocos enfrentamientos con el organismo entonces presidido por Ricardo Texeira y hasta con la FIFA, donde el mandamás era Joao Havelange, también brasileño y suegro de este último.

No fue la política el terreno de juego donde Pelé anotó sus mejores goles. Lo cierto es que el exjugador, pese a declararse cercano al socialismo —o, al menos, a una particular visión del socialismo—, demostró una tremenda asepsia política que le granjeó no pocas críticas. Le reprochaban que no se posicionara con un partido u otro, mientras Maradona, al mismo tiempo, pregonaba su simpatía por las causas de la izquierda en Latinoamérica. Aunque ideológicamente puedan parecer en las antípodas, Pelé siempre se ganó la admiración de Jair Bolsonaro —hincha del Palmeiras y el Botafogo—. Un respeto mutuo que tuvo uno de sus puntos más álgidos el 20 de noviembre de 2020, cuando el astro le regaló al dirigente una de sus camisetas que usó en el Santos, el club de su vida, con motivo del Día de la Conciencia Negra. Las redes sociales ardieron durante aquellas horas, tratando de manchar un bello gesto. La manía de siempre de mezclar las churras con merinas…

Siempre había tenido miedo Pelé a entrar en la política, que calificaba como «un mundo corrupto», pero acabaría dando su brazo a torcer para luchar por el fútbol, por los niños más desfavorecidos y por la comunidad negra, después de haber sido nombrado Embajador de Naciones Unidas en 1977. O Rei, que nunca fue crítico con los gobiernos, dejó una gran impronta en todo el mundo. Incluso en Nigeria, pues su sola presencia en el país logró detener por unas horas la guerra civil que vivió la nación africana a finales de los 60 para que el Santos, durante su gira por Nigeria, pudiera disputar allí dos partidos amistosos. «Uno de mis grandes orgullos es haber parado una guerra en Nigeria, en 1969, en una de las muchas giras que el Santos hizo por el mundo», escribió en su Twitter la leyenda brasileña hace dos años. Algo de lo que casi nadie puede presumir, en un simple gesto que basta para comprender su figura.

Ha muerto Pelé, pero ha nacido la leyenda eterna. De entre todos los mensajes, me quedo con un tuit de la Confederación Brasileña de Fútbol: «Eterno. Edson Arantes do Nascimento. 1940 – ∞». Pelé es infinito. Un solo símbolo, mucha belleza.

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