Delincuentes, sin más. Corren ríos de tinta y la máquina del barro sanchista trabaja a tope. En medio de este podrido ambiente, el diputado Santos Cerdán daba con la clave desde la tribuna del Congreso, el mismo día en que Aldama se arrancó a cantar. Dijo el secretario de organización y enviado especial a Suiza que «España merece algo mejor. Merece ser un país en el que los delincuentes confesos no marquen la agenda política». Tanto para el común como para el observador, también para que haya justicia, que los delincuentes sean o no «confesos» tiene muy poca importancia.
Franco. La Sexta, cuyo mayor accionista es una empresa editorial que fundó un franquista (desacomplejado, apunta Abella), dedicaba la noche del viernes a dos temas. Ni asomo de Aldama y el gobierno corrompido, claro está. La actualidad española giraba, para esa cadena de televisión, en torno a los bulos de la gota fría valenciana y a Francisco Franco. No en vano, ofreció un especial dedicado al Generalísimo, convertido ya en el lexatín de la izquierda. Cualquier psiquiatra social podría certificarlo: es un caso de adicción lo que el zurderío nacional tiene con el mayor constructor de pantanos y viviendas sociales.
Más tele. Considérenlo un servicio a la sociedad, un ejemplo de sacrificio, pero suelo garbear por los canales generalistas para, de vez en cuando, contarles algo. El menú diario es como de posguerra: repetitivo, siempre la misma salsa para todo, fritanga empapada y, de postre, la mandarina del pobre. Parece bien pensado, teniendo en cuenta que el público lo forma un ejército de jubilados esponja. Caladero de votos del PSOE. Esta semana, detallo algunas indigestiones. En Antena 3, Sonsolitas, hija de juglar franquista, montaba un juicio de temple savonarola a Miguel Bosé. Con magnífica soltura, los comentaristas despachaban al cantante, comenzando por la acusación de negacionista (último modismo, desgastado ya lo de fascista) y acabando con un afectado cuchicheo sobre su estado de salud mental. Un poco más tarde aparecería en la caja tonta el Wyoming, comunismo graciosete de un showman multipropietario. Al igual que con Broncano, neorrico gracias a nuestros impuestos, la fórmula catalana de dar risa mientras se depauperan cerebros tiene su éxito. En TV3 lo vimos tiempo ha, el nacionalismo fue inoculado en la población por vía de la tragedia y de la comedia. Ah, el chico Broncano, en liza con Motos, está siendo aupado por el dream team succionador, en un ejercicio de pornografía periodística que sigue al cometido con Iker Jiménez. Para acabar la jornada, uno podría tragarse First Dates, que bien debería llamarse Final Dates: la vida pudo haber sido mejor.
Descaro. Víctor de Aldama fue condecorado en 2022 con una de las máximas distinciones civiles concedidas por la Guardia Civil: la Medalla al Mérito con distintivo blanco. Esta noticia no casa con lo dicho por Marlaska hace un mes: «No conozco a Aldama ni he cruzado una mirada con él en mi vida».
Dimitir. 1.intr. Renunciar, hacer dejación de algo, como un empleo, una comisión, etc.
Despedida. En el proceso constitucional e inminente de ceder los pocos e importantes poderes (militar y política exterior) al electo Trump, Biden ha tomado esta semana una decisión de tal calado bélico que debería por lo menos suscitar algunas preguntas. Entre la prensa libre y, por supuesto, en el gobierno de la Unión Europea. El viejo y mimado continente sigue con las mismas dinámicas de la Guerra fría. Al abrigo del Tío Sam y su infinita paciencia. Sin embargo, Rusia ha recuperado el perdido expansionismo. Fue un un imperio hace muy poco. Y ahora Biden o quiere ser recordado como una espada contra el expansionismo ruso (legado) o dejarle un pastel nuclear al archienemigo Trump. Aquí, en España, las peleítas locales recordarán a las suscitadas cuando la primera guerra mundial. O, mucho más tarde, cuando las guerras fratricidas yugoslavas: a la ternura por los bosnios (armados por emiratos musulmanes del petróleo), a las sospechas sobre los croatas (financiados por una Alemania en que dormita el nazismo, según ese tópico) o al papel de malo malísimo de los serbios (cristianos) que creían todavía en las estructuras de la FSY del mariscal Tito. Hubo un posicionamiento general del periodismo patrio y europeo sobre la necesidad de comprender la guerra civil yugoslava fijando buenos, regulares y malos. Un asunto de consumo interior. Ya nadie se acuerda de eso, pero el esquema se reproduce con cualquier conflicto armado. La jugada de Biden tiene un sesgo: dejar en una situación muy embarazosa a su inmediato cargo en la Casa Blanca. Y derivado de esto, irse de rositas (podría haber tomado antes esta decisión) y culpar de las probables consecuencias a Trump. Todo sea por Kamala y el partido.
Grinch. La izquierda ha decidido, por fin, que esta Navidad no haya ni rastro de sus simbologías. Durante los años de Colau, disimulaba un poco tal desmantelamiento. La alcaldesa, sostenida entonces por el actual gobierno municipal, hacía montar un Belén grotesco en la Plaza San Jaime, un churro que hubiera hecho gracia a los puristas de la Albania juche, primer Estado ateo de la Historia. Collboni, socialista que sostiene hoy la vara consistorial, instalará una estrella luminosa de grandes dimensiones, en plan discoteca o algo así. Es decir, seguirá en el empeño de borrar la Navidad, transmutando el sentido del nacimiento de Jesucristo en una horterada para bárbaros, en una luz negacionista.