Aznar ha vuelto a hablar. Esta vez, en una conferencia en Tomares (Sevilla). Entre soluciones para todo, su opinión sobre Ramón Tamames como posible candidato a la presidencia del Gobierno de la moción de censura que VOX está por presentar.
El expresidente ha afirmado que «tenemos que tomarnos el país en serio». La reflexión no es fruto de la introspección o de la autocrítica –esto sí sería novedad–. De ser así, se habría ahorrado el comentario y, con él, hacernos pensar cómo de en serio se toma él mismo el país –en esta casa somos más de nación– designando a Mariano Rajoy y a Pablo Casado como herederos o, según parece, susurrando a este último su discurso y empujándole a alinearse con el PSOE durante la moción de censura contra Sánchez que encabezó Santiago Abascal.
Por no hablar de los pactos del Majestic, de las competencias de tráfico que quitó a la Guardia Civil en Navarra, de las transferencias del Gobierno central a las Comunidades Autónomas y las consecuencias que padecen los españoles en educación, en sanidad y en casi todo. O de aquella seriedad del «movimiento vasco de liberación». O de tantas, sin necesidad de recordar El Escorial, que invitan a preguntar al expresidente: «¿Y usted habla de tomarse en serio el país?»
En el caso de Aznar chirría la utilización de la edad como crítica de la posible candidatura de Tamames poco tiempo después de celebrar la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca. ¿Ahora le parece mal? ¿Ya no es partidario de Lula como hace unas semanas? ¿Tiene algo acaso contra Rupert Murdoch y sus 91 años después de tanto tiempo a su servicio?
¿Sería serio presentar como candidato a la moción a José María ante los ojos de Aznar?
