'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Adaptación a la catástrofe
Por Alejo Vidal-Quadras
10 de septiembre de 2014

Artur Mas ha advertido a los catalanes que la independencia tiene un precio a la vez que vaticinaba que los factores de la economía se adaptarán a una Cataluña separada de España. Estas dos observaciones del heredero del Muy Imputable representan una curiosa lógica que pone de relieve los extraños mecanismos que rigen el funcionamiento de un cerebro nacionalista. Los seres humanos sensatos que tienden a actuar racionalmente buscan lo que les beneficia e intentan evitar lo que les perjudica, y en concordancia con estos sanos propósitos toman sus decisiones y orientan sus acciones. Un nacionalista identitario no hace eso, sino que primero se fija una meta absurda, peligrosa y destructiva y a continuación conduce su estrategia y determina su actuación en función de este fin deletéreo. Mas no analiza los pros y los contras de la secesión de manera objetiva para seguidamente marcar una trayectoria, como haría un homo sapiens normal. Postula dogmáticamente que Cataluña ha de disponer de un Estado propio desgajado de España sin que le importen las consecuencias, por nefastas que sean.

La salida de la Unión Europea y de la zona euro, la pérdida de la condición de miembro de la OTAN, de la OCDE, del Consejo de Europa y de Naciones Unidas, la fuga masiva de capitales, la estampida de decenas de miles de ciudadanos -obviamente los más preparados, los más emprendedores y los más creativos- hacia otras regiones de la península o hacia otros países, el incremento brutal del desempleo, la incapacidad de sostener los servicios públicos y de pagar las pensiones, el desgarro interno de la sociedad del Principado y demás desgracias que se abatirán sobre una Cataluña arrancada de su matriz histórica, jurídica, cultural, comercial y política, no hacen mella alguna en la pétrea obsesión del Presidente de la Generalitat por dejar de ser español. Este tipo de comportamiento incomprensible y de desconexión con la realidad es típico de un neurótico que, dominado por su visión patológica del mundo, pierde contacto con las cosas tangibles y comprobables y se arroja a un volcán ardiendo impulsado por una mente trastornada.

Unos medios de comunicación públicos férreamente controlados acompañados de otros privados generosamente subvencionados, un sistema educativo fanatizado y una sociedad civil colonizada por el clientelismo, han hecho que semejante disparate sea aceptado por millones de catalanes, privados del elemental instinto de supervivencia que les permitiría reaccionar y salvarse del desastre que les amenaza. La Diada se transforma así en la Fiesta de la Demencia, en la que una muchedumbre frenética de orates se dispone con entusiasmo a la hecatombe. El despertar de esta pesadilla será muy amargo y entre las ruinas materiales y espirituales de lo que era una Comunidad próspera, moderna y civilizada estallará un llanto de arrepentimiento tardío. Las generaciones futuras se harán cruces e intentarán infructuosamente comprender las razones de tal suicidio colectivo.

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