'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Árbitro y moderador
Por Alejo Vidal-Quadras
19 de enero de 2016

Dada la confusa situación creada en el Congreso de los Diputados tras el extraño resultado de las elecciones del 20-D, en la que ningún partido o combinación políticamente lógica de partidos está en disposición de entrada de investir un Presidente de Gobierno, se ha especulado mucho sobre el papel que podría jugar el Rey para salir del embrollo. Constitucionalistas diversos han puesto de relieve el estrecho margen de maniobra de Don Felipe en lo referente a proponer candidatos a ocupar el sillón de La Moncloa. Viene obligado a consultar a los grupos parlamentarios y su señalamiento de un posible aspirante ha de ser en función de lo que aquellos le expongan. Si en sus sucesivas audiencias con los líderes de los diferentes partidos representados en la Carrera de San Jerónimo llega a la conclusión de que hay uno que goza del apoyo mayoritario, ese debe ser el propuesto y no otro; si tras estas conversaciones advierte que ninguno va a pasar la prueba ni en primera ni en segunda votación, puede prolongar el rito exploratorio sin límite de tiempo para forzarles a entrar en razón, pero esta maniobra regia sin duda suscitaría irritación en las fuerzas parlamentarias, desasosiego en la calle e incertidumbre peligrosa en los mercados. Por consiguiente, más temprano que tarde ha de decidir y tal como pintan las cosas no tiene otro remedio que apuntar al que cuenta con mayor número de escaños, incluso sabiendo que lo envía al matadero.

Una vez devuelto al corral el primer contendiente, ha de sacar a la plaza al siguiente en términos cuantitativos y si tampoco lo consigue, al siguiente. Este desfile puede durar un máximo de dos meses y a continuación, si ninguno ha tenido éxito, lo prescrito es que disuelva las Cortes y se convoquen nuevos comicios.

Yendo a lo concreto del actual Parlamento, la suma de PP y Ciudadanos no es suficiente para articular un bloque de centro-derecha, de la misma forma que el agrupamiento de PSOE y Podemos no basta para un Ejecutivo viable de izquierda. Obviamente la posible mayoría moderada no puede buscar refuerzos en los independentistas o en los bolivarianos y en cuanto a Pedro Sánchez, reunir bajo su estandarte a los anti-sistema y a los anti-Nación se le presenta como un ejercicio de altísimo riesgo que seguramente Susana Díaz, los restantes barones territoriales y la vieja guardia felipista, amén de los misteriosos poderes fácticos, no le iban a consentir. El cuadro es, por tanto, desalentador y las circunstancias parecen conducir a elecciones en primavera.

Ahora bien, se ha repetido y es verdad que cualquier crisis comporta una oportunidad. En este caso, la oportunidad existe y es de oro. Un Gobierno de gran coalición a tres bandas, PP, PSOE y Ciudadanos, con un programa de ambiciosas reformas estructurales que abarcase la Constitución, la economía y las instituciones, y que respondiese a los problemas reales del país, suscitaría una ola de confianza, de certidumbre y de optimismo que impulsaría el crecimiento, animaría el empleo, frenaría a los separatistas y prestigiaría a España ante el resto del mundo hasta niveles similares a los que alcanzó con la Transición hace cuarenta años.

 

En este contexto, la contribución del jefe del Estado podría ser determinante. De acuerdo con el artículo 56.1 de nuestra Ley Fundamental, el Rey «arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones», con lo que está facultado para llamar a su despacho a Rajoy, a Sánchez y a Rivera, juntos o por separado, e invitarles a la reflexión y a la responsabilidad. En estos encuentros, el titular de la Corona está en condiciones de exponer argumentos muy poderosos a favor de la solución idónea en el complejo mapa parlamentario actual y de hacer valer no su autoridad política, que la Constitución no le da, pero sí su autoridad moral, que se ha ganado con su impecable comportamiento durante las turbulencias que han sacudido La Zarzuela en los últimos tiempos. Por tanto, a Don Felipe se le presenta una magnífica ocasión para servir a España librándola del caos o de un Gobierno frágil y demagógico de desastrosas consecuencias. Ojalá encuentre la elocuencia y la capacidad de convicción necesarias para sacarnos del atolladero.

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