«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

Barbarie neofeminista

15 de mayo de 2022

Durante seis años trabajé en los peores trabajos que se pueden imaginar en el campo cubano: campo de caña como aguatera, recogida de la papa, recogida del tomate, recogida de granos de café, deshoje, deshije, recogida, y cosido de hojas del tabaco, desyerbe en campos de fresas, recogida de fresas… Ocurrió durante los períodos llamados de “escuela al campo” obligatorio, como todo en aquella isla comunista: obligatorio, reitero. 

Acababa de cumplir 12 años, nos separaron de nuestros familiares y nos enviaron a lejanas zonas rurales, a doblar el lomo como esclavos, aunque en el siglo XIX los esclavos en Cuba se alimentaban mejor; siendo todavía estudiantes, fuimos condenados, niñas y niños, a rudos trabajos que empezaban desde las cinco de la madrugada y terminaban a las nueve o diez de la noche, con el pretexto de que había que cumplir las metas socialistas para salvar a la patria del imperialismo yanqui que jamás nos invadió como sí nos invadió el imperialismo soviético durante tres décadas. 

Se podía decir que no, renunciar a participar, pero si se hacía, sabíamos que jamás obtendríamos una carrera universitaria, aparte del escarnio público que incluían insultos y agresiones físicas, como cuando apedreaban a los ‘rajados’ en los campamentos, aquellos que no resistían el duro esfuerzo y la férrea disciplina. Además, trabajar en aquella forma de esclavismo socialista era un modo de pagar los estudios, porque en Cuba, o sea, bajo el comunismo, siempre pagas, nada es gratis como se ha mentido hasta hoy. Ni la enseñanza ni la salud son gratis. El comunismo no da nada gratis, por el contrario, despoja de todo.

Ideologizar el cuerpo de la mujer es politizarlo, cosificarlo, reglamentarlo

A los 12 años tuve mi primera menstruación. Siempre fui de reglas abundantes y dolorosas, me duraban entre siete y diez días. Escaseaban las íntimas o servilletas sanitarias, nos teníamos que acomodar entre las piernas trapos recortados de sábanas viejas y lavarlos hasta que se deshacían entre la espuma del jabón Batey. Cuando ya no habían más sábanas ni ropas que recortar, debíamos echar mano a lo que hubiera; en numerosas ocasiones el áspero yute consiguió ser una solución. Con el calor, el roce, el trabajo en el campo, el sudor, el tejido que quemaba nuestras carnes, aparecían las llagas provocadas por los pelillos de la soga. Ni un cilicio habría dolido tanto. Las aspirinas o antídotos contra el dolor de ovarios y de heridas, antaño fabricados en Cuba, también brillaban por su ausencia, como el resto.

Toda mi vida he trabajado en distintos trabajos. Los realicé como mujer cubana, como exiliada cubana, como escritora, periodista, o como normal trabajadora cuando debí dedicarme a otras tareas ajenas a mi vocación y profesión; lloviera, tronara o relampagueara cumplía, he cumplido, y seguiré cumpliendo, con menstruación y sin ella, con medicamentos y sin ellos. El género no debiera beneficiar a nadie. Porque la libertad no tiene género. La libertad debiera ser igual para todos: mujeres, hombres, niños, ancianos, sin que la sexualidad intervenga.

La sexualidad, como el islamismo, se han convertido en sectas ideológicas. Ideologizar el cuerpo de la mujer es politizarlo, cosificarlo, reglamentarlo. Ningún cuerpo debiera ser encerrado en formas ideológicas e imposiciones reguladas mediante la política, de decisión u implantación. 

La Ley de Irene Montero, MinistrE de Igualdad del régimen de Pedro Sánchez, es la ley más injusta que se ha podido votar contra las mujeres y en contra del género, y en contra de la igualdad entre los sexos. 

En nada beneficia que una mujer pueda quedarse en casa durante el período de menstruación, supuestamente dolorosa, lo que pudiera durar diez días y hasta más, siendo remunerada por el contribuyente, habiendo medicamentos. Las empresas a partir de ahora evitarán contratar a mujeres, los médicos intentarán ser estrictos en deliberar certificados —puesto que imagino que los certificados médicos irán de por medio—, cuando no se negarán a hacerlo ante la poca probabilidad real de comprobar científicamente que el dolor se ha instalado de verdad. Muchísimas mujeres en edad laboral activa, que hoy ocupan puestos en la producción, intentarán al menos tomarse esos días pagados por “papá Estado”, y con ello la producción bajaría ostensiblemente… Eso entre otras barbaridades.

El odio que esta señora con esta ley siembra entre los sexos, al crear una desigualdad sin límites, lo pagaremos las mujeres, las feministas de verdad. Lo pagará la sociedad, porque está comprobado que lo de los comunistas es todo menos trabajar y echar adelante a la sociedad, que por otra parte sólo ha funcionado mediante el capitalismo y la clase media.

De ninguna manera esta señora puede representarme ni a mí ni a ninguna mujer que sea consciente del daño que su supra desequilibrio mental-ideológico está promoviendo

Esta MinistrE, no más hablar, incita al odio, a la desigualdad, a la desidia. Desde luego, no representa a la mayoría de las mujeres trabajadoras, que saben que existen medicamentos para aliviar lo mismo un dolor de cabeza que de ovarios; como también los hombres conocen que pueden adquirir medicamentos contra un malestar testicular después de haber cargado excesivos pesos o haber hecho esfuerzos extraordinarios para los que sabido es que todavía ninguna mujer está físicamente preparada.

Definitivamente Irene Montero no me representa. Como feminista probada desde que fui una niña de doce años, por el mero hecho de haber sido una mujer fuerte ante la vida, de ninguna manera esta señora puede representarme ni a mí ni a ninguna mujer que sea consciente del daño que su supra desequilibrio mental-ideológico está promoviendo en la sociedad española. Porque el ultraizquierdismo, digámoslo de una buena vez, es un macro desorden mental que recurre a la ideología con la intención de manipular y destrozar almas, como igualmente un extremista religioso o nacionalista recurre a un detonador para destruir vidas.

La cita del poema espantoso de Cristina Peri Rossi, que habla de un supuesto disparo en la cabeza de un niño por un fascista, pronunciada por Irene Montero en el Congreso, ilustra muy bien quién es esta perturbada, que sin embargo se sienta muy sonriente con los terroristas de Bildu-ETA, a los que no les temblaron las manos para matar de manera real a niños con bombas, de mutilar a niños con explosivos, o de privarles de sus padres mediante el tiro en la nuca.

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