Menuda la que ha liado Luis Bárcenas, cuatro horas de conversación con Pedro J. y unas cuantas más con otras personas. Se trata posiblemente de la noticia de la temporada. Cuatro horas –en realidad fueron menos de tres– que eclipsaron el encuentro que mantenían, en el marco del Campus FAES, los dos líderes que conviven como pueden en el PP.Con esto de la ola de calor que venimos padeciendo en los últimos días, quiero pensar que a los responsables de comunicación genoveses les ha dado una insolación, puesto que sólo así se explica la política de silencio que se impuso en la casa el pasado domingo hasta que ayer saltaba al ruedo María Dolores de Cospedal. Y lo hacía para, siguiendo la misma estrategia que siguiera el PSOE cuando los GAL –no hay pruebas ni las habrá–: negarlo todo, absolutamente todo. Anunciar cual folclórica que se está estudiando ampliar querella contra Bárcenas, pero no anunciarla contra el periodista y su medio es muy significativo. Como lo es remitirse al Tribunal de Cuentas, como si el dinero negro se confesara a dicho organismo. O ver a los voceros habituales contarnos lo malo, malísimo, que es Bárcenas. Los detalles conocidos el domingo resultan demoledores por concretos y afectarían de lleno al actual presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, que es miembro de toda la vida de la vieja guardia.Además de la presunta financiación irregular del PP, cargos ministeriales de los de la etapa de Gobierno de José María Aznar habrían recibido de la mano del tesorero sobres con dinero, ¿negro? Munición suficiente como para que el juez Ruz llame a declarar como testigo de cargo al director del diario El Mundo y al propio Bárcenas, como ha solicitado Manos Limpias.Torpedo en forma de comisión de 200.000 euros contra María Dolores de Cospedal. Al fin y al cabo fue ella quien, pensando que saldría impoluta del asunto, mandó al averno al durante lustros gerente y luego tesorero del PP. Según el PSOE, ahora en el Gobierno del ayuntamiento toledano, Sufi ,S.A., la empresa de Naranjo, involucrada en Gürtel, sería a la que se refiere Bárcenas. Y ojo, que el próximo objetivo de la ira del encarcelado en Soto del Real podría ser el asesor áulico popular por excelencia.Mientras, Alberto Ruiz-Gallardón, quien necesita que la cosa estalle antes de que Rajoy haga una crisis que supondría su salida del Gobierno –el gallego está que brama contra el madrileño–, le pone ojos bonitos a la todopoderosa vicepresidenta. Al fin y al cabo, ambos forman parte del grupo progre del PP y quieren heredar.Y todo esto sucede mientras el Congreso debate, a puerta cerrada, la futura Ley de Transparencia. No me digan que no tiene guasa la cosa.
