'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
El ‘derecho a decidir’
Por Ramon Pi
9 de julio de 2013

La semana pasada se inició en Madrid una serie de encuentros dedicados a reflexionar en voz alta sobre las relaciones entre Cataluña y España (o, para evitar suspicacias, entre las ideas de Cataluña y de España). Se celebrarán alternativamente en Madrid y en Barcelona, y están organizados por la Fundación Diario Madrid y la sección española de la Asociación de Periodistas Europeos: o sea, que el que menea las cerezas, como dicen en Cataluña, es Miguel Ángel Aguilar, que ofició de moderador sólo relativamente moderado, como es su costumbre. Los intervinientes eran en esa ocasión dos historiadores, José Álvarez Junco y Joaquim Coll. Sus parlamentos tuvieron interés, procuraron huir de toda demagogia y traslucieron el esfuerzo por comprender las razones de los independentistas catalanes, probablemente con poco éxito si es que en el público había alguno de ellos. Acaso como fruto de ese esfuerzo, Coll dijo algo que me dejó perplejo: consideró que los separatistas ponían sobre la mesa un argumento potente e irrebatible, que es el derecho a decidir. Y ni Álvarez Junco en el debate, ni nadie en el brevísimo coloquio posterior, sometió a escrutinio tan arriesgada proposición.El famoso derecho a decidir, ¿es tan potente e irrefutable como le parece a Coll, que dio por sentado que nadie puede discutir la existencia de este derecho en una sociedad libre? A mí me parece que, por el contrario, ese es un derecho problemático de arriba abajo. ¿Quién tiene ese derecho? ¿El pueblo de Cataluña? ¿Y quién forma el pueblo de Cataluña? El último precedente de identificación del pueblo de Cataluña se dio en 1978, cuando se comprometió libre y entusiásticamente con una Constitución cuyas reglas de juego deberán observarse para evitar un proceso revolucionario si alguien la quiere reformar. Así es como se funciona en las sociedades libres y civilizadas.Imaginemos que ese obstáculo se superase –no sé cómo–, y que bastase la voluntad del pueblo de Cataluña para decidir. ¿Por qué el pueblo de Tortosa o el de la Vall d’Aran no pueden decidir por sí mismos respecto de Cataluña, y Cataluña sí que puede respecto de España? El planteamiento de los independentistas catalanes, lejos de ser potente e irrebatible, más bien es pueril y sumamente endeble. Pueril, porque sólo los niños (y niños malcriados) cambian las reglas en medio del juego si creen que van perdiendo; y endeble, porque carece del menor fundamento político y legal: es pura palabrería, o algo peor si no se atiene a principios tan inesquivables como el clásico pacta sunt servanda, cuya vulneración llama inevitablemente a una solución de fuerza.Joaquim Coll se rindió antes de librar una batalla tan fácil. Él sabrá por qué.

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