'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
El desorden consentido
Por Ramon Pi
8 de noviembre de 2013

Madrid es la capital mundial de las manifestaciones y las huelgas. Algo debe de estar ocurriendo en este país para que no baste con los medios de comunicación para que los grupos sociales más diversos se hagan presentes en la vida pública en defensa de sus intereses. Es posible que los propios medios tengan que reflexionar sobre lo deficiente del servicio que prestan a esos grupos. También parece necesario que los poderes públicos adviertan que, ninguneando lo que dicen los medios, están empujando a los grupos disidentes a salir a la calle y presionar mediante la perturbación del orden público. Y los manifestantes y huelguistas, por su parte, sería necesario que antes de tomar la calle se preguntasen si han agotado todos los demás medios lícitos para hacerse oír.

Todo comunica, como en el disparatado chalé de Mi tío, de Tati: si los gobernantes no mueven un dedo hasta que haya episodios violentos; si los medios no reflejan la inquietud o la irritación de los disidentes; y, sobre todo, si estos la emprenden con el mobiliario urbano como primera providencia, o bloquean el tráfico no para defender nada, sino para crear problemas a los gobernantes, entonces el conflicto de orden público está servido, y los que pagan el pato son los ciudadanos que no habían hecho nada. Precisamente los que mejor cumplen las leyes y las normas del civismo.

Estos días hay una huelga de empleados de una empresa concesionaria de los servicios de limpieza de la ciudad. Pero resulta que ha sucedido algo que a los huelguistas no les ha gustado: la gente no advertía la diferencia entre que esos servicios funcionasen o no; las cacas de los perros ya estaban en las aceras antes de la huelga, las hojas sin recoger, también, y los alrededores de los contenedores tenían el mismo aspecto de vertederos de siempre. Entonces, como esto les parecía intolerable, los huelguistas se han dedicado a derramar la basura en las calles y ponerlo todo perdido, a ver si así se notaba que estaban en huelga. Esto puede parecer el gag de un guión de Rafael Azcona, pero es la pura realidad, que una vez más supera al arte.
¿Y qué ha ocurrido? Nada. Y eso, que no ocurra nada, es lo peor de todo. Los encargados de hacer cumplir la ley son los segundos en no cumplir con su deber; los primeros son los huelguistas, claro está. Y ésta es la conclusión melancólica: si la ley no se cumple y los que cobran por hacer que se cumpla se quedan quietos, estamos en la selva. Y en la selva estamos con todas las huelgas, que usan la violencia casi en el cien por cien de las ocasiones sin que se recuerde una sola sanción. Y si sale tan barata la instalación en la ilegalidad, ¿nos sorprenderemos de que pasen estas cosas?

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