«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.
Madrileña, licenciada en Derecho por la UCM. En la batalla cultural. Española por la gracia de Dios.

Grandes avances de Irene Montero

3 de octubre de 2021

Irene Montero ha afirmado esta semana, con motivo de la celebración del 90 aniversario de la aprobación del voto femenino, que los «mayores avances» para la mujer, tras los protagonizados por Clara Campoamor y la Pasionaria, se han producido con ella en el Gobierno. No le falta razón. Es más, se ha quedado corta. El cambio que se ha producido en la percepción que se tiene de la mujer desde que ella es ministra de Igualdad es brutal

Para empezar, ha logrado que parezcamos una panda de locas gritonas, lloronas, chifladas vengativas, intratables, llenas de rencor e incapaces de amar a un hombre. Irene y sus colegas han conseguido hacer de las mujeres un ridículo meme victimista cuyos problemas se arreglan en unas reuniones con el bonito nombre de chochocharlas y que los hombres nos miren como mirarían a una caja de bombas.

En este tiempo, y siguiendo el camino que ya empezó ZP, ha logrado que todos los nombramientos para puestos de responsabilidad de las mujeres sean considerados sospechosos de designación por cuota. Es decir, que no se nos valore por nuestra capacidad para un puesto específica ni por nuestro trabajo y esfuerzo, sino por ser féminas. Eso sí, jamás habíamos sido unos floreros tan caros.

En el ámbito intelectual, ha dotado a las mujeres de presunción de estupidez ante las matemáticas, como si nuestro cerebro no fuera apto para comprenderlas y los listos fueran los chicos. No alcanzo a comprender cómo hicimos las mujeres de otras generaciones para aprobar, incluso con nota, las matemáticas sin perspectiva de género. Supongo que éramos todas superdotadas.

Entre sus grandes avances destaca que la libertad de nuestras niñas para elegir la carrera universitaria que les salga de las narices quede condicionada por absurdas campañas para que sean astronautas, científicas o ingenieros, como si hasta ahora no hubiéramos tenido esa opción. Defendemos la diversidad, pero las niñas tienen que ser y estudiar lo que diga Irene Montero. Las que decidan una carrera de letras se supondrá que están sujetas todavía al sistema opresor heteropatriarcal.

Por otro lado, ha surgido una generación de hombres insufribles, los llamados aliados, que piden perdón por el mero hecho de serlo y se pasan todo el día confesando gravísimos pecados machistas como no escucharnos lo suficiente o no mirarnos cuando hablamos, como si hasta ahora no fuéramos capaces de detectar solas a los imbéciles.

También hemos aprendido que las mujeres no cometemos errores ni hacemos el mal, al menos de forma consciente.  Nuestros errores siempre son la consecuencia de lo que un hombre nos ha hecho o de una enfermedad mental. Es decir, somos incapaces para decidir libremente y asumir las consecuencias de nuestros actos, por lo tanto, deberíamos ser declaradas judicialmente incapaces.

Irene y su cuarta ola feminista está logrando que la ingeniería civil y las leyes se pongan al servicio de la perspectiva de género que llevan agrediéndonos tantos siglos como el mundo existe.

Con el Ministerio de Igualdad se ha ahondado más, si cabe, en la perfecta desigualdad -a nuestro favor- ante la ley, a costa de llevarnos por delante la presunción de inocencia de los hombres. Avaladas por el Tribunal Constitucional de manera incomprensible ya desde el año 2008, tenemos el poder de vengarnos y destruir la vida de un hombre. Basta poner una denuncia, ni siquiera eso, basta hacer un programa de televisión lacrimógeno e impúdico para destrozar la reputación de un hombre; los millones de Carlotascorrederas y Jorgejavieres que por el mundo abundan se encargan del resto. La Ley del Sí es Sí da el golpe de gracia al Derecho tal y como lo hemos conocido.

Por otro lado, Irene Montero cabalga sus contradicciones con la Ley de Derechos Sexuales y Reproductivos mientras nos traslada cada día a la Inglaterra victoriana con sus reuniones sólo para mujeres, en las que aplauden de forma histérica, lloran y se dan la razón unas a otras como las locas. Y de paso nos quitan los escotes, que nos sexualizan. 


Por fortuna, las feministas de nuevo cuño han logrado que en el trabajo sepan cuándo tenemos la regla y nos traten de forma diferente. Podemos pedir a gritos un tampón a una compañera o compañero, que también tienen derecho a menstruar -qué palabra tan desagradable, perdón-, porque no nos avergonzamos ni de nuestros cuerpos ni de nuestros momentos. No me digan que no es un avance maravilloso.

Para colmo, tal y como dice nuestra aspirante a Yolandita Perón, nuestro voto vale lo mismo que el voto de un señoro premio Nobel. No como hace año y medio que valía un cuarto. ¡Impresionante!

La Montero nos ha ayudado a comprender que tenemos soberanía plena sobre nuestro cuerpo y que podemos decir no a las relaciones sexuales si no nos apetece, que antes íbamos por ahí dándolo todo sin mediar preguntas. Con el desconocimiento que teníamos, más de una vez te encontrabas metida en una orgía por no decir que no.

El nuevo feminismo prohíbe a los hombres decirnos piropos, excepto que tenemos un noséqué tan grande como la mesa de la SER, que creo que es inmensa y que ese es el piropo más bonito del mundo. ¡Ay qué ver cómo ha cambiado el cuento, Caperucita!

En una palabra, hemos logrado no sólo volver a ser consideradas de hecho el sexo débil, sino también el sexo/género impertinente, antipático e infumable.

Gracias, Irene Montero y compañía. 

.
Fondo newsletter