Usamos cookies para mejorar tu experiencia de navegación. Más información.
Podríamos considerarlo casi una ley del comportamiento humano. Un fenómeno social sucede, crece y se desarrolla pero no puede ser dicho o, si se dice, es asociado con la peor condición humana y política posible hasta que no alcanza un punto en el que, de repente, el problema ya es, y no solo es sino que señalarlo o hablar de ello indica preocupación social y buena voluntad.
Ese punto de cambio en el que algo en España pasa de la profundidad a la superficie y puede ser ya tratado (aunque con ciertas condiciones, pero ese es otro tema) es un punto que existe, que es inevitable y que podríamos llamar Soto Ivars, punto Soto Ivars o Ley de Soto Ivars en honor del periodista que en el diario El Confidencial ha escrito hoy un artículo sobre la inmigración como problema que no es conveniente negar y que ya antes hizo cosas semejantes con el feminismo o la cultura de la cancelación. La Ley de Soto Ivars (ver gráfico al final) dice que llegado el momento todo fenómeno social alcanza en España un punto (el punto o cota Soto Ivars) en el que deja de ser negado y puede ser tratado como tal entrando legítimamente en el tráfico periodístico y político. A partir de este punto, por supuesto, el fenómeno cambia de naturaleza, deja de ser odio (de producir crédito negativo o descrédito) y pasa a ser política o periodismo (a producir crédito positivo). Al suceder todo eso, cambia también de portavoces, y por eso es un punto importantísimo.