Hace unos días se reunieron en Barcelona Salvador Illa y Félix Bolaños, ministro y president, en ejemplo de bilateralidad paliada por el partidismo.
Lo que trascendió, además del sempiterno compromiso con el «pleno desarrollo del autogobierno», fue el intento de luchar contra el llamado «fenómeno de la multirreincidencia». Así venía recogido en notas e informaciones.
¿Qué será la multirreincidencia? Sabemos que Barcelona es la segunda ciudad de Europa con más robos por habitante. ¿Sería eso? En la prensa de progreso aclaraban que se trataba de «inseguridad», que no deja de ser una percepción. Se reconoce que en Cataluña hay o, mejor, se percibe un problema de «inseguridad». ¿Existencial, afectiva, económica?
La multirreincidencia es el último eufemismo, de tipo jurídico, para no hablar de la delincuencia en crudo ni de sus comitentes, sino solo de una de sus circunstancias. Es coger el rábano por una de sus hojas.
Existían los reincidentes (hasta hay un grupo musical), y ahora los multirreincidentes, que son como unos grandes recalcitrantes; y lo mismo que de los «ataques de cuchillo» se habla de la «multirreincidencia», como si en unos casos el problema fuera el instrumento y en otros la repetición, la obstinación…
Entendido así, podría llegarse a pensar que no hay más personas robando, sino los mismos repitiendo el ciclo cada vez más rápidamente, como el patrón de consumo de una droga.
Barcelona ante el «fenómeno de la multirreincidencia» suena a que Barcelona lucha contra una recursividad total, problemática, una forma de fractalidad rara y descontrolada: alguien incurre, incurre sobre incurrir, y luego incurre sobre haber incurrido incurriendo… Así hasta el infinito. ¡Normal que estén preocupados!
Multirreincidencia suena entonces aséptico y neutro, a problema matemático. Suena hasta bonito. Como si el Raval adoptara la forma fractal del brócoli… ¿he dicho brócoli? ¡Por eso el pelo brócoli!
En esto, en realidad, siguen el mismo método que aplican a todo lo demás. A la realidad la tratan mediante prefijos y sufijos, como si necesitaran alejarse un poco de ella, interponer entre la Realidad y nosotros unas sílabas de corcho. Así, les van añadiendo partículas a las palabras para agravarlas o para no usar otras. La derecha es ultra, extrema; el delito se hace multi-re-incidente…
Si se niegan a mencionar el problema, están más lejos de tener que preguntarse por su causa, y relacionarlo con la inmigración les parece fascista y anticientífico. ¿Cómo va a estar relacionado el fenómeno de la reiteración con algo así?
Lo que les define es que repiten y repiten: son de Repitelandia.
Estamos, por tanto, ante algo estadístico e iterativo consistente en que unas personas repiten una pauta de comportamiento y además asumen ese bucle como forma de vida. Esto se parecería más al separatismo catalán que a otras formas de delincuencia, pero no somos dueños de las palabras.