«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Periodista, documentalista, escritor y creativo publicitario.
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Los jóvenes de sesenta años

15 de agosto de 2024

El verano es esa época del año en la que uno descubre la existencia de personas que todavía no han asumido la edad que tienen: hombres con bermudas como si fueran unos chavalines y mujeres con shorts y tirantes cual quinceañeras enamoradas.

¡Qué pena haber perdido la elegancia y el decoro! Antes los niños correteaban por las calles con bermudas pero, en cuanto dejaban la infancia, se pirraban por vestir como hombres. Ahora, algunos, siguen llevando pantalón corto y deportivas más allá de los setenta y los ochenta. Y no es que se vistan así para jugar al fútbol o para ir a la playa, es que se visten así para ir al cine, a cenar con los amigos y hasta para ir a misa. 

Lo de ir así al cine o con los amigos es una horterada, lo de misa es una falta de respeto considerable. A nadie se le ocurriría ir a un evento importante con deportivas, bermudas y camiseta, por calor que hiciera, pero todo vale cuando se trata de las cosas de Dios. Soy partidario de poner severos controles en las puertas de los templos, parece el único modo de conseguir que el personal madure y vista de manera decente

Lo mismo pasa con las mujeres. Antes vestían conforme a la edad que tenían, con decoro y elegancia. Eran femeninas que nada tiene que ver con ser provocativas. Conseguían deslumbrar a los hombres sacando a relucir todo su genio femenino, ese mismo que ahora tienen escondido entre modas y tendencias, transparencias y evidencias.  Las mujeres parecen haberse quedado en la edad del pavo, los tiernos dieciséis, mostrando jamones y pechugas pasados los setenta. 

Sucede como con los hombres, resulta ridículo verlas en misa vestidas —a sus veinte, treinta o sesenta años— cortas, escotadas y ceñidas, fardando de hombros de camionero. No sólo es un tema de ética, también lo es de estética. El drama de las mujeres es que ellas sí irían así a una celebración importante. Por eso hoy es más difícil ver una mujer elegante que un hombre. 

Y por ello, el verano, esa tórrida época en la que vuelven las bermudas, los tirantes y las chanclas de dedo, es un buen momento para comenzar una cruzada contra todas estas maneras de vestir que lo único que consiguen es restar elegancia, pudor, dignidad y belleza al ser humano. 

No sería mala cosa encerrar a todos esos caballeros con síndrome de Peter Pan en extensos campos de reeducación y proyectarles todo el día fotos de sus abuelos y bisabuelos hasta que sintieran vergüenza de salir con según qué pintas a la calle.

Con las mujeres haría algo parecido aunque acondicionaría los campos para que estuvieran cómodas y se sintieran tratadas como princesas. ¡Seguro que eso las ayudaría un montón!

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