El lunes fue el primer día de colegio para mi hija mayor. Al pequeño todavía le falta un año. Y al que está en camino, hasta dentro de tres, si Dios quiere, lo tendremos en casa con nosotros.
Hasta este lunes habíamos tenido a la mayor, que todavía es muy pequeña, en casa. Nosotros éramos su principal referencia a la hora de comer, de dormir, de jugar y de portarse mal. Las primeras palabras y frases las aprendió, principalmente, de nosotros. En castellano, de la madre y en catalán, de un servidor.
Pero no estamos aquí para hablar de los hitos o de las cosas a mejorar de nuestra prole, tema largo y de poco interés para el lector, el asunto es que el domingo, antes del primer día de colegio de nuestra hija, hacíamos la siguiente reflexión mi mujer y yo.
A partir de ahora la veremos media hora escasa por la mañana (desayuno y transporte al colegio) y tres horas por la tarde (salida del cole, ducha, cena, juegos y descanso nocturno).Y no es que me parezca mal que vaya al colegio, principalmente porque se trata del colegio Mater Salvatoris, y se la entrego a las monjas de la Compañía del Salvador con los ojos cerrados y sin pestañear.
Y porque entiendo que los padres no pueden hacerse cargo de sus hijos porque están ambos obligados a trabajar —progreso lo llaman— para llegar a fin de mes. Y en algún lugar tendrán que estar los niños y, si en ese lugar les enseñan a rezar, a comer, a ser normales y algo de números y letras, pues mejor que mejor.
Pero no sé hasta qué punto lo ideal es que un niño a partir de los tres años empiece a pasar con sus padres —en el mejor de los casos— sólo cuatro horas al día. Y si a esto le sumamos la guardería, desde los primeros meses de vida, no te quiero ni contar…
El asunto me plantea ciertas dudas y ciertos miedos, y no niego que me he visto un poco empujado a llevar a la niña al colegio, pues todo aconseja que así sea. Y aunque, como decía antes, me quedo tranquilo sabiendo a qué colegio va, pues se acerca mucho a lo que yo entiendo debe ser un colegio católico, me quedo con cierta preocupación por si, a estas edades, lo natural es que vivan apartados tanto tiempo de su principal referente.
Imagino que el asunto no es tan grave, pues la mayoría de nosotros fuimos al colegio, salimos medianamente normales, unos más que otros, y salimos queriendo y respetando a nuestros padres y al prójimo, medianamente también. Pero, aunque no sea un tema de gravedad, quería plantearlo aquí porque sí lo considero un tema importante.
Simplemente abro el melón y, que cada cual haga con él lo que quiera: seguir cortando, saborearlo, desecharlo o guardarlo en la nevera.