'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Prontuario para políticos al uso
Por Alejo Vidal-Quadras
7 de diciembre de 2016

En una época en la que se multiplican las crisis y los fundamentos del modelo occidental de sociedad, la democracia representativa, el imperio de la ley, la globalización, el libre comercio, la separación de poderes y la economía de mercado, se tambalean bajo las arremetidas de nacionalismos excluyentes y populismos desatados, resulta patético el espectáculo de tantos líderes políticos que, incapaces de contrarrestar estos vientos arrasadores, se limitan a administrar cansinamente lo cotidiano sin ni siquiera intentar comprender el origen de tales desgracias y aún menos ponerles remedio.

Probablemente no es mala voluntad por su parte ni tampoco falta de percepción de la gravedad de la amenaza, se trata simplemente de que carecen de determinadas ideas esenciales, esos postulados que la experiencia histórica y el pensamiento racional fecundo han consolidado como la mejor guía para interpretar la realidad y mejorarla. Cuando vemos a los dirigentes de los grandes partidos nacionales españoles sucumbir impotentes bajo la ofensiva separatista y sus mitos identitarios o a un Gobierno supuestamente de centro-derecha recurrir sistemáticamente a las subidas de impuestos para corregir el déficit sin ni siquiera explorar la vía de la reducción del gasto, advertimos desolados esta ausencia de un fondo sólido de conceptos básicos que les protejan de la reiteración de errores y les permitan derrotar a los enemigos de la sociedad abierta.

La Vicepresidenta Saénz de Santamaría planta su tienda en la orilla del putrefacto oasis catalán, en el que crecen incontenibles las palmeras venenosas del fanatismo y la corrupción, no para mejor combatir con las armas del intelecto y de la legalidad al separatismo destructor, sino para estudiar cómo seguir alimentándolo con dinero y concesiones, método cuyo fracaso está ya sobradamente probado. La gestora socialista, piloto amedrentado de un navío desarbolado, juega irresponsablemente con las cosas de comer, asustada por los zarpazos que desde su izquierda le lanza una extrema izquierda colectivista y liberticida. Ambos se mueven en círculos, desorientados y paralizados en la pura reactividad, sin una visión coherente y omnicomprensiva que les proporcione la fuerza necesaria para tomar las decisiones y asumir los riesgos que la situación límite que atravesamos demanda.

En concreto, hay tres verdades plenamente avaladas por la evidencia empírica, que son sistemáticamente ignoradas por los máximos responsables de nuestra vida pública. La primera es que la condición necesaria para la prosperidad, la paz, la justicia y la seguridad en cualquier sociedad es un buen diseño institucional. La segunda es que ninguna política, por benéfica y acertada que sea, consigue la adhesión de la gente sin una narrativa atractiva y convincente, debidamente expuesta por dirigentes dotados del don de la comunicación. La tercera es que no hay orden político que no se apoye en un determinado significado de la existencia humana o, en otras palabras, no hay orden político que no sea también, explícita o implícitamente, un orden moral.

Si cediendo a las tentaciones del oportunismo o del posibilismo a corto plazo, se aceptan ciertos defectos en la arquitectura constitucional para contentar a los que nunca se darán por satisfechos, se acaba pagando el alto precio de la subversión envalentonada por la exhibición de debilidad del enemigo inventado. Si oligarquías cooptadas al frente de partidos invasivos de los resortes del Estado y de la sociedad civil sitúan en en la cúspide del sistema a personas carentes de convicciones y con el carisma de una máquina de escribir oxidada, los demagogos de las utopías letales tendrán el camino expedito. Si la política se reduce al manejo tecnocrático, desganado e inercial de los asuntos a medida que surgen, sin una mínima gota de pasión por todo aquello que hay de noble, elevado, exigente y excelso en la condición humana, la cleptocracia y la opresión irrumpen inevitables.

Por tanto, al discutir sobre la reforma constitucional, la extinción del incendio catalán, las medidas a tomar para recuperar el crecimiento y ser competitivos o los instrumentos más eficaces para neutralizar al terrorismo fundamentalista, es conveniente recordar esta tríada de principios elementales, este prontuario para políticos al uso que les haga crecer las alas que necesitan para levantarse sobre el páramo seco de su convencional superficialidad.

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