'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Aún nos quedan las Fuerzas Armadas
Por Enrique Domínguez Martínez Campos
15 de febrero de 2016

En un país en plena decadencia política, moral, ética, religiosa y, en estos últimos años, también económica y social, es verdaderamente sorprendente que podamos decir sin eufemismos, ni grandilocuencias, ni falso orgullo, que aún quedan en España instituciones que, sobreponiéndose a las penurias económicas a las que están sometidas porque así lo ha determinado la clase política dirigente, mantengan un elevado nivel de eficacia y, sobre todo, de dignidad, amor propio y sentido de la responsabilidad, habida cuenta su deseo de cumplir con el deber que tienen encomendado.

Me estoy refiriendo en este caso a las Fuerzas Armadas españolas. Y especialmente al componente humano de que están dotadas. Desde los más altos mandos al último soldado dan pruebas a diario –en casi su totalidad- de su entusiasmo y deseo del cumplimiento de su deber por encima de todo tipo de obstáculos y dificultades. ¡Y mira que se los ponen en decenas de ocasiones quienes más debieran apoyarlas y, como mínimo, respetarlas!

Hace ya algún tiempo escribí sobre las dificultades económicas que los Cuadros de Mando de las Fuerzas Armadas tienen, incluso para poder llegar a ocupar destinos en lugares alejados de la geografía peninsular como, por ejemplo, en Canarias o Baleares. Llegado el caso, algunos de ellos tienen que prescindir de tales destinos para no tener que sacrificar económicamente a su propia familia. Como éste, podría enumerar dos o tres decenas de ejemplos más que, lógicamente, erosionan la moral de quienes lo único que desean es servir a su Patria (no servirse de ella).

Y todo ello se debe a la cicatería, a los complejos, a la falta de visión del político de turno o a los temores del “qué dirán” los adversarios o enemigos políticos, para que los presupuestos de las Fuerzas Armadas sean tan miserables como los de los últimos años. Los más bajos, proporcionalmente, de los países pertenecientes a la OTAN.

Porque, según esta democracia peculiar que vive España, parece que es mucho más importante que los dineros de todos los españoles –una buena parte de los mismos- se dediquen a subvencionar a otras empresas, a otras instituciones, a otras organizaciones que, por muy importantes que sean, no creo que puedan compararse, ninguna de ellas, a la esencial labor que desempeñan las Fuerzas Armadas españolas, incluso poniendo muertos encima de la mesa para defender los intereses de nuestro país.

Y es que los Ejércitos no cuentan con ningún tipo de subvención –ni lo quieren, por supuesto- como sí la tienen los partidos políticos, las organizaciones sociales (sindicatos y patronal), ONG absolutamente innecesarias pero políticamente imprescindibles, organismos públicos y privados, instituciones estatales, autonómicas y locales. E, incluso, todos estos pedigüeños de “la hoz y el martini” que, en sus festejos anuales, vestidos de gala y acompañados por la progresía o la extrema izquierda –y también por toda clase de “centros políticos”- aprovechan siempre “su ocasión” para ridiculiza al que les da la real gana y aplaudir a quienes creen o piensan que “están con ellos”.

Estos dispendios económicos, esta falta de sentido común, este derroche del dinero público que se evapora en los cantones autonómicos, son los que provocan para las Fuerzas Armadas sus miserables presupuestos. Todo ello adobado por una corrupción trasversal insoportable que afecta a la práctica totalidad de los partidos políticos, sindicatos, patronal, parte del sistema financiero, empresarios, etc.

Pues bien, a pesar de todos estos factores en contra, de todo este muro de egoísmo, de incomprensión y de falta de sentido común de quienes son los responsables de la gobernabilidad del país, las Fuerzas Armadas, soportando enormes sacrificios, se renuevan, asumen nuevos procedimientos, estudian nuevas técnicas y se ponen permanentemente al día de cuantos conocimientos pueden serles útiles para cumplir con su principal misión: servir a España sin pedir nada a cambio.

En estas últimas semanas, por ejemplo, el Ejército ha promovido y va a llevar a la práctica -sin pedirle dinero a nadie- la creación de unas Fuerzas de Apoyo a Unidades de Operaciones Especiales. Este hecho se debe a la necesidad que las Unidades de Operaciones Especiales han sentido cuando, cumpliendo misiones militares en el exterior, han experimentado al ver mermada su capacidad operativa.

Las Fuerzas de Apoyo a Unidades de Operaciones Especiales ya han sido creadas en Gran Bretaña, en Francia, y los famosos »rangers” de los EEUU son utilizados en numerosas ocasiones para este fin. Debemos felicitarnos. Nuestro Ejército, a pesar de sus formidables problemas de toda índole, tiene que estar al nivel que las exigencias políticas y geoestratégicas le demanden. Y, sobre todo, velar y cuidar al máximo por la seguridad de los hombres y mujeres que lo componen. Porque es el elemento humano de las Fuerzas Armadas el que pone en riesgo su vida cada vez que los políticos de turno así lo creen oportuno.

En las decisiones adoptadas en la creación de estas Fuerzas de Apoyo se han tenido en cuenta diferentes factores. La realidad es que las Unidades elegidas para componer esas Fuerzas tienen contrastada sobradamente su eficacia operativa, experiencia en misiones en el exterior y conocimientos tácticos y técnicos como para desarrollar esta nueva misión con éxito. En este sentido debemos felicitar a los mandos de los que dependen estas Fuerzas –Mando de Canarias, Brigada Legionaria y Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable– porque las Unidades que las componen, con seguridad, van a adquirir un nuevo grado de conocimientos y operatividad superiores a los que ya tenían. Y eso es bueno para el Ejército.

Y todo ello, como he indicado anteriormente, sin pedir subvenciones, ni rebaja del IVA, ni lloriquear y, lo que es mucho peor, pretender ser el obligo del mundo, el organismo imprescindible al que hay que mimar porque, sin su existencia, España se derrumba y la “Kultura” desaparece.

 

Aún nos quedan las Fuerzas Armadas. Con ímprobo esfuerzo, en silencio y con un espíritu de sacrificio incomparablemente superior al de cualquier otra institución, organismo o entidad pública o privada, salvo algunas otras excepciones puramente vocacionales –misioneros, religiosos dedicados al cuidado de los enfermos terminales o médicos empeñados en salvar vidas en países del cuarto mundo-, las Fuerzas Armadas siguen trabajando para mejorar sus métodos y procedimientos operativos con un solo propósito: defender la integridad de España, la libertad de los españoles y su seguridad. Enhorabuena.

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