Vuelve la tuna de los titiriteros a hacer la ronda para la extrema izquierda. Comenzaron siendo los bufones del antifranquismo, los juglares del viejo mester de progresía que tocaba la bandurria de la protesta sin atreverse a tocar los clarines de la revolución porque el franquismo no solo toleraba sus pataletas, también los mimaba en los escenarios de su show bussines.
Todos ellos son como esas pelucas viejas de atrezo que ya no utilizan ni los cómicos de la legua. Reaparecieron dándole coba y alfombra roja a Zapatero para que su gobierno siguiera untando con subvenciones públicas sus clamorosos fracasos teatrales, cinematográficos o musicales. La vieja guardia de la tuna de los titiriteros ha tenido que desaparecer de los títulos de crédito de las películas para que el cine español comenzara a levantar cabeza en taquilla, y sus composiciones musicales ya no se venden ni en el top-manta.
El PP los siguió untando y ellos siguieron mordiendo la mano que les echaba de comer porque saben que Rajoy no le iba a retirar el rancho a los que, también él, considera la élite intelectual de España. Ahora levantan el morro, del que andan sobrados, del comedero que les puso el PP porque olisquean el poder de la extrema izquierda que viene y, desde el lujo de sus fortunas amasadas en el dolce far niente de sus fracasos profesionales, exigen un cordón sanitario contra el PP ofreciéndose como lo que son, titiriteras viejas y decadentes, a Podemos y a sus franquicias para ser los bufones estelares del culebrón venezolano que Pablo Iglesias estrenará en España el próximo otoño.
